Blanca.
—¿En dónde estabas?. —Auca me intercepta a penas bajo del auto, esta sin remera, todo sucio y transpirado haciéndolo un fuego.
—¿Qué te pasó?. —le miro el pecho en donde tiene marcado su mano parece, porque donde está tan sucio que se ve como que se deslizó.
—¿En dónde estabas?. —se me acerca amenazadoramente y yo lo miro dudando—. Te dije que odio a los malditos Rebían y vas y te metes en su casa aún cuando te dije que no te quería ahí.
—Trabajo ahí... Ya lo sabías.
—¿Acaso lo que yo diga no importa? ¿O hablo al aire?.
—Es mi trabajo... Cuido a sus hijos nada más.
—Bien. —se gira y de un salto se sube al caballo, mi papá nos mira sin decir nada—. Señor Leonardo... Mañana en la mañana vengo así seguimos.
—Te espero entonces. —se va furioso al galope y yo quedo sin entender nada de lo que pasó—. ¿Qué fue todo eso?.
—No tengo idea papá.
Ya el sol se está poniendo y mi vista sigue en la espalda de Auca alejarse y no girarse en ningún momento y eso me duele.
Doy un par de vueltas alrededor del auto pensando en si ir por él o dejarlo que venga solo y calmado, pero pensándolo bien siento que no va a venir a menos que vaya a buscarlo y aclarar las cosas porque no puedo dejar mi trabajo por dejarlo, ya que necesitamos todos los ingresos posibles para poder hacer que estas tierras tengan vida y podamos conseguir dinero, pero mientras tanto cualquier trabajo que me salga lo voy a tomar así no recae todo en mi papá, pienso y pienso hasta que me decido ir por él, agarro mi caballo y salgo atrás de donde él iba porque con el auto no voy a llegar a ningún lado, no tengo idea a donde va este camino, pero si voy donde él, sé que nada malo me va a pasar.
De golpe quedo de piedra cuando aparecen unos hombres a caballo y me gritan en el idioma de Auca que no entiendo nada, pero si entiendo que están alterados y me piden que pare, pero mi yegua está alterada y sigue avanzando para alejarse de estos extraños, uno me agarra de los pelos tirándome al suelo.
—Mawunko. —me miran y dejan de gritar—. Mawunko... Morfema... (Ver) —me mira dudando, es la única palabra que sé y me la enseñó la hermanita de Auca, porque a mi entender, decía que me veía de lado a lado al ser pálida, se me van los recuerdo cuando el hombre me para subiéndome al caballo, comenzamos a caminar viendo a dos adelantarse seguramente a avisar que me tienen con ellos, a lo lejos veo unas chozas y gente por todos lados saliendo a mirar.
—¿Acá vive?. —toda la gente es diferente a él y a sus hermanos, se parecen todos al jefe que es lo que recuerdo, pero me digo que Auca debe tener una mezcla, su mamá no debe ser de la misma tribu porque son muy diferentes—. Ahoniquen.
—¿Qué hacer aquí?.
—Me agarraron. —sale corriendo sorprendiendome y seguimos caminando, la gente me mira con intriga y hablan entre ellos apuntándome.
—¿Ñithol? (El jefe). —me bajan de mi yegua y me hacen arrodillar en el suelo, sale el gran jefe de la choza más grande.
—Ñithol, pen huinca ollon mapu... (Jefe, encontramos a la extranjera cerca de nuestras tierras).
—Domo lik... ¿Llüka? (Mujer blanca... ¿No tiene miedo?). —niego sin saber que hacer porque no sé que es lo que dicen, ahí lo veo llegar con Ahoniquen detrás.
—¿Poñi?. —le habla muy rápido sin mirarlo y él se desespera, no logro colocar una palabra en una oración porque habla muy rápido, pero Auca cae arrodillado adelante mío y me mira a los ojos.
—¿Auca?.
—¿Por qué me seguiste? Te quieren matar.
—¿Eh?. —mis lágrimas caen de desespero—. No hice nada ellos me agarraron.
—Tienes que irte. —asiente a lo que el jefe le dice—. Y no intentes de volver nunca más. —lo miro a los ojos con dolor—. Ahoniquen... Lleva a la mujer blanca a su casa y que jamás vuelva. —mis lágrimas caen al escucharlo—. La próxima vez nadie va a poder salvarte mujer... Ni siquiera yo... Vete.
Voy arriba del caballo con mis lágrimas cayendo sin parar, me duele todo el cuerpo ahora, cuando me tiraron del caballo me golpee con algo que en el momento no me dolió, pero ahora si, mi lado derecho duele muchísimo y con cada salto del caballo lo hace peor, y ni hablar de mi cabeza porque ese tirón de pelo lo sentí como si me arrancaran la columna.
...................
Todos los días me siento en la puerta a esperarlo por horas, ya pasaron tres meses en que no lo veo ni por asomo, cada vez que llego de trabajar, el trabajo que estaba haciendo con mi papá está más avanzado, pero no hay rastros de él, hay días en lo que me digo que fue todo un sueño, una fantasía, que él no existe, pero no es así, los recuerdos están vivos en mi mente y cuerpo y no puedo salir del pozo de angustia y dolor en el que estoy metida.
—Papá. —salgo de la casa acomodándome el sombrero para cubrirme del sol o la piel de la cara se me pone roja como un tomate—. Voy a la tienda por fideos que ya no nos quedan.
—¿Pasa a la ferretería y me traes esto?. —me da un clavo—. Muestrale y pide dos kilos.
—Bien... Vengo enseguida.
—Con cuidado hija.
—Sí. —manejo con calma y sin apuro, hoy no trabajo así que estoy tranquila, llego a la tienda y esta Luisa atendiendo—. ¿Cómo estás?.
—Acá. —toca su tripa hinchada, eso me pone sentimental—. Falta poco.
—Que lindo... Me alegra mucho. —pido lo que quiero y le p**o—. Voy a poder enseñarle a tus hijos cuando vayan a la escuela.
—Ojalá... Hablan muy bien de tus enseñanzas.
—Me esfuerzo todo lo que puedo. —voy a la ferretería o mi papá se va a enojar porque dice que sociabilizo mucho olvidándome de mis responsabilidades—. ¿Puedo mirar los estantes mientras me da dos kilos de estos clavos?.
—Si claro... Mira tranquila. —estoy viendo unos ganchos de cortina cuando la puerta se abre, hipnotizada lo veo ir al mostrador.
—Necesito esto. —mi corazón se para al verlo, pero me enfurezco cuando el vendedor ni lo mira.
—¿Algo más señorita?. —me mira de reojo y yo niego.
—Estaba el joven, atiéndalo.
—Este indio puede esperar. —y ahí me hizo hervir la sangre.
—Estaba él primero, ¿Y qué es eso de indio?. —el hombre lo mira y Auca niega con la cabeza gacha.
—Son unos salvajes. —le saco el papel de las manos a Auca y lo pongo en el mesón.
—El joven pidió esto señor ¿Sería tan amable de vendérselo?.
—Puede esperar.
—Puedo esperar. —dice Auca con su voz más ronca.
—Véndale lo que pidió. —le da todo y cuando le da el vuelto me mira.
—¿Contenta?.
—Sin vergüenza... No llevo nada... Esta pocilga no la piso más en mi vida. —le tiro todo y salgo furiosa de ahí, mi intensión era verlo, pero como no está manejo hasta la casa de Sara, golpeo y abre Jeremías.
—¿Blanca?.
—Necesito un favor ¿Puedes ir a la ferretería y comprar dos kilos de estos clavos? Me peleé con el viejo ese.
—Está bien. —le doy las llaves del auto y entro a la casa, ella también esta embarazada de su primer hijo.
—¿Qué pasó? ¿Por qué te peleaste con él?.
—Trató de indio salvaje a Auca.
—¿Y lo defendiste?.
—Y sí. —me siento fregándome la cara—. ¿Qué iba hacer?.
—Eso va a traer problemas... Jeremías los tiene por cuidar de sus animales.
—¿Los cuida?.
—Si, ¿Tu papá no te dijo nada? Hasta tienen trato con Mawunko.
—No sabía nada.
—Blanca. —Jeremías me entrega la bolsa y me agarra de un brazo—. Mucho cuidado... Todo el pueblo sabe que defendiste a Auca y dicen que eres... Que eres...
—Ya sé tranquilo. —manejo furiosa a mi casa, cuando llego Auca se va de inmediato, voy donde mi papá y lo miro—. ¿Así que ahora hasta trato tienes con Mawunko? No me dijiste nada.
—¿Y qué querías que te diga?.
—Que me cuentes. —¿acaso es un chiste? ¿Están todos en contra mía ahora?—. Yo lo hago, te cuento todo papá.
—Auca no quería que lo sepas. —eso me hace llorar pero de bronca—. Déjalo ir hija... Está comprometido con una chica de otra tribu... Llega en una semana y lo casan.
—No puede ser. —voy a la puerta para ir a que me explique pero mi papá me para—. Déjame... Voy a ir a verlo... Tengo que hacerlo papá.
—Vas a tener que olvidarte de él Blanca.
—¿Cómo hago?. —caigo al suelo gimiendo de dolor y él delante de mí mirándome—. ¿Cómo lo olvido cargando a su hijo papá?. —esta tan quieto que parece que le dió un ataque —. Papi.
—¿Voy a ser abuelo?.
—Sí. —se sienta fregándose la cara y después sonríe—. ¿No estás enojado?.
—Más vale que si Blanca, porque me hubiese gustado que te cases primero, pero las cosas se dan cuando se deben dar y por algo esa criatura se dio ahora.
—¿Querrá un hijo?.
—Si no lo quiere es un pelotudo hija... No hay otro nombre.
*****
Auca.
Estoy afuera de la estación esperando al maldito que no me quiso vender lo que fui a comprar, me dijo de todo y fui paciente esperando a que se canse de insultarme, pero aún así no me quiso vender nada, cuando sale lo agarro contra el callejón y le doy la paliza de su vida, cuando lo dejo lo paro y hago que me dé la luz en la cara así sabe bien quien fue el que lo golpeo.
—Ahora ves al maldito indio que hizo que te hagas en los pantalones. —me mira asustado—. Mañana voy a venir y me vas a vender lo que te pedí ¿está claro?.
—Sí... Si, no me pegues más por favor.
—Más vale que tengas todo lo que vine a buscar hoy. —lo sacudo por la ropa—. Y si llega a estar la policía esperando la próxima paliza es para tu mujer embarazada y tu pequeña hija que va a la escuela a la salita de la maestra Blanca. —abre gigante los ojos, si, lo estuve vigilando y no las voy a golpear, pero espero que le dé miedo y haga lo que le digo.
—No... No mi familia por favor.
—¿Entonces nos entendemos?.
—Si, mañana tengo todo listo.
—Bien.
Vuelvo a donde esta Ahoniquen y Llanemun esperándome, me miran asustados creyendo que nuestro padre nos va a matar a palos, pero me importa poco, no me quiso dar los materiales que necesitamos para seguir mejorando la vida de nuestra gente en el pueblo, como a uno de mis pequeños hermanos se lo llevó el invierno por eso mi papá aceptó las mejoras o nunca lo hubiera autorizado, tuvo que sentir la perdida de un hijo para que entre en razón o todo seguiría igual y empeorando.
Cuando llegamos al pueblo veo los avances que estamos logrando, con calma, pero firmes, me hice socio con Leonardo, los ingresos son mucho para mí pero él me dice que eso no es nada, que pronto vamos a ver el plato fuerte, pero para alguien como yo que no nos alcanzaba ni para un clavo es mucho, estamos terminando las casas de los ancianos primero, estamos haciendo todo de materiales y por dentro reforzamos con las pieles porque retiene el frío manteniendo el lugar templado y en el verano retiene el calor.
—¿Auca?. —los miro sin decir nada.
—¿Qué pasa?.
—¿Tenemos que ir a buscar mañana las cosas?.
—Ustedes no, voy a ir con Leonardo, ya que él tiene vehículo y podemos cargar ahí.
—Bien. —llegamos al pueblo y mi papá está sentado afuera de nuestra casa vigilando los trabajos.
—Padre.
—Llanemun. —él lo abraza y mi papá se ríe, en realidad es nuestro primo, pero lo criaron mis papás al morir sus papás—. Tranquilo hijo.
—Te extrañé padre.
—Yo también hijo mío. —niego por el hecho de que se muestra así cuando no hay nadie del pueblo cerca—. Tu madre te preparó una sorpresa.
—¿Torta dulce?. —Llane claramente se emociona al deducir eso.
—¿Por qué no vas a ver?. —le habla en susurro—. Ve antes de que tus hermanos se enteren. —entra corriendo y ahí nos mira serio—. ¿Para cuándo los materiales que necesitamos?.
—En la mañana vamos a ir con Leonardo a buscarlos. —asiente sonriendo.
—Bien... Vayan adentro a saludar a su madre que preguntó todo el día por ustedes.
—Sí. —entra Ahoniquen primero y cuando paso por su lado me agarra del brazo—. ¿Padre?.
—¿Qué haces llevando a tus hermanos en tus responsabilidades?.
—Los blancos se acercan cada vez más... Ellos necesitan saber por si algún día nos pasa algo, soy realista y les enseño bien.
—Entra... Y Auca. —palmea mi brazo asintiendo—. Me gusta que les enseñes.
En la mañana algunos hombres se quedan en las casas para trabajar los animales y cuidar de las mujeres y niños, y el resto va donde Leonardo a hacer ingresos, necesitamos de toda mano disponible para poder avanzar antes del próximo invierno maldito, ninguno cobra nada y no saben manejar dinero ya que de todo nos encargamos con mi papá, pero como ellos tienen fe ciega hacia mi papá le confían, y mi papá no los estafaria con nada, es todo parejo para todos, aún para su propia familia.
Los niños menores trabajan en las huertas con las jóvenes sin estar casadas, las mujeres en las casas y los hombres con hombres jóvenes con los animales, hace un tiempo salimos a buscar caballos, los estoy domando y Leonardo me busca vendedores buenos, ya que son de buen porte y muy fuertes.
—¿Lo pensaste no?. —dice Leonardo viéndole la cara al de la ferretería.
—Sí... Tienen plata y les tenemos que vender.
—Así se habla. —se inclina palmeándole el hombro—. Nuestra plata vale lo mismo que la de los demás y ya no nos vas a subir los precios de nuevo. —una vez que él le paga nos vamos—. Que paliza le diste Auca.
—Es un idiota. —subimos las cosas al carro que trajimos—. Tenía que habernos vendido ayer sin problema.
—Es verdad. —el carro termina súper cargado— Blanca necesita el auto para el mediodía. —aprieto las manos con fuerza porque sé a donde va, sin que lo sepa la sigo para que llegue bien y vuelva bien—. En su estado no puede caminar tanto.
—Mi papá está desesperado para empezar otra vivienda.
—Creo que vamos a tener como para tres. —viejo sabio que sabe que no quiero tocar ese tema y no insiste—. Los ladrillos ya casi están secos y vamos a tener que hacer más.
—Voy hablar con los hombres para ponernos a hacer más ladrillos.
Al final los hombres emocionados se ponen a hacer los ladrillos así terminamos las casas cuanto antes, terminamos ya con la de los ancianos y ahora comenzamos con la de los demás, según Leonardo las casas van a ser grandes para que podamos estar bien cómodos y tengamos privacidad, al principio como todo el mundo le tenían miedo a los cambios, pero cuando vieron una casa lista les quedó fascinando y todos comenzaron a solicitar la suya propia.
Estoy con Leonardo hablando de lo que debemos hacer para tener más ingresos, mi papá lo respeta mucho, pero aún así no tiene mucho trato con él, sigue siendo blanco me dijo una vez, y los blancos son traicioneros y mentiroso, hay que tenerlos ahí no más, sin mucha confianza.
—SEÑOR GONZÁLES. —Jeremías viene como loco en su caballo dando gritos—. SEÑOR GONZÁLES.
—¿Qué pasa?. —corremos hacia él asustados.
—Su hija señor. —el caballo cabecea y tira espuma donde venía que no daba más—. La atacaron en el pueblo.
—¿Qué?.
—Está en mi casa... No logra hablar y el médico la está revisando.
—Ya vamos. —me subo a la camioneta y no me dice nada solo maneja como loco con Jeremías atrás siguiéndonos, llegamos a la casa de él y entro como loco sin golpear, solo quiero verla.
—Blanca. —se tira en mis brazos llorando—. ¿Qué pasó? ¿Quién te atacó?. —llora y no logra hablar, solamente me aprieta desesperada.
—Quisieron abusar de ella. —mi cuerpo se tensa y Leonardo cae sentado en la silla jadeando—. El hijo más grande de Luisa gritó cuando lo vio o no sé que seria de ella ahora.
—Ya vengo.
—No. —me aprieta con más fuerza—. No Auca no me dejes, no ahora que te necesito.
—Voy a ir. —Leonardo me agarra de la mano.
—Búscalo hijo. —esa mirada que tiene me da miedo, muchísimo miedo—. Y haz lo que creas mejor para que pague.
—Lo voy hacer.
—Por favor Auca no me dejes tengo miedo. —respiro hondo en la puerta sin saber que hacer, me giro viendo que está temblando de terror y no para de llorar mientras se aprieta las manos dejándoselas rojas de lo fuerte que se friega—. No te vayas por favor.
—Vamos a la casa y mañana lo busco.
—Doctor, ¿cómo está ella?. —dice Leonardo medio temeroso—. Le... ¿Le hizo algo?.
—No. —aprieto mis manos con fuerza—. Ella y el bebé están bien... Mañana tienen que ir a la comisaria para que hagan la denuncia como corresponde y den búsqueda.
—Bien. —los mira a todos asintiendo—. No quiero que nadie diga nada... Y no vamos a poner denuncia, yo me voy a encargar y no necesito sermones de ningún tipo. —vamos a la puerta los tres—. Si quieren dar aviso digan que el que se atrevió a tocar a Blanca lo va a pagar de la peor manera posible porque tiene un padre que la va a defender de cualquier mierda que se le cruce.
—Papi vamos por favor.
—Si mi amor. —vamos al auto y la subo con cuidado poniéndome a su lado—. No me sueltes Auca.
—No lo voy hacer... Nunca más te voy a soltar.
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