La vida era monótona para Sandrita al parecer; a pesar de su estadía en el mundo por diez primaveras, el día anterior era muy similar al otro desde hace algún tiempo. Salía a la misma hora de su casa rumbo a su lugar de estudio y del colegio a su morada, no había nada peculiar. Sus compañeros hacían los mismos juegos y en la casa nunca faltaba el quehacer, como en cualquier otra. Catarina, su nana se la pasaba limpiando todos los días sin falta y a ella le fascinaba ayudarle desde que era muy chiquita. Catarina llevaba trabajando en la casa de Miguel unos diez años; toda una vida a decir verdad y adoraba a la niña como si fuera su hija o nieta. Ese tipo de amor nació desde que llegó y vio sus gateos, sus primeros pasos y fue ella quien le había enseñado a degustar la comida co