Auca.
Todo el viaje hacia la casa lloró partiéndonos al medio, y como no llorar si la quisieron atacar sexualmente y por los pelos no lo lograron o la historia sería otra. Me siento tan culpable de esto, llega a dolerme el pecho porque ella está sufriendo por mi causa y no debe ser así, debo protegerla, mantenerla a salvo y lo intenté, pero fallé por el enojo que tenía, pero de ahora en más voy a poner todo de mí para hacer las cosas bien y que esto no vuelva a suceder jamás.
—Cuidado hija. —tiembla sin parar—. Ve a la cama a relajarte un poco.
—Sí. —la llevo a la habitación y la recuesto—. No... No te vayas.
—No lo voy hacer. —esconde la cara en mi pecho gimiendo con fuerza.
—Tenía... Tenía tanto... Miedo. —me muerdo los labios con odio puro—. Yo... No pude.
—Shhhh no digas esas cosas... Hiciste lo pudiste y gracias a eso no pudo hacerte nada, solo asustarte.
Me quedo ahí, en silencio y apretándola mientras no termina más de llorar y decir que estaba aterrada, ¿y cómo no estarlo?, malditos blancos, son aberrantes y diciendo después que nosotros somos los violadores y asesinos cuando ellos son lo que abusan de su propia gente sin importarles nada, no les importa si es su hija o una niña pequeña, toman lo que quieren como si fuera su derecho de hacerlo.
Cuando se duerme salgo a ver a Leonardo, está en la mesa mirando a la nada, debe estar pensando en muchas formas de asesinar a quién se atrevió tocar a su hija a la fuerza y sí que voy a estar a su lado en esto, porque no lo vamos a dejar pasar como si nada hubiera pasado.
—Voy a hacer una sopa así cuando despierte come algo.
—Yo vuelvo con ella así no se asusta.
—Sí, te necesita mucho en estos momentos, no la dejes.
—No la voy a dejar. —vuelvo a la habitación, acaricio su cara donde tiene un golpe y me hierve la sangre de verlo, abre los ojos con calma aunque están angustiados.
—¿Pudiste descansar algo?.
—Si, bastante. —le corro el pelo hacia atrás enganchándolo en la oreja.
—¿Necesitas alguna cosa? ¿Ir al baño o agua?.
—Estoy bien gracias. —guio mi mano a su vientre sintiendo una alegría inmensa en mi ser.
—¿Cuándo me ibas a decir?. —siento que es una mentira lo que está pasando.
—Hoy cuando vengas a dormir conmigo como cada noche. —muerdo mis labios incómodo—. Me enteré hace unos días cuando me sentí mal.
—No te creo. —alza los hombros suspirando mientras se mira las manos temblorosas—. Voy a mejorar mi casa para que estemos ahí... Quiero que estemos listos para el invierno.
—¿Para qué? Si total no me quieres... Te vas a volver a ir y no conozco más que a tus hermanos nada más.
—A mi pueblo no te puedo llevar. —de solo pensar en ella viviendo en el pueblo me hace sentir asqueado y enojado conmigo mismo—. Está prohibido para los blancos.
—Pero voy a tener a tu hijo Auca.
—Es mejor que no... Nuestras costumbres y formas de vivir son diferentes Blanca.
—¿Entonces voy a vivir a la sombra de tu otra mujer?.
—Como...
—¿Supones que no me enteró de nada?. —la verdad que me deja sorprendido que sepa sobre eso, pero me gusta verla enojada—. No soy tan estúpida como piensas.
—¿Y tú y el maldito Rebian?.
—¿Qué tienes con él?. —saco la mano de su cuerpo negando y sintiéndome incómodo con la charla—. Es un buen hombre que cría a sus hijos solo.
—¿Un buen hombre encubre una violación? Dime, ¿Lo hace?.
—¿De qué hablas?. —se sienta apoyando la espalda en la pared.
—No voy a decir nada.
—No. —me agarra del brazo cuando me quiero parar sabiendo la estupidez que dije y que ella no debería saber—. Dime lo que sabe.
—Permiso. —me salva Leonardo que entra con un plato de sopa—. ¿Estás mejor hija?.
—Sí... Dormir me hizo bien.
—Mejor... No les va a hacer bien que te alteres. —la ayudo a sentar mejor y él le da la comida apoyándola arriba de una almohada—. Está bien rica para que se alimenten.
—Gracias.
—Es la que hacia Yolanda. —los dos sonríen mirándose, no sé de quién hablan, pero ha de ser alguien importante en sus vidas—. Obviamente, no me sale rico como a ella, pero hago el intento.
—Te sale casi perfecta. —come un poco cerrando los ojos porque se ve que la disfruta—. ¿Después vamos a ir a la comisaría?.
—Sí. —digo dándole agua—. Vamos a ir así declaras. —la agarro de la mano para que me preste atención.
—Nos tienes que decir lo que recuerdes para poder buscarlo.
—¿Ustedes lo van a buscar?.
—Hija... Ahora fuiste tú ¿Y si mañana es una nena? ¿Una criatura pequeña que no va a entender que es lo que pasa?.
—No... No digas eso papá.
—Es la verdad y lo sabes. —él se sienta del otro lado de la cama apretándole la rodilla.
—Está bien... Cuando declare digo todo.
—No Blanca... A nosotros debes decirnos todo y a ellos lo que nosotros te digamos. —mira a su papá asustada.
—¿Podemos esperar a que termine de comer por favor?.
—Si, tranquila.
Leonardo se queda con nosotros aunque no habla, solo come mirando a la nada, luego de comer vamos a la cocina para poder estar los tres cómodos y así hablar mejor de lo que debe hacer y decir a los blancos para que supuestamente busquen al infeliz que ya tiene su nombre en la lista del infierno, la miramos que juega con sus manos muy nerviosa.
—Empiesa Blanca.
—¿Desde dónde?.
—Desde que hacías en el pueblo o que estabas haciendo.
—Salí del trabajo en la escuela... Pase al almacén por unas cosas que nos hacían falta y cuando salí ya no encendía el auto.
—¿Después?. —digo cuando no habla, mira hacia un punto fijo delante de ella—. Blanca.
—Empecé a caminar hacia la casa de Jeremías para que me preste un caballo o algo y así volver a avisarte que el auto no encendía... Pero... Sin embargo...
—¿Y te agarró?.
—Sí... De atrás. —sus lágrimas caen al hablar—. Me tapó la boca y me empujó al callejón que esta al lado del almacén.
—¿Viste algo?. —niega y llora más—. ¿Un lunar? ¿El pelo?. —Leonardo se para y viene frente a ella—. Algo tendrías que haber visto Blanca.
—No... No lo vi.
—Tienes que haber visto algo. —la sacude de los hombros y yo no sé qué hacer.
—NO LO VI.
—ALGO... ALGO HAS VISTO BLANCA RECUERDA.
—NOOOO. —se tapa la cara y jadea.
—¿Qué viste Blanca?.
—Yo...
—Viste algo Blanca lo sé... Qué viste dímelo.
—Su mano. —saca las manos de la cara para mirarlo con dolor y enojo—. Vi su mano.
—¿Cómo era? Tenía algo por eso lo recuerdas.
—Una cicatriz... Desde el dedo pequeño al pulgar. —me paro tirando la silla.
—¿Quién es Auca?. —Leonardo me mira y yo aprieto las manos furioso.
—El hijo del dueño de la ferretería.
—¿Estás seguro?.
—Si ¿Su voz, cómo era?.
—Suave... Muy suave, como si ese fuera su poder vocal y no pudiera siquiera gritar.
—Es él... Es el maldito infeliz. —lo apunto a Leonardo que asiente—. Voy a ir por él.
—Quiero ver como queda.
—Va a tener el privilegio.
Me dirijo hacia la casa del maldito aún cuando Blanca no quería que lo haga, sé de él ya que lo vi cuando se lastimó, fue en la ferretería cuando empecé a ir a comprar las cosas que necesitábamos. El idiota metió la mano donde no debía y ahí quedó, con la mano casi colgando, para un crío como yo que era en ese momento fue impresionante verlo, no me traumo ni nada porque ya había visto cosas de ese estilo por un animal enojado o una herramienta mal afilada, pero lo que me sorprendió lo estúpido que fue el blanco y en como por ser un flojo casi se queda sin mano.
Me quedó ahí y no se ve nadie en la casa, voy hasta la ferretería y está cerrado con un cartel que dice que hasta nuevo aviso no abren, malditos hijos de puta, corren como las alimañas que son.
...............
Vamos camino hacia mis tierras, su vientre creció y deseo decirle a mi papá que ella está llevando su descendencia, no creo que le agrade, pero es mi hijo y nada lo va a cambiar, ella va sentada de lado en el caballo sobre unas mantas y yo voy caminando mientras llevo las riendas, el caminar es suave para que ella no sufra para nada porque una mujer embarazada no puede cabalgar, pero tampoco puede caminar tanto así que lo decidí así, y al ser suave el caminar no se sacude para nada arriba del caballo.
—Yo te digo lo que pueda.
—Está bien. —mira hacia todos lados donde no se ven—. ¿Saben que venimos?.
—Sí... Le dije a Ahoniquen que los esperaba acá.
—Bien. —mi papá aparece con Ahoniquen al lado—. ¿Ese es el cacique? ¿Y tu papá? ¿Y si no lo dejó?.
—Él es mi papá.
—¿Eh?. —se acerca hasta quedar a unos pocos metros mirándonos fijo y enojado se baja de su caballo.
—"¿Qué hace la blanca acá?".
—"Padre". —me adelanto un poco y hago el intento de mantener la calma—. "Vengo a darte una noticia".
—"¿Qué es lo que me vas a decir y por qué ella esta acá? Sabes que no puede acercarse o va a pagar por eso".
—"Padre... Ella carga a mi hijo".—mi cara es dada vuelta por el golpe que me da.
—Auca. —se baja del caballo y va por ella, me paro tapándole la pasada.
—"Padre... Ella es mi mujer y carga con mi hijo, no le voy a permitir que la golpee".
—"¿Me estás desafiando Auca?".
—"No padre... Pero es mi mujer... No voy a permitir que la golpee y no quiero pelear con usted... Solo quiero que nos dé su bendición para nuestro hijo".
—"Vuelve conmigo y hacemos de cuenta que esto jamás sucedió o desde este momento dejas de ser mi hijo".
—"¿Padre?".
—"Es ahora Auca".
—"¿Me está diciendo que deje a mi mujer y mi hijo abandonados?". —abre grande los ojos por eso—. "¿Piensa que los voy a abandonar? Esta usted equivocado".
—"¿Le das la espalda a tu pueblo por una maldita blanca y su bastardo?". —me pego bien a él más que desafiante y Ahoniquen se baja del caballo corriendo hacia nosotros.
—"Rechazo con honor el puesto que los dioses me dieron y se lo entrego a mi amado hermano".
—"Auca no". —dice Ahoni con miedo y desespero al verse en un cargo inmenso.
—"Rechazo al honor de ser un indio para poder proteger a la mujer que amo y quien me va a dar a mi primer hijo". —mi papá aprieta la mandíbula a más no poder sin poder hacer nada—. "Y rechazo todo lo que me pidas que haga".
—"Desaparece... No tienes permitido entrar a estas tierras".
—"Bien". —me giro y la subo al caballo—. Nos vamos.
—¿Qué pasó?.
—Mi papá no permite esto y dejo la tribu.
—Pero Auca...
—¿Quieres acaso que deje de ser hombre y te abandone embarazada de mi hijo?. —niega con sus ojos gigantes—. Vamos a seguir como venimos ¿está claro?.
—Sí.
*****
Blanca.
—¿Te gusta?. —miro toda la casa y asiento sonriendo—. No tienes buena cara.
—Es que me da cosa dejar a mi papá solo. —en realidad me da terror dejarlo solo.
—Él nos sugirió venirnos Blanca... Tenemos vehículo podemos ir a verlo o él a nosotros.
—Tienes razón... Tenemos que conocernos.
—Yo te conozco... En esa cama te conocí bien. —niego riendo y más cuando me abraza y caemos a la cama haciéndola crujir que parece se va a romper—. Y sí que te conocí acá Blanca.
—¡Ay Auca! No digas eso. —me sube la pollera para meter la mano.
—Ay mujer. —me da besos en el pecho mientras habla con suavidad—. Que hacen días que te necesito y mucho.
—Estoy acá.
Debes en cuando me siento mal por estar con él, ya que aún siento que estoy con un menor de edad y que soy una degenerada, pero si lo ves dejas de pensar todo eso, mi papá mide un metro ochenta, pero Auca lo pasa limpito, también es ancho de hombros y caderas, con su piel canela impecable, si se deja la barba le sale completa no como algunos que pareciera que les crece el bigote solamente o una pelusita. Cuando habla no lo hace por hacer, habla con razón y experiencia, es un niño con una mente y cuerpo de adulto.
Paso mis manos por su espalda apretándolo con fuerza, ya que me hace sentir cosas alucinantes, la verdad que no tenía idea de que estas sensaciones se tenían al tener sexo, Yolanda me lo explicó sin pelos en la lengua y hasta me dijo lo que podía hacer para complacer al hombre en cuestión, pero la verdad que no se asemeja en nada, lo de la forma en que se lleva a cabo el acto va perfecto con sus palabras, pero después me dijo que el sexo era apasionado y se sentía rico y que deseabas nunca terminarlo, y si que deseo nunca terminarlo, pero no lo siento rico, lo siento maravilloso, de otro nivel que no llego a clasificarlo, no es apasionado, sino que llega a ser violento porque lo aprieto, lo muerdo, le entierro mis uñas y él parece disfrutar de esa violencia, ni hablar de como me aprieta con sus manos sosteniéndome en el lugar así me golpea el pubis con violencia que recibo a los gritos de lo bien que se siente. Cuando aprieto mis piernas en su cintura jadea aumentando las penetraciones, se carga en la cama con las manos alejando un poco su pecho de mi pecho y ahí se viene dentro mío apretando los dientes, se tira a mi lado y los dos nos reímos.
—Definitivamente, la casa es habitable.
—Sí... Muy habitable. —nos miramos y más me río—. ¿Te gustó?.
—Sí. —me pongo de costado pasando mi mano por su pecho húmedo por el esfuerzo que acaba de hacer—. ¿Cuándo vamos a venirnos?.
—¿Mañana te parece? Ahora termino lo que falta y ya.
—Bien... Voy a limpiar un poco entonces.
—Te ayudo a poner el vestido. —cuando me paro mira mi vientre abultado, pone sus manotas en mis caderas y me acerca a él—. Hola... Hola bebé. —sonrío viendo como se acerca bien susurrándole a mi panza—. Ya quiero que salgas de ahí así te conozco.
—Por ahora que se quede ahí. —digo divertida, alzo su cabeza y lo beso—. Vamos a terminar.
—Sí.
Mi papá nos ayuda en todo lo que necesitamos, traemos las cosas al día siguiente y lo único que nos hace falta es comida, pero por lo que escucho ya tienen pensado a que animal carnear y así dividir la carne entre los dos, debe ser un animal pequeño si no la carne la dividen entre todo el pueblo de Auca para que tengan que comer y no se pierda nada.
Media triste acomodo todo en la casa nueva, la ropa por ahora la vamos a tener en cajones de madera, me dijo que cuando pueda o tenga tiempo libre va a hacer los muebles que necesitamos y de la forma que yo quiera así que debo pensar bien como quiero mis muebles nuevos así se los dibujo en un papel y él puede hacerlos, y sí que lo creo capas, hizo a mano todo lo que hay en esta casa y son cosas sencillas pero hermosas y usables todas, no son débiles ni nada así que buena mano tiene, y sí que lo afirmo.
—Hija. —mi papá entra con una gran caja—. Les traigo un regalo.
—Gracias. —hago en intento de agarrarlo pero niega.
—Espera a que lo deje en la mesa hija no puedes hacer fuerza.
—Está bien. —una vez en la mesa lo abro y veo un gran juego de ollas color verde agua, las voy sacando con una sonrisa de felicidad pura—. Por Dios santo están hermosas. —lo abrazo casi saltando—. Gracias papi gracias.
—Estas son las que viste una vez en la capital.
—Antes de venirnos. —digo asintiendo—. Lo recordaste.
—Como olvidar tu cara de sueño al verlas.
—Leonardo. —Auca entra limpiándose las manos con un trapo—. Ya tengo listo el cordero.
—Ahí voy. —las acomodo diciéndome que ni loca las voy a meter al fuego de leña así que van a quedar guardaditas por un tiempo y salgo a verlos—. Blanca vas a vomitar.
—No, estoy bien. —los veo cortar al animal y ponerlo en una madera grande—. ¿Qué van hacer?.
—Las vamos a lavar y ponerlas con sal. —miro a Auca acomodando las piezas con mucha destreza—. Vamos al río porque el lago no me gusta ¿Quieres venir?.
—Dale.
—Yo me voy... Los hombres me están esperando para que les diga que hacer.
—Después voy.
—Tranquilo hombre. —le da unos golpes en la espalda—. Organiza tu casa y después ve, la paga va a ser la misma.
—Bien... Gracias. —se va y yo agarro el otro lado de la tabla.
—Te ayudo. —vamos al río y me pongo en cuclillas tal como hace él—. ¿Qué hago?.
—Las lavamos bien. —mete una pieza y veo como hace para limpiarla.
—Voy a intentar, dime si lo hago mal.
—Sí. —lavo lo mejor que puedo la carne, ya que nunca lo había hecho, de golpe se para, miro y del otro lado está su papá mirándonos.
—¿Auca? ¿Qué hago?.
—Párate... Y ponte atrás mío. —lo hago con calma y el padre le dice algo, pero él no responde—. Ya terminamos.
—Sí.
Volvemos a la casa y no le pregunto que fue lo que pasó, está serio y enojado, decido irme adentro y no estar ahí para ser su blanco de enojo, ya que estoy consciente de que yo soy la culpable de que se pelee con su familia.
Desde la ventana lo veo que termina de salar la carne y la guarda en un baúl, luego se pone a cortar leña y acomodarla medio lejos de la casa, va picando y apilando sin parar, le llevo agua y vuelvo de nuevo a donde me siento segura.
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