Una decisión muy difícil.
Después de llevar a su casa a mi chica (porque no pienso dejarla ir), llegué a la mía. Mi abuela estaba sentada al final del pasillo viendo su telenovela y tejiendo un buzo. Me acerqué muy emocionado y besé su frente.
—¿Cómo te fue? ¿ Qué te dijo la muchacha? Tu abuelo llegó temprano y se acostó a dormir. Mañana le publican un ensayo y está muy feliz, cuando puedas lo felicitas. —dijo mientras se acomodaba los lentes para seguir viendo la novela.
Es decir, yo ya había perdido el chance debía esperar a que terminará la telenovela o se pusiera en comerciales para volver a hablar. Interrumpirla mientras se disfrutaba de sus culebrones era más peligroso que ser mordido por una mamba negra.
Por esa razón el abuelo le había puesto el televisor donde nadie la interrumpiera. Tomé un gran respiro y le besé la cabeza. Sabía que después iría a mi cuarto a saber en qué había terminado mi día.
Sentía que tenía mi espíritu flotando. Ese beso me dejó derretido. ¡Creo que también le gusto! Metí la mano dentro del boxer para acariciar al amigo que estaba firme desde hace algún rato.
Cerré los ojos y empecé a imaginar su cuerpo desnudo encima de mí, moviéndose suave mientras yo me prendo de su cintura con ambas manos. ¡Qué tortura la necesito en mis brazos!
Busqué el teléfono y le envié un mensaje contándole que ya estaba en casa para tener excusa de poder chatear un poco.
—¡Ah de haberse quedado dormida porque no reviso mi mensaje! —dije para consolarme. Estuve un largo rato ansioso revisando cada minuto el teléfono.
Me volvía loco su larga cabellera negra. Era una chica que le gustaba cuidar su apariencia para verse linda, eso me atraía más de lo normal. Además de un perfume ¡UF! Si así no olía el paraíso, estaba cerca.
Esa noche me dormí empalmado, porque no había querido masturbarme. Solo posaba mi mano sobre m*****o y me complacía pensar que ella había causado ese efecto en mi cuerpo.
Al siguiente día por fin me respondió y tal como lo había imaginado dijo que se había dormido, pero que en la salida conmigo la había pasado muy bien. ¡AYAYAY!
—¡Se llegó mi momento! —musité en voz alta, solo tenía que esperar un poco que ella se sintiera cómoda conmigo, pues asumo que perder la virginidad con un recién aparecido no debe ser tan fácil. La invité a bailar esa noche.
Ella me dijo que aceptaba y que luego la llevara a comer. ¡A comer! Aunque en la tarde me confirmaba...
Le hablé a un vecino que en ocasiones me prestaba dinero, pero la última vez había demorado mucho para pagarle completo así que me dijo que no podía hacerme el favor.
A mi abuelo no le podía pedir porque el dependía de la pensión y con eso mantenía la casa y compraba la comida. En estos momentos me daba cuenta que era un inútil que no servía para nada. ¿Cómo podía aspirar a tener una novia como Samantha si no podía pagar un solo tacón de los que usaba?
De verdad que la pobreza me tiene mal. Salí a dar un paseo y a pensar ¿Qué podía hacer para conseguir algo de dinero?
Era hora de buscarme un trabajo. Pregunté en varios locales y dejé un papel con mi número de teléfono pero como no tenía experiencia sabía que no me iban a llamar.
Así fue como pasé frente a la casa de empeños. Casi siempre se veían anillos o joyas expuestas en venta porque sus dueños no habían alcanzado a reunir el dinero de nuevo. Bueno, yo no tenía nada de eso.
Cabizbajo empecé a caminar y de pronto se me ocurrió que debía preguntar si además de prendas como las expuestas, aceptaban otros artículos. Bueno, tal vez tendría algunas cosas que podían solucionar mi problema.
—Además de joyas. Pues, eh… Artículos de colección, antigüedades, instrumentos musicales, pinturas… ¡Solo eso por ahora! —dijo el dueño y le agradecí.
—Mmm... ¡Instrumentos musicales! —No podría deshacerme de alguno de mis instrumentos. ¡No! Además si lo hacia el abuelo me iba a cortar los gúevos, él me los había regalado todos. Tenía una batería, un teclado, un violín, el bajo, una mandolina que era de su padre, una guitarra normal y la que más amaba era la eléctrica.
Volví a recibir un nuevo mensaje recordándome la cita de ésta noche.
Como llevado por los malos espíritus fui hasta la casa y saqué la guitarra eléctrica, era la que estaba más conservada y como era lo que más quería la recuperaría rápido…
Pude salir de la casa sin ser visto, estuve a punto de renunciar a todo unos cinco minutos antes de entrar al local. Era mi tesoro más preciado pero estaba dispuesto a sacrificarlo por ella.
Luego de que él comprador la revisara minuciosamente para poder ofrecerme una cantidad razonable le pedí encarecidamente que me la cuidara:
—¡Es mi niña! Volveré por ella, por favor promete que no se la venderás a nadie, la vendré a buscar muy pronto. —Él me explicó las normas del contrato y si me tardaba más de un mes en ir a buscarla ya debía darla por pérdida a menos que aún estuviese en venta y pagará un alto precio por ella.
Eso no me iba a pasar. Asumo que en menos de quince días, ya la tendría en casa… Agarré el dinero y sentía un poco de nostalgia pero no había otra opción. La acaricié por última vez, la entregué y salí de allí con muchos sentimientos encontrados.
Recuerdo que era navidad cuando mi abuelo me sorprendió con ese regalo. Siempre me ponía melancólico por esas fechas, veía a los demás niños con sus papás quemando pólvora y yo no tenía idea ¿Quién podría ser el mío?
Aunque mi abuelo se esmeraba por darme el cariño suficiente siempre estaba ahí la espinita que si se movía dolía. Al abrir el regalo me volví loco de emoción, toda tristeza dejó de existir y desde entonces he sido tan celoso con ella que siempre la ponía en un lugar especial.
Restregué mis ojos nublados de lágrimas que empezaban a asomarse y me dije en voz alta:
—Solo serán unos días, Chuy. Necesitas organizar tú vida amorosa y aunque eso implique renunciar a algunas cosas al final el sacrificio dará buenos resultados. ¡Vas a ver campeón! —Me animaba para seguir con el plan.
Al llegar a la casa me molesté un poco con mi abuela porque me había lavado el pantalón más nuevo que tenía. Pero bueno al final ella no tenía por qué saber que hoy iba a salir.
Me puse un jean que me quedaba ancho y una camiseta negra. Unas converse rojas y una gorra de los Yankees de Nueva York. Era una pinta juvenil… De nuevo nos encontramos bajo el mismo farolito de la cita anterior; para mí emitía una luz más brillante que los demás. Y el aire corría en dirección opuesta a nuestro rostro, hacía que cada segundo fuese mágico:
—¡Luces maravillosa Samantha! —Mis ojos bailaban recorriendo su cuerpo, llevaba todo el abdomen descubierto y un pearcing colgaba de su ombligo.
Seguí bajando la mirada y un dolor que reconocía perfectamente se ocupó de la mitad de mi cuerpo al ver esos dos muslos expuestos, tan perfectos que podría pasarme horas besándolos.
Sus tobillos adornados, y esos delicados deditos que se percibían por los espacios de sus peep toes. (Se preguntarán ¿Por qué sé como se llaman esos zapatos? Bueno es que mi abuela me hace acompañarla y siempre anda preguntando por ese estilo, pues los demás le lastiman un dedito que se golpeó hace mucho tiempo y le quedó con cierta sensibilidad)
—Pues gracias. —La mirada que me dirigía no parecía muy complacida —. ¡Pensé que iríamos a bailar!
—¡Si! Claro, vamos. —dije sin percatarme que a lo que se refería era que mi atuendo no era tan formal para ir a bailar. Sin embargo, se levantó y dijo que había traído su vehículo porque no deseaba caminar.
Me subí en el puesto de copiloto y la adrenalina que bombeaba mi cuerpo no puede ser descrita.
—¡Qué precioso auto! —Puse mi mano en su muslo intentando obtener proximidad, pero apenas tuvo oportunidad me retiró la mano. «Un mensaje claro, no me iba a dejar avanzar muy rápido».
Bueno llegando al lugar me pidió que fuese pagando la entrada, seleccionando una mesa y pidiendo algo para tomar mientras ella estacionaba el auto. Le ofrecí que me permitiera acompañarla pero insistió que podía hacerlo sola y le hice caso.
Me dirigí al bar caminando un poco intimidado, pagué la entrada y fui a hacer todo tal cual como me lo había pedido. Al pagar me dolía entregar cada centavo. Solo yo sabía el sacrificio que eso conllevaba.
Me serviría un trago antes de que llegara, necesitaba vencer lo cohibido que me sentía. Creo que me había llenado de desconfianza porque el lugar estaba lleno de hombres con ropas muy elegantes.
Cuando entró llamé su atención batiendo mis manos para que se dirigiera a la mesa. Se sentó y mantenía su rostro en una lectura en el teléfono.
—¡Qué bonito adornaron el lugar! ¿No te parece? —Quería llamar su atención.
—¡Aja! —Y siguió pendiente de lo suyo. Así que le serví un trago y se lo acerqué. Se detuvo por un momento, lo agarró y me la acercó para que brindáramos.
Se lo tomó de un solo sorbo y mordió el limón. Yo me quedé asombrado que no hizo gesto alguno con su rostro. Guardo el teléfono y dijo que bailáramos un poco.
Al lado de nuestra mesa empezamos a movernos y a hablar de gustos musicales. Al parecer la estaba abrumando con todo lo que le estaba comentando y decidí callarme.
Luego veo que justo iban ingresando “Los Luna” eran cerca de seis hombres que tenían fama de matones, pero derrochaban mucho estilo. Nadie se metía con ellos pero si llamaban mucho la atención por la cantidad de joyería que llevaban encima.
Pude notar que ella los detalló y al rato me dijo que debía ir al baño. Me senté a esperar que regresara. Se estaba tardando un poco, pero bueno así siempre son las mujeres. Les encanta quedarse añales en el tocador. La vi acercarse pero traía el rostro manchado como si hubiese estado llorando. Me dijo que debía irse porque una amiga estaba en problemas y salió corriendo del bar.
Agarré la botella e intenté seguirla pero se subió en su auto y a pesar que le hice señas de que también quería ir, me ignoró. Me quedaba muy preocupado, observé la botella en mi mano casi llena y pues ya que… Regresaría al bar y me la tomaría yo solo.
No entendía ¿Por qué en la cita anterior se había portado tan dulce? Ahora tenía una actitud fría y distante.
Empecé a tomarme un trago tras otro. Estaba desilusionado y a medida que le metía más alcohol a mi cuerpo las emociones empezaban a surgir.
Un chico que también estaba solo se me acercó y pidió sentarse conmigo, me daba igual. Yo estaba pasando un amargo momento.
—¿Qué le pasó a tu novia? —Le compartí un trago porque estaría bien hablar después de todo.
—No pana, aún no es mi novia. Me tiene arrastrando el ala pero se hace la difícil. Recién acabamos de llegar y me sacudió, me dejó por una amiga.
—Tranquilo hermano, entre mujeres desarrollan una afinidad muy grande. Contra eso no podemos luchar los hombres, por eso es que lo mejor es buscarse una novia que no tenga amigas que le dañen la cabeza, te lo digo yo que ya perdí la cuenta de las novias que he tenido. —Y así poco a poco empezamos a hablar tarugadas de todas las mujeres que nos habían hecho sufrir en algún momento.