Capitulo 1
Auca.
—Llegaron Blancos a estas tierras. —escucho a mi papá mientras comemos, está muy enojado realmente—. Quiero que vayas a esas tierras Auca y averigües que es lo que hacen acá, y que es lo que quieren con venir.
—¿Dónde están?.
—Al oeste. —asiento mirando a todos mis hermanos que comen en silencio escuchando la charla que tenemos.
—Padre, ¿Puedo ir con Auca?.
—No Ahoniquen, es trabajo de tu hermano no tuyo. —Anohi me mira enojado y yo suspiro porque no quiero que se sienta inferior.
—Mawunko. —mi mamá agarra su mano y él deja de comer para mirarla—. Permite que el niño vaya... Dale la oportunidad.
—Auca es el próximo jefe... Debe aprender.
—Pero...
—Ya dije que no... No me contradigas. —Ahoniquen se para y sale furioso de la tienda, me paro para salir atrás de él enseguida—. Auca ven acá. —salgo sin hacerle caso, lo sigo y cada uno agarra su caballo.
—Hasta el lago. —me mira y apunto el camino—. El que llegué primero es el que va a explorar la tierra de los blancos. —mira analizando el camino por un buen rato en silencio.
—Padre se va a enojar si se entera.
—¿Crees que te voy a dejar ganar?. —sonríe negando y nos ponemos en línea para empezar—. ¿Estás dispuesto?.
—Sí.
Volvemos hacia las chozas y voy sonriendo victorioso, y él más tranquilo porque sabe que yo no lo considero inferior, para mí él es igual de capas que cualquiera y aún más capas que yo en todo lo que hace, cuando llegamos mi papá nos está esperando afuera de la tienda, habla con Ahoniquen a parte de todos y él solo asiente a todo lo que le dice, debe estar dándole una charla de las responsabilidades que debo cumplir para convertirme en un buen jefe y por eso me encomienda todos los trabajos, sin nada que decir entro a nuestra tienda a ver si mi madre necesita de mi presencia.
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Miro el lugar en donde están los blancos que se instalaron en las tierras que a mi papá le molesta, niego con cansancio ya que mi papá se preocupa por nada, es una casa muy pequeña y ningún animal, hasta es más triste que nuestro pueblo este lugar, mientras me acerco me da escalofríos, parece frío y triste, como que hay muchas penas escondidas acá.
—Buenas. —el hombre se gira y me mira nervioso, un hombre blanco temeroso de un indio, ya lo huelo cuando pasa eso—. Vengo a pedir trabajo señor. —me bajo del caballo analizándolo, le tiendo la mano diciéndome que voy a pasar vergüenza si no me devuelve el saludo, pero para mi asombro él me saluda amistosamente.
—Lamento informarle joven, pero no tengo ni un trabajo para darle. —se limpia el sudor de la frente negando.
—¿Nada?.
—Nada. —miro hacia la casa y veo a una mujer ahí; desde la ventana nos mira.
—Bien. —me subo a mi caballo asintiendo—. Entonces voy a seguir en busca.
—Ven en unos meses. —se tapa el sol con la mano para verme a la cara mientras me habla—. Llegamos hace unos días y no tenemos pensado nada todavía, pero algo va a salir en unos días seguro.
—Bien... En un mes me pego una vuelta para saber si tiene algo que hacer.
—Sí... Suerte joven.
—Gracias señor.
Desde lejos lo miro a ver que hace, la mujer blanca sale de la casa y habla con el hombre, me quedo un buen rato ahí esperando ver cualquier cosa que no hay, no hay nada son solo los dos, por lo que vi no creo que tramen nada dos personas solas en medio de la nada misma.
Le informo a mi papá y él me dice que los vigile en todo momento, que los espíritus le mostraron algo sobre la mujer de esa casa y quiere estar seguro de sus malas noches respecto a esa mujer desconocida que lo atormenta.
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Llega el verano y no hay nada raro en los blancos, ella va al pueblo cada mañana y el hombre vuelve a seguir arreglando su vivienda que cada vez va quedando mejor, me gusta la forma de trabajar del blanco, no parece importarle el trabajo sucio y pesado, esta ahí, firme mejorando su vivienda.
Como cada día la mujer blanca sale de su casa y hace el intento de montar una yegua, me aguanto la risa ya que no sabe montar muy bien y esas polleras que usa no le dan mucha movilidad para tener una destreza respetable, muchas veces he tenido la necesidad de correr hacia ella y decirle que se va a lastimar y explicarle como debe montar, ¿acaso nunca montó a un hombre? Niego y alejo esos pensamientos, sé que el hombre es su papá porque ella lo llama a gritos para la comida o cuando le da agua en sus días interminables de trabajo pesado.
—Aca... Aca. —riendo alzo a Meucaneo que está todo sucio—. Aca.
—¿Qué haces acá? ¿Y mamá?. —apunta y ahí la veo venir.
—Este parece un perro. —dice mi mamá riendo—. No te vayas así hijo.
—¿Papá?.
—Llevó a tus hermanos a casar. —lo dice feliz y yo me pongo aún más feliz porque los está tomando en cuenta, más que nada de que ya no son unos críos.
—¿Ailin?.
—Allá. —miro que está con las demás nenas de la tribu jugando a no sé qué, pero se ríen todas—. Ya van bañando como tres veces a esos pobres cachorros.
—Mejor que esté ahí y no queriendo salir detrás de papá. —bajo al menor de mis hermanos y miro a mi mamá—. ¿Necesitas que haga algo?.
—¿Me prendes el fuego? Tengo masa con harina blanca para hacer.
—Bien... Ya hago.
Cuando dijo blanca volvió a mi mente la mujer blanca que me tiene loco, loco de todas las formas posibles, cada día voy con deseos de verla, en las noches me imagino cosas con ellas y hasta he soñado con ella y eso que aún no la he visto de frente, ayudo a mi mamá en sus cosas de la casa antes de que llegue mi papá y me vea, ningún hombre hace esos trabajos, los hombres nos encargamos de generar y traer alimento, vestimenta y un hogar, las mujeres se encargan de la limpieza y crianza de los niños, pero mi mamá con tantos críos necesita ayuda, una sola mujer tuvo y es muy pequeña aún, a penas cuenta con cinco estaciones de invierno, es pequeña para ayudar, pero en unos años ya debe empezar con lo básico así se va formando para cuando tenga su propio hogar.
Acompaño a las mujeres al lago a lavar la ropa, por órdenes de mi papá las mujeres no deben ir solas a ningún lado, siempre un guerrero de la tribu debe acompañarlas por si aparecen blancos malditos a querer propasarse con una mujer.
—Papi. —Ailin corre a los brazos de mi papá riendo—. Te extrañé.
—Adentro Ailin. —ella baja sus brazos desilusionada y sus ojos se llenan de lágrimas por eso, él se agacha suspirando y acaricia su cara—. Hija mía... Debo repartir la caza con los hombres ¿Puedes esperar?.
—Sí. —la besa en la frente y ella va a los brazos de mi mamá—. Papi... Cuando vengas con mamá vamos a tener mucha comida rica para ustedes.
—Voy a volver rápido entonces. —voy con ellos para ayudar así se hace rápido todo.
—¿Buena caza?.
—Muy buena. —aunque no sonríe sus facciones no son tan severas y palmea la espalda de Ahoni—. Tus hermanos agarraron las mejores piezas... Esta semana nuestra gente va a tener buen alimento. —los hombres se ríen felices—. Vamos... A trabajar.
Todos creen que los indios somos vagos, pues si eso creía la gente con mi papá se equivocaron, mi papá nos cuenta historias de sus antepasados donde si eran vagos, hasta su propio padre vivía borracho esperando que las mujeres se muevan para comer, él cambió eso, los hombres trabajan y se entrenan para proteger a sus familias, en mi tribu quien no trabaja no tiene parte de los botines, y es separado de su mujer ya que no puede manterla como corresponde, también son muy mal castigados quien tenga en mal estado a su familia y quien golpee a su esposa, ahí mi papá da el veredicto final y he visto los castigos impuestos, me dijo una vez.
"Se lo van a pensar antes de golpear a una mujer".
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Unos días después llevo a un grupo de jóvenes hacia el campo, también va incluido mi hermano, los tengo que instruir en la caza, no solo de animales, sino de hombres también, deben saber defender nuestro pueblo a toda costa y ser guerreros no cobardes, debo enseñarles control mental y corporal para superar los problemas, debo enseñarles como empezar a crecer como un hombre de la tribu y así ser una persona útil.
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Blanca.
—¿Segura que es acá hija?. —miro a los hombres trabajar y asiento muy convencida.
—Sí… Acá es.
—Yo bajo mejor.
—No. —lo agarro del brazo negando—. Quédate, pregunto y vuelvo no va a pasar nada vas a ver.
—Me da miedo hijita.
—Vas a estar acá y sé que tienes un arma no soy tonta. —sonríe poniéndose rojo porque siempre le descubro todo—. Ya vengo... Pegunto y vengo. —bajo y antes de cerrar lo miro—. No te preocupes y no me hagas pasar vergüenza bajando.
—Mmmjjj.
Me acerco temblando entera porque aunque lo convencí a mi papá no si tengo miedo, veo a cinco hombres hablando y trabajando, obviamente saben que voy hacia ellos, seguramente aún cuando estábamos a kilómetros supieron que veníamos, pero siguen trabajando como si nada, el mapa que llevo en las manos se me cae, cuando alzo la mirada están los cinco mirándome.
Doy un par de pasos hacia ellos y los oigo hablar en aborigen, no sé que dicen pero se ríen, miro bien y hay uno solo que no se ríe ni hace gestos, uno camina hacia mí, pero el serio le pone la mano en el pecho parándolo.
—Domo lik kurewen. (esa mujer blanca es mía). —los miro dudando, ya que nadie más se ríe, después de que habla todos se quedan en silencio y dan unos pasos hacia atrás, el hombre serio se acerca mirándome como que me come—. ¿En qué te puedo ayudar blanquita?.
—¿Eh?. —me mira de lado y siento que mis piernas tiemblan, es hermoso este hombre por Dios santo—. Discúlpame… Necesito ayuda para llegar acá. —le muestro el mapa, pero no lo mira, nada más a mí me mira poniéndome nerviosa—. Me dijeron que venga a este lugar que acá siempre hay hombres trabajando que me pueden ayudar a llegar donde quiero ir, ¿Me podrás ayudar?.
—¿Y para qué quieres ir ahí?.
—Necesito hablar con Mewunko.
—Mawunko. —asiento aceptando la corrección y él no dice nada—. ¿Y para qué quieres hablar con él?.
—Soy maestra en la escuela del pueblo y tengo que ir a hablar con él algo muy serio e importante. —se ríe, ¿acaso se ríe de mí? Se gira y mueve la mano haciendo que lo demás comiencen a caminar—. Te p**o para que me lleves. —se gira y alza las cejas—. Lo que me pidas te lo p**o pero llévame ahí.
—Primero ¿Estás dispuesta a pagarme lo que quiera?. —me mira de pies a cabeza y eso me asusta bastante aunque sé que mi papá está en el auto mirando todo como un Halcón y jamás dejaría que alguien me toque—. Segundo. —se acerca bien pegado a mí, es inmenso de grande—. Si vas ahí blanquita... Eres mujer muerta.
—¿Por qué?.
—Nadie extranjero pisa esas tierras sin después morir... El cacique es muy estricto y acá todos lo saben. —golpea el mapa que aún sostengo como mostrándoselo—. Quien te haya mandado para acá definitivamente quiere que te maten.
—No... No no no. —doblo el papel guardándomelo en el bolsillo de la pollera—. La directora me envió después de que le insistí que quería hablar con él.
—No te voy a llevar blanquita. —se gira y lo agarro del brazo.
—¿Podrías hablar con él? ¿Tienes acceso para hablar con él e informarle? Le puedes decir que me busque, ya sabemos que todos ustedes saben de nuestra vivienda y sabemos que nos vigilan así que es fácil encontrarnos.
—¿Cuál es tu insistencia mujer?. —se cruza de brazos pareciendo más grande—. Te dije que no puedes ir ni menos hablar con él y sigues insistiendo aun sabiendo que vas a morir.
—Es por los niños y jóvenes de tu pueblo. —no sé si puedo razonar con este hombre porque se ve que es muy cerrado en lo que él y su gente cree—. Si él quiere un futuro para su gente me va a escuchar. —me mira en silencio un buen rato—. Por favor.
—No prometo nada.
—Bien. —un poco más y salto de alegría porque va al menos intentarlo—. Puedes encontrarme en la escuela del pueblo si tienes una respuesta.
—No... Ahí no.
—¿Entonces?.
—Voy a buscar la forma de avisarte. —cuando se quiere ir le tiendo mi mano.
—Soy Blanca. —alza las cejas dudando hasta que me da su inmensa mano.
—Auca. —oímos un silbido, nos giramos y los demás ya están re lejos—. Debo irme Blanca.
—Que te vaya bien.
Mi papá me llena de preguntas mientras volvemos a la casa, estaba aterrado y lo entiendo, desde que llegamos a este pueblo hace dos meses no paran de hablarnos mal de los "indios", pero él que me habló creo que está muy lejos de todas las barbaridades que dicen por ahí, cuando nos empezaron a hablar mal de esta gente le dije a mi papá que no creamos nada de eso, que los que nos hablaban mal tienen pinta de todo menos de buenos samaritanos, así que debe ser todo lo que ellos son reflejado en la pobre gente de Auca.
Pasan casi tres semanas y no tengo noticias del muchacho hermoso, mi papá no me ha querido volver a acompañar otra vez al campo por miedo a que los del pueblo tomen represalias con nosotros todo por acercarnos a ellos y sola no puedo ir, ya que aunque me duela admitirlo me da miedo, miedo a estar rodeada de desconocidos que hablan en otra lengua y que si me hacen algo nadie jamás me escucharía pedir ayuda.
—Chhhh. —sigo caminando sin mirar—. Chhh Blanquita. —me giro al oír eso, pero no lo veo por ningún lado—. Aquí abajo.
—¿Eh?. —me acerco hacia un canal, está ahí abajo sonriendo—. ¿Qué haces ahí?.
—Que nadie te vea... Baja rápido. —miro para todos lados y no anda ni el loro, pero decido no decir nada.
—Está bien. —me siento en la tierra y me agarra de la cintura bajándome—. ¿Por qué estás acá? No anda nadie, el pueblo está lejos.
—¿Y qué haces tú acá caminando sola?. —se apoya en la tierra frente a mí.
—Voy hacia donde los Rebian.
—¿Ah?. —lo miro sin creer, ¿acaso es un ataque de celos lo que tiene?—. Responde.
—Doy clases particulares a sus hijos. —me mira en silencio—. ¿Tienes una respuesta?.
—Tienes que lograr que salga de mi boca.
—¿Es un sí entonces?. —digo emocionada.
—Yo no dije nada, ¿Quieres la respuesta?. —asiento y él sonríe—. ¿Y qué me vas a dar a cambio?.
—No entiendo ¿Qué es lo que quieres? Sé más claro por favor. —mira de arriba abajo mi cuerpo mordiéndose los labios y yo niego aunque siento un calor recorrerme que nunca sentí.
—Mañana me voy por mucho tiempo y necesito una mujer... De muslos blancos y pezones rosados. —trago duro cuando se acerca a mi enjaulándome—. ¿Y? Mi respuesta mi recompensa.
—Yo...
Aprieto mis piernas sin darme cuenta y me siento morir porque mi cuerpo reacciona a él, ¿Cómo puede ser eso posible si es la segunda vez que lo veo y ya me hace desearlo? Me apoyo en la tierra cuando él pone un brazo a cada lado de mi cabeza, baja su cabeza hasta rozar mi piel de la frente, cierro los ojos cuando siento sus labios en mis mejillas, baja con besos tan suaves que me hacen estremecer y plantearme si realmente esta acá conmigo o todo es producto de mi traicionera imaginación, por Dios santo que estoy en el cielo ahora, si mi papá me ve así me mata de una, ni lo piensa, soy una dama, una mujer, no debería estar dejando que me toque con tantas libertades, pero aún sabiendo que está mal no logro detenerlo haciendo que el mundo se detenga en este hombre; mi piel más se eriza cuando su mano sube mi vestido, la fresca mañana de abril se vuelve pleno enero en donde no puedes ni respirar de calor, su mano sube toda la falda de mi vestido al mismo tiempo en que su boca llega a la comisura de mi boca, ¡como quiero que me bese!, quiero rodearlos y así besarnos como dos dementes, mis cosas caen al suelo cuando me alza las piernas poniéndolas en su cadera, jadeando pongo mis manos en sus hombros y mis ojos se abren gigante cuando choca sus caderas en mi v****a sensible y ardiente.
—Ohhh Blanquita ¿Estás dispuesta a hacer esto acá?.
—Yo...
—Shhhh. —mira hacia todos lados dándome la sensación de un animal que huele a su presa, me estampa contra la tierra y me tapa la boca con una mano, abro gigante los ojos y me revuelvo.
—Ssh. —me quedo quieta cuando escucho cascos de caballos—. Silencio. —asiento y ruego a Dios que pasen rápido, a los minutos me suelta y se gana donde estaba en un principio, yo de un lado y él del otro—. Casi casi Ayegün.
—¿Qué significa eso?.
—No te lo voy a decir. —agarra mis cosas metiéndolas al bolso y me lo da—. Vamos... El cacique te está esperando.
—¿De verdad?. —sale del lado contrario a la calle, le doy mis cosas y luego le estiro mis manos así me alza—. Gracias... No pensé que me ibas a levantar tan fácil.
—Eres tan pequeña como una mailen.
—¿Mailen? No entiendo tu idioma.
—Niña... Mailen es niña.
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1° Insegura "letras rojas"
2° Insegura "letras azules"
3° Tentación.
4° Inesperado.
5° Inocencia.
6° Lecciones.
7° Aprendiendo.
8° Confiando.
9° Miradas.
10° Mi Rebelde ■
11° Indomable.
12° Antu.
13° Arreglado.
14° Mestizo.
15° El Indio.