Mi querida Lucille, es catorce de febrero y es tan irónico cómo aún en esta fecha los estragos de la guerra son irreparables. La atmósfera pinta a caos descomunal y el cielo siempre es gris como la tristeza misma; estoy seguro que es a causa del uso de los misiles y las granadas incontables que caen sin previo aviso, llevándose la vida de muchos de los que conocí, sin contar a los desconocidos, es un número demasiado grande. Las noches son tan gélidas, que tenemos que apercharnos unos con otros para no morir de frío, ya nada es seguro en este lugar. Me encantaría poder agarrar el primer avión que se me cruce y volver en estos momentos, no sabes cuánto extraño nuestras charlas de todo pero nada a la vez. Extraño reírme de tus chistes malogrados y mis ojos anhelan ver la forma en