Mi noche especial.
Juro que si no hubiese sido por el incidente de mis gafas no hubiese terminado siendo el colágeno de ese par. ¡Son terribles esas abuelas! No quiero imaginarme cómo sería su vida de jovencitas.
Mi abuela se hacía cruces de que a su edad fueran tan “vagabundas” En cambio el abuelo se moría de risa porque según él me habían “hecho un caldo con gallina vieja” y que de ahora en adelante me iba a gustar mayores.
No quedaba más que reírnos de toda la situación. Con la primera quincena que me dieron saque una parte y se la entregué a Lita para que comprara comida, con el resto iría por mi guitarra. ¡Ya era hora de volverla a tener en casa!
Llegué con tanta ilusión a la tienda y lo primero que veo es que no estaba expuesta, al menos eso me garantizaba que la mantenían guardada.
—¡Buenas, buenas! Vengo por mi preciosa guitarra. Aquí está el recibo de lo que me diste y lo que debo entregarte. —Mi sonrisa era infinita pero la cara del tendero era de incógnita.
—Buenas tardes, joven. Déjeme y reviso. —Buscó el viejo libro donde llevaba todo anotado. Lo comparó con el papel que yo tenía y dijo:
—¡Muchacho empeñaste la guitarra hace más de un mes! Recuerda que las condiciones eran claras. Esa prenda ya se vendió porque se pasó el tiempo estipulado. —Sentí que no podía ser verdad. Así que quise verificar yo mismo comparando las fechas. ¡Tenía razón! Habían pasado más de un mes… La situación con las abuelas me había llevado a encerrarme unos días en casa, luego las ocupaciones del trabajo hicieron que olvidará el compromiso.
—¡Oh, por Dios! Mi guitarra… ¿Cómo se me pudo pasar? Puedes decirme ¿Quién la compró? De pronto la pueda negociar. ¡Por favor! —¡Aún me quedaba la esperanza de poder recuperarla!
—Lamento decirte que nuestros negocios son confidenciales. ¡No podemos entregarte ese tipo de información! Lo establece el contrato que firmaste en las clausulas especiales. —A decir verdad no había revisado el documento.
—Bueno… ¡Gracias! —Salí de allí, desilusionado y reafirmando que la música no era para mí. ¿Cómo resolvía ahora la situación? ¿Qué iba a decir cuando preguntarán por ella?
Observé el reloj y aún me queda un poco de tiempo libre. La melancolía me enturbia la mente y necesito ir a sentarme a un lugar que me da paz… ¡El farolito de la plaza!
Aunque no produce la misma sensación que en la noche, es un lugar que me transporta a ese día donde disfrute la sonrisa de la mujer que amo.
Aunque llevo varios días sin saber de ella, no dejo de pensarla y me arrepiento de no haber sido yo el que tomara la decisión para estar juntos. Pues es probable que ya no la vuelva a ver.
Así estuve por un largo rato pensando en algún ritmo para escribirle una canción. «Era digna de una de mis letras». Las dos campanadas del reloj de la iglesia me sacaron de mi trance porque ya era la hora de entrada al trabajo.
Agarré la mochila donde cargaba una botella de agua y el dinero. Comencé a correr porque no quería que me echarán de menos en el trabajo. Una de las normas es estar quince minutos antes de la entrada.
—¿Qué le pasó Jesús Ernesto? —Pregunta la gerente cuando me ve entrar sin aliento. Me desacaloré un poco y le expliqué la razón de mi pequeño retraso.
Me puso a organizar una colección de zapatos que acababa de llegar para exponer algunos modelos. Estaba allí en medio de él montón de cajas seleccionando la mercancía cuando mi corazón saltó de golpe al verla entrar en la tienda.
Llevaba un top que dejaba al descubierto su abdomen y unos pantalones cortos. Me acerqué para saludarla y se quedó un poco extrañada pero me saludo con dos besos en la mejilla.
—¡Pensé que no volvería a verte niña linda! —Me regalo una gran sonrisa
—Lo siento, he tenido algunos problemas familiares pero ya estoy de vuelta. ¿Trabajas aquí? —Me apresuré y le comenté que hacía poco había empezado a trabajar allí.
Empezó a ver la colección de zapatos que habían llegado y me fijaba como sus ojos le brillaban con algunos modelos.
—Si quieres puedes llevarte algunos zapatos, yo los p**o. —dije a pesar de saber que me iba a endeudar hasta el fundillo. Ella me preguntó si de verdad estaba seguro y yo le dije que si.
Agarró entre cuatro y cinco pares. Ya no tendría quincena para la próxima fecha de p**o. Estaba muy contenta y me dio un par de besos. Pero ahora no pensaba perder la oportunidad y le dije:
—Veámonos en la noche. Nos tomamos algo y después vemos para donde nos vamos. —Aceptó gustosa y nos quedamos a encontrar en nuestro lugar. ¡Me encanta demasiado esa mujer! Su presencia me vuelve estúpido y no coordino.
—Si, claro. Lleva tu violín, me encanta oírte tocarlo. —¡Qué felicidad! La gerente no podía creer que me hubiese gastado toda esa cantidad de dinero en zapatos para esa chica, dijo que ella quería un novio igual.
Toda la tarde estuve loco de alegría, vi a Emilyn que quería hablar conmigo pero le dije que no tenía tiempo porque mi día iba muy gris pero había aparecido un ángel y me lo había arreglado. Ella no insistió y se retiró del lugar.
A la salida compré algo de pan y dos litros de leche para Lita. Total el dinero para pagar la guitarra ya se podía usar en otra cosa.
Llegué a casa y me encerré en la habitación, le dije a la abuela que iba a dormir un rato porque en la noche tendría una cita. Ella dijo que me dejaría la ropa lista para cuando me despertara.
Busqué un poco de vaselina y empecé a masturbarme, a como diera lugar ésta noche tendría que hacerla mía y por eso no quería parecer precoz, mínimo me iba a masturbar unas dos veces, además los efectos de la vaselina retardarían un poco el proceso. (Eso me dijo el abuelo)
Quedé agotado y me dormí unos cuarenta minutos. Luego me di una ducha para activar mi cuerpo, la abuela me agarró a interrogatorio hasta que le confesé que probablemente iba a estar con mi chica, me entregó una tira de condones, también me dio un té de jengibre y no sé que otra cosa.
Me vestí, asegurándome de usar un calzón nuevo. Agarré el violín con su estuche y me despedí. Caminé hasta la plaza y me senté bajo aquel agradable farolito.
Se estaba tardando mucho y yo no podía con la ansiedad así que empecé a interpretar algunas piezas musicales y varias personas se acercaron a escucharme.
De verdad era relajante porque conseguía quitarme toda tensión de encima. Vi que llegó en su auto y lo estacionó cerca, seguía interpretando mientras observaba como le quedaba ese pequeño vestido con un par de los zapatos que le había pagado.
Se acercó, me dio un beso y esperó a que terminará. Todos los que estaban a mi alrededor me brindaron sus aplausos. Luego nos quedamos solos y me dejó besar sus labios varias veces.
Sentía mucha sensibilidad en mi m*****o erecto. Así que le dije que nos fuésemos a un lugar donde pudiésemos estar solos porque quería besar cada una de las partes de su cuerpo.
Al parecer eso la puso caliente y nos fuimos a un hotel que quedaba cerca. Una vez en el lugar empecé a besarla y le quité el vestido.
Decía que debía ser cuidadoso porque no deseaba que fuese una mala experiencia. ¡Ni que me lo dijera! Mi primera vez fue traumática después de conocer los rostros y las edades de las protagonistas.
Empecé besando cada uno de los deditos de sus pies. Ella se quedó ahí quietita, sentada en la cama y solo suspiraba de vez en cuando.
Cuando empecé a retirarle la ropa interior ella se resistía un poco, pero le dije que la iba a tratar con supremo cuidado.
Era muy perfecta, aunque sus pechos eran pequeños sus pezones eran rosaditos. La besaba y me animaba a pegarla a mi cuerpo para sentir su calor.
Me desvestí por completo y ella se acercó, me puso un preservativo, atrapó mi cintura, abrió su boca y se sumergió mi chocolatina.
Me emocionó más aún cuando empezó a hacerme movimientos con su boca muy satisfactorios. Yo acariciaba su cabello y me derretía de amor.
Luego de eso se sentó al borde de la cama, abrió sus piernas, se metió un dedo a su boca de una forma muy sensual
—Ven, posee mi cuerpo. ¡Sumérgete en mis piernas y dame un poco de placer! —A decir verdad no tenía claro si quería que la penetrara o que la estimulará con la boca. Opté por la segunda opción y aunque no sabía cómo hacerlo intentaría conseguir algunos gemidos.
—¡Oh! Si, ahí. Lame con más insistencia. ¡Si! Muy bien. ¡Me encanta! —La escuchaba musitar esas palabras y sabía que lo estaba haciendo bien —. Un poco más por favor.
Estaba dispuesto a todo así que lamía con mayor insistencia. Luego de eso me levanté y posicioné a mi amigo en su entrada, hacía leves movimientos porque no la quería lastimar. Y poco a poco empecé a adentrarme pero ella decía que le dolía un poco y fuese más suave.
Así lo hice hasta que conseguí meterlo y sacarlo unas cuantas veces. Luego cambiamos de posición hasta que conseguí mi explosión. Ella también terminó gritando y arañando las sábanas de la cama.
Tomamos un descanso y la invité a cenar. Mi sueño se había vuelto realidad. Le pedí que fuese mi novia y ella me dijo que aceptaba pero con la condición que no quería a un hombre intenso encima de ella preguntando a cada rato ¿Dónde está? ¿Qué hace?
Me parecía bien que pusiera sus propias normas. Le dije que prometía no ser así de intenso y que le iba a respetar su propio espacio persona. Qué se sintiera en plena libertad estando conmigo porque yo no era un hombre posesivo.
Después de que comimos, ahí mismo en el restaurante pedí permiso para interpretar algunas melodías y aceptaron. Estaba eufórico, había conseguido algo que había estado esperando hace días.
Algunos señores se levantaron y me regalaron algunas monedas, me reía mucho porque esa no era la intensión pero con lo que reuní pagué la cena y aún me quedaron unos centavos.
—Oye Jesús Ernesto, la he pasado maravilloso. Pero ya se está haciendo tarde y no acostumbro quedarme tanto tiempo en la calle. ¡Vamos! De paso te llevo a tu casa y así sé dónde vives. —Estuve de acuerdo y le ofrecí mi mano, ella titubeó un poco pero aceptó.
Me dejó en todo el frente de mí casa…
—Oye te agradezco por la noche tan especial que me regalaste. ¡Estoy muy feliz! Gracias porque me haces creer en el amor y en todo lo bueno que eso conlleva. Desde que te ví me enamoré. Y no me equivoqué eres la mujer más dulce y perfecta que existe en la faz de la tierra. ¡Cuídate mi preciosa! Nos volveremos a ver pronto. ¡Te amo! —Solo me dio las gracias por las palabras que le había dicho pero no mencionó que sentía algo por mí o que había estado rico nuestro encuentro.
Pero no debía presionarla, eso era lo único que me había pedido y lo iba a respetar. La besé y me bajé deseándole una feliz noche.
—¡Avísame cuando estés en casa mi amor! —Me lanzó un beso con su mano, encendió el auto y se alejó.
—¡Ay abuela! Estuvo genial, te amo Lita de mi vida. Toda la felicidad que siento no me cabe en el pecho. Dormiré como un querubín, ella es mi mujer abuela, es mi alma gemela. —Ella solo se reía y me decía que me fuese a dar un baño con agua fría para que aterrizará.