Una escandalosa situación.
—Créeme compadre que ninguna mujer merece nuestro amor. —Después de habernos tomado mi botella y de que él hubiese comprado otra, ya nos tratábamos como a los mejores amigos.
—Pues ¿Qué te digo? Mejor sírvame otro trago compadre porque lo que soy yo; hoy me emborrachó. —A decir verdad ya estaba que no podía pronunciar bien las palabras.
Después de un rato más le dije que estaba algo mareado y propuso que nos fuéramos del lugar.
—Si quieres una vieja, pégate para mí apartamento y allí justo al lado viven un par que están comestibles, además como dicen: “En tiempo de guerra, cualquier hueco es trinchera” —Pues no era lo que deseaba pero no iba a quedar como un cobarde ante éste nuevo amigo.
Empezamos a subir por la avenida y habían partes que estaban muy oscuras, la cabeza no dejaba de darme vueltas y el equilibrio se me hacía imposible de mantener.
Íbamos hablando de todas las cosas que les íbamos a hacer a las chicas cuando de pronto tropecé, me caí de frente y mis lentes salieron disparados a la mitad de la calle.
De inmediato me quedé sin visión pero pude distinguir la luz de un auto que se acercaba, le gritaba a mi amigo que me ayudara. Pero él solo se reía de mi desgracia pensando que estaba bromeando.
Escuché el chasquido de las ruedas pasando muy cerca de mí. Luego le pedí que me ayudara a buscar las gafas. Unos minutos después me entregó una montura pero sin los cristales, una llanta del auto los había aplanado.
De esa forma no sería capaz de seguir a menos que me guiarán, no podía distinguir la imagen, solo veía sombras.
—No compadre, sin gafas no veo un culo… ¡Llévame a mi casa! Yo te dirijo. —El muchacho se acercó y me dijo que le abrazara y así sería mis ojos.
—Además para donde vamos no necesitas las gafas, con qué se te pare el fusil bastará. —No, ahora la situación cambiaba todo.
—Así no podría hacer nada. No sabría con quién voy a estar, sería muy injusto para ambos. —Le dije la dirección de mi casa y él solo asentía. ¡Por lo menos después de estar en casa podría ponerme otras gafas que aunque estaban muy viejitas podía ver algo!
—Oiga parcero, pero para mí casa no hay gradas… ¿Usted para dónde es que me lleva?
—Tranquilo muchacho que ya estamos en mi edificio. Ahora agarramos para tu casa pero primero lo primero. —Fueron muchas la cantidad de veces que nos caímos porque perdíamos el equilibrio, hasta que optamos por subir las escaleras gateando.
No sé cuantos peldaños debimos subir, pero una vez que él mencionó que ya habíamos llegado mi mareo iba en aumento. No podía sostenerme de pie, así que debía afianzarme de la pared.
—¡Hola mis lobas! Traje carne fresca… Pero no puede ver, un auto acaba de pasarle por encima a sus gafas. —Me sentía intimidado e indefenso. Había seguido con el plan que habíamos hecho desde un principio.
Unas manos empezaron a pasarse por mi pecho e intenté detenerlas pero otra mano se metía dentro de mi boxer y me acariciaba los testículos. Se sentía bien… Me guiaron para ubicarme en un mueble y allí empezaron a desvestirse, como no podía ver nada lo mejor que podía hacer era cerrar mis ojos y dejarme llevar.
—¡Qué manos tan suaves! Se sienten como las de… ¡No! Olvídalo y sigue con lo que estabas haciendo. Me gusta. —Casi que cometo una imprudencia. Pero menos mal y me detuve a tiempo.
—¡Tranquilo y dime si te gusta! Las dos te vamos a complacer. —Eso me gustaba, así que me deje impresionar. Me sacaron la camiseta, y luego el pantalón.
Sentí el cálido aliento en medio de mis piernas y la adrenalina me invadió el cuerpo. Se me agitó la respiración y unos labios con mucha experiencia se posaron en mi parte y empezaron a succionar. No iba a durar nada.
Sin embargo trataba de pensar en otras cosas para prolongar un poco el momento. No pude contenerme y estallé en su boca. Luego escuché decir a mi amigo:
—Oye Lola es mi turno, también quiero lo mismo. —Me dejaron tranquilo por un rato, solo recosté mi cabeza hacia atrás y disfrute ese momento de éxtasis. Era mi primera vez…
No sé qué más pueda haber pasado porque lo único que recuerdo es el dolor punzante en mi cabeza y las ganas incontrolables de orinar.
No recordaba mucho lo que había pasado así que empecé a buscar con mi mano mis gafas alrededor. Pero una voz desconocida me dijo:
—¡Buenos días príncipe! —Entonces los recuerdos se volcaron en mi cabeza de inmediato. Estaba cubierto con una especie de sábana. Le pedí que me llevarán al baño y allí como pude hice mis necesidades y me duché.
Pedí mi ropa pero por lo visto no me dejarían ir muy fácil.
—¡No hay afán! Acepta nuestra cortesía. Ahorita te preparamos un buen batido energizante y terminas lo que dejaste a medias anoche. —A fin de cuentas ni sé qué me dieron pero eso me puso muy excitado.
Me ataron las manos al espaldar de la cama y ellas mismas se sentaban arriba de mi pene. Estaba gozando de lo lindo.
Después de que quedaron satisfechas me ayudaron a vestir y me enviaron en un taxi a la dirección que les dije. El conductor me ayudó a ubicarme en la puerta y se oía un gentío ahí en la casa.
—¡Lita! —Grité sosteniéndome de las rejas de la puerta. De pronto llega corriendo y entre sollozos me dice:
—¡Nunca me vuelvas a hacer ésto muchacho del carrizo! Casi me infarto por tu culpa pensando en que le habían hecho algo malo y apareces aquí con esa cara llena de labial y … y ¿las gafas? Jesús Ernesto ¿Qué pasó con sus gafas? —Bueno ahí tuve que explicarle todo lo que me había pasado. Pero primero entré a la casa porque tenía que avisarle a la policía, a los de la ambulancia y a todo el barrio que estaba bien y a salvo.
Semejante espectáculo se había armado porque me había desaparecido un ratico. Bueno si, toda la noche y la mitad de un día.
—Por lo menos dígame qué se cuidó. Usted no tiene ni buena vida para ponerse a criar un peladito. —No le respondía nada porque de eso era lo que menos me había ocupado. ¡Ni un condón llevaba en la cartera!
—Si, tranquila abuela. ¡No va a pasar nada! —le mentí y pedí que me ayudara a buscar las gafas porque ya necesitaba ver la realidad.
Al verme en el espejo pude notar todos los chupetones que tenía en mi cuerpo, me había encontrado con la mujer vampira porque eran impresionantes los hematomas que tenía en el cuello, brazos y espalda.
Claro sin contar los morados que llevaba en las rodillas, asumo que de tantas veces que me caía ebrio.
Lo peor de todo es que no sabía cómo encontrar al amigo que me había ayudado, pero en algún momento lo volvería a ver.
Recordé el coraje que me había hecho pasar Samantha y quise llamarla pero note que ya no llevaba el móvil. Era probable que lo hubiese perdido en medio de mi desorientación en la noche anterior.
Bueno ahora se alejaba un poco más mi preciosa guitarra porque parte de lo que había obtenido debía invertirlo para comprar unas gafas nuevas.
Fuí al oftalmólogo apenas pude porque al tener una fórmula inadecuada iba a empezar a sentir una serie de malestares.
Elegí el modelo de montura más económico que había, porque los cristales si salían caros.
Salí de allí como nuevo, viendo perfectamente bien. Y me dirigí a la casa porque tenía un guayabo que únicamente se me iba a curar con uno de los calditos que preparaba Lita.
—Jesús Ernesto… ¡Ven acá! —gritó furiosa apenas entré a la casa. ¡Seguro había descubierto que no estaba la guitarra! Bueno le diría que lo había hecho para pagar las gafas.
—¿Qué fue Lita? Míreme ¿Cómo quedé? —Me dio un tirón en el brazo y dijo que después hablábamos de eso
—¡Hola Chuy! Vinimos a visitarte. Olvidaste el móvil en nuestra casa. —No puedo creer lo que ven mis ojos… ¡Son dos abuelas! Eso quiere decir que mi virginidad la perdí con dos ancianas ¡Maldición! Seguía sin emitir palabra alguna porque no salía de mi asombro
—Además queremos darte una recompensa porque te portaste como todo un macho en la cama. Ya hablábamos con Doña Roxana de … —No dejé que siguieran hablando y les dije:
—No, no… ¿Qué les pasa? Yo no las conozco. ¿Cuál macho? Ni que nada. Ustedes han de haberse encontrado mi teléfono botado. ¡A mí me respetan! —Intenté girarme para dejarlas hablando solas pero Lita me agarró de un brazo y dijo:
—¡No señor! Usted me explica si todo lo que ellas dicen es verdad. —Ni cómo decirle mentiras
—Abuela, estaba ebrio, no pude ver sus rostros… Pero pues si hubo intimidad y ésta mañana me provocaron y terminé teniendo sexo no se con quién. Después me montaron en un taxi y me enviaron a casa. ¡Esa es toda la verdad! —Pero ella estaba más molesta porque según más viejas yo me prostituía por dinero, eso les había dicho mi amigo y por eso ellas venían a pagarme los servicios.
—No abuela, eso no es verdad. Yo no quiero su dinero y lo mejor que puedes hacer es sacarlas de inmediato de la casa. —Qué tremendo espectáculo el que estaban dando esas dos abuelas bandidas que debían tener entre sesenta y setenta años diciendo que querían repetir y por eso necesitaban que cobrará mis honorarios.
Mi abuela al ver que ha estaban pasadas de vagabundas más sacó a escobazos y les prohibió volver a acercarse a nuestra casa.
—¿Con qué ahora te tiras a las viejas? Debería darte vergüenza Jesús Ernesto. ¡Eso no te lo hemos enseñado! —Me quedé muy achantado porque donde se enteraran en el pueblo del suceso iba a ser noticia de todas las r************* .
Y en definitiva pasaron dos días para que apareciera una foto mía donde decía: “No estaba desaparecido, había sido contratado por dos sexagenarias para servicios sexuales, al parecer ganarse la rifa del bar le abrió el apetito”
No quería salir porque me llamaban “el come viejas” iba a ser el chisme del pueblo mientras aparecía otra víctima con una noticia más destacada que la mía.
Y lo más cruel es que Samantha no me contestaba y yo necesitaba verla de nuevo.
Para mí suerte, recibí una llamada para una entrevista, gracias a las hojas de vida que había estado repartiendo. Era un trabajo en un almacén de zapatos. Me presenté en el lugar y me contrataron.
Bien, ya sentía que mi vida empezaba a tomar sentido, por lo menos de esa forma tendría algo de dinero.
Quedaba cerca del salón de belleza de Emilyn y de vez en cuando me pasaba a saludarla y ella aprovechaba para hablar un rato conmigo. Incluso optamos que a la hora del almuerzo nos reuniríamos para comer juntos y disfrutar de la hora del descanso.
—¿Qué pasó con el sueño de la música y todo eso? Me quedé esperando respuesta para pertenecer al grupo de rock. Ya encontraron a un señor que los va a patrocinar pero no tienen baterista. ¡Eres bueno para eso! —La propuesta era genial pero me resistía. No quería que me conocieran representando un género y después aparecer con otra cosa.
—¡Por ahora creo que no voy a seguir pensando en música! Sé que soy bueno, pero Emilyn tuve que empeñar mi amada guitarra eléctrica para invitar a comer a una chica. La música no me está dando de comer, así que prefiero trabajar. —Ella insistía en que lo pensara mejor y me atreviera a dar el paso aceptando tocar con ese fulano grupo.