La muchacha rubia tomó asiento y sacó un espejo para retocarse el maquillaje, parecía una muñeca de porcelana, toda una modelo, mientras que sus acompañantes, dos hombres altos y atléticos se acercaron a la caja.
Yo estaba atendiendo y tremenda visión me dejó anonadada, eran muy guapos, parecían galanes de cine. Carla y yo nos quedamos viendo con complicidad, ya que al parecer a ella le habían causado la misma impresión que a mí.
Ambos muchachos se quedaron un momento decidiendo qué ordenar mientras se secreteaban casi al oído, se reían y volteaban a ver a la chica, al parecer había mucha confianza entre ellos.
Sentí que tardaron una eternidad, hasta que por fin se dignaron a hacer su orden. El joven de cabello castaño sedoso y ojos color miel comenzó a pedir algo que me dejó perpleja:
