THELMA
—Echo de menos a mi compañera de cuarto—. Allie suspiró. Hace dos días que me mudé con el señor King y la verdad es que me está gustando. Su padre todavía no me dice realmente nada excepto lo que Luna tiene que hacer para el día, pero he estado haciendo mejores amigos con Marco.
Y muchos otros hombres que vienen a veces adivinando que trabajan para el Sr. King. Todavía no sé lo que hace, pero prefiero no involucrarme, no quiero hacerlo enojar.
—Yo también te extraño, Allie—. Le dije.
—Tal vez yo también debería mudarme, quiero decir el papá está bueno—. Dijo haciéndome reír un poco. —Oh, por favor, sabes que lo está—. Me dijo.
—Lo está—. Admití.
—Te sugiero que te subas antes de que alguien más lo haga—. Dijo haciéndome jadear.
—Allie.
—Lo que estoy diciendo.— Ella dijo.
—Thelma ¿me traes galletas?— Luna preguntó mientras limpiábamos su cuarto de juegos, ya que era casi la hora de dormir.
—Sabes que no puedes comer galletas tan tarde en la noche—. Le dije.
—Solo una, en cuanto me bañe me duermo enseguida—. Me dijo.
—¿Ese es el mocoso?— Allie preguntó haciéndome bajar el teléfono.
—Buenas noches Allie—. Dije
—Buenas noches— Arrastró colgando.
—Por favor—. Luna hizo un puchero.
—Luna no puedo... Tu padre se enfadará mucho—. Le dije.
—No lo diré, estaré dormida, te lo prometo—. Dijo con los ojos saltones.
Nunca puedo decirle que no a esa cara.
—Bien, solo una. Vamos—. La cogí de la mano y bajamos las escaleras hasta la cocina. Dios, esta casa es enorme para dos personas.
—Está ahí arriba—. Dijo señalando la tercera fila del armario. Cogí la caja y la bajé sacando una galleta de chocolate y dándosela.
—No hagas un desastre ¿de acuerdo?— Le pregunté haciendo que asintiera. Miré la hora y vi que su padre llegaría en casi una hora.
Después de unos minutos vi que había terminado con la galleta.
—Sube y coge tu pijama, yo prepararé el baño cuando termine ¿vale?—. Le dije haciéndola asentir.
—Hola, señora Thelma usted no tiene que hacer eso yo me encargo—. Sugirió Candice. Candice era el ama de llaves.
—Oh no está bien yo me encargo, puedes irte a casa—. Le aseguré.
—Oh, pero insisto, está bien, lo prometo.— Dije cortándola, pero no de una manera grosera.
—Bueno vale, buenas noches señora Thelma—. Me dijo.
—Solo llámame Thelma, buenas noches Candice—. Sonreí haciéndola asentir con la misma cálida pequeña. Es una señora tan dulce que estoy segura de que ha estado trabajando para ellos durante bastante tiempo.
Terminé de limpiar el desastre de galletas y subí a la habitación de Luna. Entré en el baño casi al ver que el agua se desbordaba, casi inundando todo el baño, haciéndome correr intentando no resbalar.
—¡Mierda!— Dije llegando a la bañera apagándola y destapando el desagüe.
Vi entrar a Luna con la ropa en la mano viendo el desastre.
—Lo siento... Intenté dejar correr el agua yo para que no tuvieras que hacerlo tú—. Ella dijo
—Te dije que lo haría yo—. Suspiré.
—Lo sé, siempre tienes que cuidar de mí así que quería ayudarte—. Dijo mirando hacia abajo. Suspiré acercándome a ella levantándola.
—Está bien Luna, la limpiaré y podrás bañarte en mi baño, ¿de acuerdo?—. Le dije haciéndola asentir.
—No era mi intención hacer un desastre.
—Lo sé, lo sé—. Le aseguré. La llevé a mi habitación y la dejé en el suelo entrando en el baño. Abrí el grifo asegurándome de darle su iPad para distraerla un rato y fui a por una fregona para limpiar el agua.
*
Después de limpiar el agua, vestir a Luna, peinarla y prepararla para ir a la cama, esperaba que pudiera dormirse después del azúcar de la galleta. La arropé y se metió el pulgar en la boca, que es algo que suele hacer.
—Thelma.— Me llamó.
—¿Hm?— Respondí suavemente sentándome a su lado en la cama.
—¿Tienes hijos?— Me preguntó.
—No—. Le dije
—¿Quieres tener hijos?— Me preguntó.
Me encogí de hombros.
—No sé... Siempre he pensado en ello, y en ser madre, ya que siempre me han gustado los niños, pero no sé si tendría alguno propio.
—¿Cómo es tu madre?
—Bueno se parece a mí excepto que es rubia.
—¿La ves a menudo?— Me preguntó.
—Sí, la veo mucho en realidad. ¿Por qué?— Le pregunté con curiosidad por qué me hacía esas preguntas.
—¿Cómo es tener una madre?— Me preguntó.
—Bueno... no sé, es como tener una mejor amiga.
—Me gustaría que mi mamá estuviera aquí, nunca llegué a conocerla realmente. No la recuerdo tanto—Me dijo. —¿Eres mi mejor amiga?
—Solo si tus minas. ¿Eres mi mejor amiga?— Le respondí haciéndola asentir con una sonrisa. —¿Me lo prometes?— Le pregunté. Ella sacó su meñique y lo conectó con Mines.
—Vale tu padre volverá en un rato, no le cuentes lo de la galleta—. Le dije haciéndola reír.
—No se lo diré—Dijo cerrando los labios. Saqué su osito y se lo di. —Buenas noches, Luna—. Le dije.
—Buenas noches, Thelma.— Dijo suavemente. Encendí su luz de noche y salí cerrando la puerta al ver lo sucia que estaba mi camisa. Dejar que Luna me diera de comer fue una mala idea.
*
Tarareaba palabras cantadas con los auriculares puestos mientras bajaba las escaleras recién salida de la ducha. No escuché a nadie llegar a casa todavía, así que intentaba tomar algo rápido, ya que aún estaba en toalla.
Saqué un poco de zumo mientras sacaba también un vaso. Cuando me giré hacia el otro mostrador para servirlo vi al Sr. King sentado allí haciéndome casi saltar también casi dejando caer el vaso.
—¡Mierda!— Salté sacándome los auriculares. —Lo siento, no sabía que habías vuelto a casa—. Dije dándome cuenta de que seguía en toalla.
Encendió la pequeña luz que estaba a su lado cuando vi que estaba bebiendo un poco de tequila.
—Está bien—. Fue todo lo que dijo terminando su vaso. Se levantó pasando a mi lado para ponerlo en el fregadero. Nunca me había sentido tan nerviosa.
—Estaba tomando algo, no quería interrumpir...— Me interrumpí mientras él volvía a su asiento.
—¿Cómo estuvo Luna hoy?— Preguntó.
—Bien. Le dije haciéndolo asentir. Esto es lo máximo que me ha hablado.
—¿Por qué miras como si hubieras visto un fantasma?— Me preguntó.
—No lo estoy... es solo que nunca me habías hablado o hecho preguntas—. Le dije.
—No necesito hacerlo, sé todo lo que necesito saber sobre ti—. Dijo.
—¿Cómo?—le pregunté.
—Investigo tus antecedentes—. Fue todo lo que dijo. ¿Cómo consiguió esa información?
—En realidad no sé mucho de ti.
—No necesitas saber nada sobre mí—Dijo.
—Bueno, si voy a estar aquí por un tiempo creo que debería—. Le dije. Que estás diciendo Thelma cállate.
—¿Qué necesitas saber?— Me preguntó.
—Bueno... ¿Dónde creciste?
—Venecia.
—¿Cuál es tu nombre de pila?
—Nicolau.
—¿Por qué eres tan reservado y cerrado?— Le pregunté.
—No confío en mucha gente.
—¿En qué trabajas?— Pregunté.
—Eso no es asunto tuyo—. Me dijo.
—No lo es. Pero si voy a estar aquí debería poder sentirme segura y saber al menos un poco sobre el hombre con el que estoy en la misma casa—Dije. ¿Por qué acabo de decir eso?
Se rió de mí y se levantó de su asiento, viniendo detrás de mí cogiendo el zumo y vertiéndolo en el vaso de cristal. Estoy segura de que ve la piel de gallina en mi piel.
Lo sentí sobre mi hombro sintiendo que mi corazón se aceleraba.
—Como te he dicho—. Siguió poniendo la tapa sobre el zumo. —No es asunto tuyo—. Susurró en mi cuello deslizando el cartón. —Que sepas que pase lo que pase, yo me encargo, y siempre que pase estaré ahí. Así que siempre estarás a salvo—Terminó entregándome el vaso.
Sentí que me agarraba por la cintura y me giraba para mirarle, lo que me hizo levantarle la vista y ver que ya me estaba mirando.
—¿Entendido?— Preguntó cerniéndose sobre mí. Olía tan bien.
—Lo entiendo—Le dije.
—Ponte algo de ropa y vete a la cama—. Me dijo mientras salía de la cocina. Finalmente, recuperé el aliento tratando de procesar lo que acababa de pasar.
Tomé un sorbo de mi bebida tratando de recuperar la fuerza en mis piernas antes de caminar.
Mierda, Thelma.