Último suspiro En los últimos días de vida de mi abuela comía por obligación. Ya no podía sostener su cabeza y su cuerpo se había empezado a hinchar. Un leve movimiento era un dolor tortuoso para ella, así que había optado por limpiar su cuerpo con pañitos húmedos y ponerle los perfumes que tanto le agradaban, pasaba horas masajeando sus pies, espalda o la cabeza. Cuando nos separábamos de su lado al regresar tenía sus ojos llenos de lágrimas. Así que habíamos optado porque siempre se quedará una persona a su lado. Mi abuelo en medio de su medicación. También ayudaba a peinarla o ponerle los calcetines, estaba encargado de abrir las cortinas por las mañanas para que le diera un poco el sol en el rostro. Ella agradecía con un intento de sonrisa. El día que falleció había salido muy tem