Blanca.
No sé cuál es el problema de Auca con los Rebian, sé que encubrió una violación pero nada más porque no me dice nada más, cada vez que intento sacar el tema lo esquiva o me ignora para no hablar de eso, me prohibió rotundamente ir a su casa a trabajar, me dijo que si quería que sus hijos tengan estudios que los mande a la escuela como hacen todos los blancos y tiene razón, que los anote en el colegio y ya, aunque obviamente me pagaba para educarlos y limpiarle así que esa platita no va a entrar más y sí que nos vendría bien.
Agarré el trabajo de la mañana gracias a Dios, puedo tener la tarde libre para hacer las cosas de la casa tranquila, y más ahora que vivo en pecado con un hombre, debo atenderlo porque no sale a divertirse al campo, es un trabajo duro que no tiene fin y demanda mucho desgaste físico, hay días en que llega muerto, se da un baño y a la cama, muchas veces lo miro y me digo que se exige mucho, pero quiere progresar, quiere que el esfuerzo que está haciendo de frutos y que podamos vivir de esto con tranquilidad no con preocupaciones, y eso sí que lo valoro mucho porque sale a rebuscárselas, no a estar sentado y esperar que todo llueva del cielo.
—Mabel, ¿Me darías el cronograma?.
—Pedicelo a la directora. —aprieto las manos con fuerza así no le arranco los pelos.
—Ella me dijo que te los pidas porque los tenías.
—Pues no te voy a dar nada. —la miro sin creer aunque me lo esperaba—. ¿Algo más?.
—Mabel, necesito el cronograma de los chicos... Dámelo.
—Te dije que no te doy nada... Amante de los indios.
—¿Qué dijiste?. —me acerco a ella y se va para atrás asustada.
—¿Piensas que no sabemos que te gustan los indios? ¿Qué no vemos a ese salvaje de Auca esperarte en el campo?. —la agarro de la ropa y la sacudo con fuerza.
—¿Cuál es tu problema? Auca es mi esposo no un salvaje y adultero como tu marido. —abre grande los ojos y me importa una mierda ella—. ¿Crees que no sé que se revuelca con las otras maestras?. —me acerco bien a su cara susurrándole—. Cuidado con lo que hablas Mabel... Ojo porque yo también sé cosas.
—¿Me estás amenazando?. —dice casi gritando.
—Sí... Y no hables de Auca porque me vas a conocer de verdad.
Salgo furiosa de la escuela, me subo al auto y quedo ahí unos minutos intentando de calmarme o voy hacer locuras en este estado, ya me conozco.
Cuando subo a la ruta ahí esta él como todos los días esperando para que llegue bien a todos lados y no me pase nada, no se acerca a la escuela porque dice que voy a tener problemas por estár con él, pero me importa tanto como el Marido de Mabel, pero esos actos simples que tiene conmigo me hace enamorarme aún más de él porque le importo al punto de venir a dejarme y venir a buscarme haciendo que el trabajo se retrase y tenga que esforzarse más.
Llegamos a la casa y bajo con una sonrisa, no quiero preocuparlo por nada y que se sienta culpable de ser nativo, los culpables somos nosotros que usurpamos sus tierras y encima los aniquilamos como si fuera un derecho y privilegio ser blancos.
—¿Cómo estuviste?.
—Bien. —lo envuelvo por el cuello haciendo punta de pies para besarlo—. Un poco sedienta pero bien.
—¿Entramos? Tengo hambre.
—Ya hago algo. —me saco los zapatos porque él puso pieles en el suelo para que la humedad no suba y no quiero ensuciarlas porque después es un trabajo pesado sacudirlas—. Mañana podríamos ir al otro pueblo ¿Qué dices?.
—Ya sabes que no. —sigo de espalda cortando cebolla para el guiso que pienso hacer.
—Sabes que no me importa lo que diga la gente.
—Te va a importar cuando estés sola y te agredan.
—¿Entonces toda la vida nos vamos a esconder?. —sigo tal como estoy porque esta charla ya la hemos tenido y no terminan bien—. ¿Eso me estás diciendo? ¿Y nuestro hijo? ¿No vamos a pelear por él?.
—La gente se va a acostumbrar con él no con nosotros. —lo miro sin creer lo que dice—. Nuestras diferencias son enormes Blanca.
—Bien.
—No te enojes es por tu propio bien. —vuelvo a picar verduras en silencio—. Blanca.
—Parece que cuando puedas me vas a dejar. —ahí lo miro que alza las cejas—. Nunca quieres hacer nada conmigo que sea fuera de esta casa o a cientos de metros lejos de mí, ¿Crees que me importa lo que dice la gente? ¿Piensas que no hablaron de mí y mi papá cuando nos vinimos? ¿O con Osvaldo porque cuidaba de sus hijos?. —aprieta las manos con fuerza sin decir nada—. La gente habla porque tiene boca Auca, pero ellos no nos aportan en nada.
—¿Y si quedas sin trabajo? No quiero sentirme culpable y que me mires con rencor.
—¿Entonces yo? Te alejé de tu gente. —me apoyo en la mesada sintiéndome muy cansada—. Estás acá conmigo cuando ellos no quieren que estemos juntos... Que sea justo Auca. —nos miramos sin decir nada.
—Tienes razón... Mañana salimos entonces.
—Bien.
Al otro día me pongo bien linda para salir con él, le enseñé a manejar por ende él va a ir a buscarme a la salida del colegio y así salir.
Va muy preocupado por la ruta con miedo a que la gente me haga algo, pero eso a mí no me importa, siento que ya no debe importarnos, porque si es así no vamos a vivir nunca tranquilos porque vamos a pensar siempre en los demás y no en nosotros.
Cuando llegamos vamos directo a un local de comidas, vamos agarrados de la mano y vamos charlando con normalidad.
—Hola, ¿Me da empanadas?. —mira nuestras manos y luego mi cara.
—No vendemos a Indios. —mi respiración se hace forzosa mientras una sonrisa de muerte aparece en mi cara.
—¿Me vende empanadas? Porque no sé si sabe pero se las vamos a pagar... A usted no le tiene que importar quién es el que le compra. —Auca me aprieta la mano, pero ya empecé y no voy a parar—. Agradezca que este indio le va hacer llevar plata a su casa.
—Basta Blanca.
—No... Que se cree para hablar así... Deme las malditas empanadas ahora. —las pone en una bolsa y le tiro la plata en la cara—. Imbécil.
—Y usted una pecadora. —lo miro y siento a Auca ponerse cada vez más nervioso—. Esta con esta escoria de la sociedad.
—Ahora sí. —voy y le doy vuelta la cara de una cachetada dejándolo sorprendido por mi arranque de furia, ¿dónde quedó la dama que mi papá dice que soy? Pues la encerré con llave y dejé salir a la bestia—. Usted acá vendiendo comida en la calle, ¿y le dice escoria a él? Que tiene donde vivir y no está mendigando... Maldito desgraciado.
—Vamos. —la gente nos mira y a mí me importa tres pepinos.
—¿Están bien?. —un matrimonio se nos acerca peeocupados—. Vimos lo que pasó ¿Están bien?.
—Si, gracias.
—No todos pensamos así. —dice el hombre mirando a Auca—. No te sientas mal, esas personas son de poco entendimiento. —asentimos y nos vamos a una mesa a comer.
—No tendrías que haber hecho eso Blanca.
—Tienes que empezar a defenderte ¿Quién se cree la gente para insultarte?, y ponlos en su lugar, no dejes que te digan cosas. —lo miro diciéndome que cuando va a reaccionar este hombre—. Eres una persona como todo el mundo, hazte respetar Auca. —comemos en silencio hasta que viene una nena.
—Hola, ¿No quieren comprar flores?.
—Yo quiero. —saca la billetera y mira las flores eligiéndolas.
—Estas son las más lindas... Su novia es hermosa y estas van a quedar bien.
—Entonces dame esas. —le paga y la nena se va feliz por su venta, él se inclina y me da un beso y las flores—. Dijo que eran hermosas, pero al lado tuyo son feas.
—Que tonto... Gracias.
—Me gusta verte sonreír.
—Tu me haces sonreír.
—Eres mi Ayün Blanca.
—¿Qué significa?.
—Si te lo digo pierde la gracia.
—Que malo.
*****
Auca.
—¿Entonces agrandamos?. —miro a Leonardo que le habla a Jeremías.
—Sería lo mejor señor. —Leonardo asiente y debe estar sacando cuentas mentales de cuanto le va a costar lo que Jeremías pide para trabajar mejor—. Así podríamos atender mejor a los animales, y las vacas cuando tengan no van a estar alteradas por los caballos.
—Bien... Danos unos días ¿puede ser?. —digo para poder reunir plata y los materiales para hacer lo que nos pide que no es nada simple, menos barato—. Cuando lo tengamos te avisamos.
—Bien.
—¿Quieren agua fresca?. —miro su vientre que por la tela del vestido se marca bastante.
—Gracias Blanca.
—¿Cómo esta Isaías?. —él sonríe al oír el nombre de su hijo y que pregunten por él, creo que voy a estar igual en unos meses por mi propio hijo.
—No duerme mucho en las noches y Sara está cansada. —bosteza y nosotros nos reímos—. Estamos que no damos más... Es re mañoso el pequeño, ¿pero aguantarse no? Me gustó el durazno ahora aguantar la pelusa.
—Así vamos a estar nosotros en unos meses. —pongo mi mano en el vientre de Blanca que está más grande.
—¡Ay si!. —sonrío al verle la cara de miedo—. Encima no tengo idea de como cuidar de un bebé.
—Nosotros menos... Imagínate, soy el más joven de mis hermanos, ósea, no tuve que cuidar de nadie y Sara tiene hermanos más chicas que ella, pero no tanto como para que sepa qué hacer... Nos está costando bastante la verdad.
—¡Ay hija! yo sé qué hacer. —dice Leonardo feliz mientras alza la mano—. Solo me tienes que preguntar y ya.
—Yo más o menos. —beso la frente de Blanca para ver si se calma un poco porque esto es lo que más le aterra, no saber qué hacer con el bebé—. Tengo hermanos chicos, pero sé que la crianza nuestra con la de ustedes es diferente, aunque vamos a ir conforme a la marcha aprendiendo.
—Entonces van a estar un poco mejor que nosotros que fue tirarnos un clavado en un precipio. —le devuelve el vaso a Blanca agradecido por el agua—. Me tengo que ir o mi gordi muere de cansancio... Mañana nos vemos entonces.
—Bien... Bendiciones.
—Igualmente para todos.
—Saludos a Sara y dale un besito a Isaías por mí.
—Así va a ser. —cuando se va le doy besos suaves por toda la cara haciéndola reír a carcajadas.
—Bueno che. —nos reímos de Leonardo que refunfuña mientras va hacia la casa—. No coman delante de los pobres.
—Ya esta la comida. —pego un silbido y vienen los hombres de inmediato—. Vayan a sentarse o después no se quejen de que no agarran lugar.
—Está bien.
En la tarde limpia la casa de su papá mientras nosotros trabajamos, queremos estar listos para el invierno que se acerca más rápido que el viento, tenemos más animales que pudimos comprar y también pudimos hacerles un buen refugio para que estén resguardados sin que tengamos temor a perder todo, debemos trabajar para lo que viene o perdemos todo lo que con tanto esfuerzo nos costó conseguir, y también juntar leña, lo que menos quiero es que Blanca pase frío por no proporcionarle un buen sitio donde estar tranquila, más sabiendo que mi hijo va a llegar en invierno y debe estar calentito en todo momento, un resfrío en un bebé de estas tierras es la muerte y eso no lo voy a permitir jamás.
Los hombres me han dicho que mi papá sigue con las construcciones de las casas, y que ya quedan pocas para hacer, eso me pone muy feliz realmente, por un tiempo temí que por estar enojado conmigo y con Leonardo por ocultarle que su hija estaba conmigo suspenda todo, pero se ve que recapacitó realmente y quiere que su gente esté bien y no a la intemperie esperando a que el invierno pase y contar a cuantos deben enterrar porque no lo soportaron.
Cuando volvemos a la casa en la tarde veo con asombro a mis hermanos más grandes esperando afuera de la casa en sus caballos, miro hacia todos lados creyendo que en cualquier momento va a salir mi papá de cualquier lado a matar a Blanca, pero debo alejar eso, no creo que se anime a tanto, ¿ha matado a blancos? No puedo contarlos, pero pienso que respeta mucho a Leonardo como para lastimarla.
—”Ahoniquen... Llanemun ¿Qué hacen acá? Si papá se entera los va a castigar".
—"Él se fue a una reunión de jefes". —se acercan a Blanca que los mira con una sonrisa cálida y ellos sorprendidos la miran aunque la conocen, deben quedar alucinados por su piel tan blanca que da la sensación que es transparente y el pelo rubio, tirando al amarillo y plateado—. "Mamá te manda esto". —ella lo agarra y sonríe mirándome donde no entiende nada de lo que dicen, debo enseñarle así ya se comunica bien—. "Mamá dice que te extraña Auca".
—"Yo también". —abrazo a Llanemun que es el más mimoso—. "A todos".
—"Mamá dice que esta contenta con el nuevo bebé... Dice que quiere conocerlo".
—"Dile que es bienvenida cuando desee". —se suben a los caballos y le sonríen a Blanca.
—Muy hermoso. —Llanemun hace gesto de un embarazo en su vientre y la apunta a ella—. Panza.
—Gracias. —dice sonriendo, dan la vuelta y se van galopando—. ¿Qué es? Huele muy rico.
—Ábrelo. —entramos y lo pone en la mesa abriendo la tela—. ¿Qué hay?.
—Pancitos.
—¿De verdad?. —saco uno más que feliz y lo como con muchas ganas—. Oojjj como la amo.
—¿Te gustan?.
—Me encantan. —me lo meto todo a la boca mientras gimo con ganas sintiendo el sazón de mi mamá que tanto lo extraño, Blanca cocina como los dioses, pero es otro al sabor de mi mamá—. Siempre los hacía para cuando llegaba de trabajar porque sabía que me encantan.
—Entonces voy a tener que aprender a hacerlos. —se saca el vestido quedando en ropa interior.
—Eso sí... No tengo la más mínima idea de como los hace. —me siento tirándome aire y la miro agarrar un pancito probándolo, mastica un poco y abre gigantes los ojos con sorpresa y vuelve a dar otro mordisco—. Blanca, vamos a tener que hacer algo afuera, me cago de calor cada vez que cocinas.
—Yo igual... Pero ahora se viene el invierno, vamos a necesitar de todo el calor que poseamos.
—Igualmente voy hacer un horno afuera para el próximo verano. —se pasa la mano por la frente y se hata el pelo en la cima de la cabeza en un nido de pájaros que la hace ver aún más hermosa—. ¿Con calor?.
—Mucho.
—¿Vamos al lago?.
—Vamos.
Cuando volvemos del lago nos metemos en la bañera que armé bien grande para que entremos bien los dos juntos, se sienta arriba mío con sus piernas a cada lado de mi cadera sonriendo con picardía que hace que me prenda fuego.
Mientras me monta con suavidad beso sus pechos que cada vez están más llenos preparándose para alimentar a mi hijo, por Dios que es una diosa esta mujer, cada día que pasa la encuentro más y más y más apetecible y el que cargue a mi hijo no ayuda en nada más que aumentar lo que siento.
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—Jeremías.
—¿Si?. —me ayuda a entrar el heno al establo.
—¿Tu papá me casaría con Blanca?.
—¿De verdad preguntas?. —asiento y él se rie a carcajadas—. Justamente ayer me estaba diciendo que quería hablar con Blanca para decirle lo del casamiento.
—¿Entonces no se opondría?.
—Para nada... Todo el mundo sabe que le encantan las bodas.
—Entonces voy a hablar con Blanca de esto.
—Me parece perfecto, ya que ella es cristiana.
—Entonces se lo voy a decir hoy.
—¿Qué vas a decir?. —dice Leonardo cuando entra al establo con la pava, el mate y un cigarro en la boca.
—Le quiero pedir casamiento a Blanca.
—Ya te estabas tardando hombre. —le ofrece a Jeremías un mate que lo recibe aun cuando hace mucho calor—. Mi hija se va a poner muy feliz vas a ver.
—Cuando pueda le voy a preguntar... Ya es hora de la vaya a buscar.
—Si, nos vemos en la tarde.
La espero donde siempre y volvemos a la casa, no puedo decirle nada mientras almorzamos, se me revuelve el estómago de los nervios que me da cada vez que quiero abrir la boca para preguntarle.
Nos acostamos y no logro dejar de pensar, está apoyada en mi cuerpo totalmente desnuda, acaricio su piel con suavidad y ella suspira de gusto por mis dedos en su piel sensible.
—¿No puedes dormir?.
—Estoy pensando.
—¿Puedo saber en qué?.
—En casarnos por la iglesia. —se sienta de golpe y me mira—. ¿Qué pasa?.
—¿De verdad? ¿Estás hablando de verdad?.
—¿Te gustaría?.
—Obvio que sí... Sí. —se ríe y me lo contagia—. ¿Estas... ¿Estás seguro? ¿No vas a arrepentirte después?.
—¿Por qué no? No te pienso dejar ir, así que jamás me arrepentiría. —me siento atrayéndola a mis brazos—. Son míos ahora... Ustedes dos son míos.
—Bien. —me da un beso riendo—. Gracias de verdad.
—¿Era lo que querías?.
—Sí.
—¿Y por qué no me dijiste?.
—Porque sé que tienes otra religión, otras creencias. —suspiro por eso, ya que siempre me lo dice.
—Yo te amo Blanca... Y quiero hacer lo que te haga feliz.
—¿Y esto te pone feliz?.
—Sí. —le alzo la cabeza y la miro a los ojos—. No te das una idea de lo feliz que soy desde que te conozco. —le doy besos por toda su cara—. Muy feliz, antes hacia todo para que mi pueblo esté mejor y con eso me conformaba... Ya no es así ¿Me entiendes?.
—Sí... Gracias. —se vuelve acomodar en mi pecho y siento su sonrisa en mi piel—. ¿Tu familia qué va a decir?.
—Se van a enfurecer... Pero eres mi mujer y esta mi hijo... No hace nada que se enojen.
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