THELMA
—¿Te ha ido bien?— Me preguntó Marco mientras Luna y yo estábamos sentados en el salón.
—Estoy bien, ¿por qué lo preguntas?—. Pregunté.
—Pareces fuera de lugar— Me dijo.
—Todavía me estoy acostumbrando a las cosas nuevas—. Le dije.
—Es comprensible.
—¿Cómo has estado? Apenas te veo—le dije.
Se encogió de hombros.
—Agotado.
—¿Cómo es que no tienes mujer ni nada? Pareces demasiado dulce para estar soltero—le dije.
—¿Te me estás insinuando?—Sonrió haciendo que pusiera los ojos en blanco.
—Oh, por favor—. Le hice un gesto con la mano haciendo que se riera.
—¿Nicolau y tú os habéis estado calentando el uno al otro?— Me preguntó.
—Oh... no, todavía no. No creo que se acerque mucho a mí—. Me encogí de hombros.
—Lo hará. Es muy testarudo para su propio bien. Tiene muchas razones para no bajar la guardia, pero se le va pasando el tiempo. Lleva mucho tiempo, pero no le caes mal—. Me aseguró haciéndome asentir.
Escuchamos pasos viendo que era el señor King.
—Hablando de terquedad—. Continuó haciéndome reír tapándome la boca. —Te veré probablemente esta noche—. Dijo haciendo que me despidiera con la mano.
Luna todavía estaba tomando sus lecciones de la tarde con su profesor de educación en el hogar, por lo que sabía que iba a ser aburrido durante una hora. Estaba hojeando la tele y me levanté yendo a por algo de beber.
Lo vi todavía la cocina haciéndome suspirar mentalmente. Todavía no podía sacarme de la cabeza lo de anoche. Su olor, sus ojos, lo que me dijo.
¿Qué quiso decir con pase lo que pase? ¿O que siempre estaré a salvo?
¿A salvo de qué?
—¿Estás a punto de irte?— Le pregunté tratando de entablar conversación.
—Lo estoy, asegúrate de que Luna no duerma mucho—. Me dijo.
—No lo haré...— Seguí tratando de encontrar que más decir, pero solo me di la vuelta por tener demasiado miedo. Estaba a punto de decir algo, entonces escuché algo caer.
—Mierd...—. Maldije agresivamente cuando vi que se le había caído el café y le cayó en la camisa.
Fui a ayudarle viendo lo caliente que estaba el café. Empezó a desabrocharse la camisa mientras caminaba hacia la parte de atrás, supongo que a su despacho.
—Thelma ¿puedes traerme otra de mis camisas?—. Preguntó
—¿D-dónde es eso?— Pregunté.
—En mi habitación—. Me dijo.
Bien.
Entré en su habitación casi con miedo de entrar, pero cuando entré me sentí raro. Como cuando entras a escondidas en la habitación de tu madre para recuperar el teléfono que se suponía que no tenías.
Su habitación olía exactamente como él y estaba completamente organizada. Era un enorme dormitorio principal. Caminé hasta su armario viendo que tenía dos puertas grandes. Lo abrí y vi todo un centro comercial.
Tenía sobre todo ropa negra que hizo fácil escoger otra camisa. Rápidamente, cogí otra camisa abotonada y me apresuré a bajar las escaleras asegurándome de cerrar la puerta.
Fui a la parte de atrás y entré en su oficina viéndolo sin camisa, lo que me hizo parar en seco.
—Lo siento.
—¿Por qué estás ahí de pie? Tráeme la camisa—Me dijo. Ah, vale. Me acerqué a él y se la di. —No te la desabrochaste.
—No se me dan bien los botones—. Le dije haciéndole suspirar. Cogió una toalla dándomela y sentí lo fría que estaba.
—El café estaba caliente—. Me dijo ya que vio mi cara cuando toqué la toalla básicamente diciéndome porque estaba tan fría. Se desabrochó la camisa y le limpié el café del pecho viendo lo roja que tenía la piel.
No pude evitar admirar su cuerpo. Tenía tatuajes por todas partes. Sus brazos estaban tonificados y suaves, tenía abdominales, pero tonificados, no súper musculosos, pero parecía fuerte. Vi los músculos de su espalda a través del espejo, ya que estaba mirando hacia mí. Empecé a limpiar la parte central de su estómago y vi una cicatriz en su costado, pero parecía curada y vieja.
Vi que tenía un tatuaje un poco por encima de su corazón, era el nombre de Luna en letras pequeñas y notables.
Vi lo fuerte que respiraba por la forma en que su estómago se movía. Continué limpiando su estómago y volví a subir viéndolo ya mirándome.
Yo lo miraba con mi mano todavía contra su pecho junto con la toalla.
—Ya está...— Me interrumpí intentando romper el silencio. Seguíamos mirándonos y me di cuenta de lo bonitos que eran sus ojos.
Acerqué mi cara a la suya hasta que nuestras narices casi se tocaron y él acercó su mano a mi mejilla. Me rozó el labio con el pulgar y me acerqué un poco más, de modo que nuestros cuerpos casi se tocaban.
Bésame, por favor.
Tenía tantas ganas de que me besara.
Estaba tan cerca de mis labios y entonces... nada. Todo lo que sentí fue aire contra mi cara.
—Deberías ir a ver si Luna está despierta es casi la hora de las clases de karate—. Me dijo haciéndome asentir.
Ahora me sentía avergonzada de siquiera pensar que algo pasaría.
—Por supuesto.— Dije dejando la toalla en el suelo. Salí de su despacho intentando olvidar la vergüenza que acababa de pasar.
Mierda.