Yo siempre digo que uno debe estar preparado para todo, aunque ya hace algún tiempo descubrí que decirlo es el paso más sencillo, ya que puede ser una prueba de fuego cuando llegas al momento de demostrar tu convicción sobre ese pensamiento; cuando me llegó la hora de la prueba, salí con el fuerte delicioso aroma del café y especias impregnados en mi cuerpo. Aquel aburrido día casi llegaba a su fin, pero aún así, los segundos que marcaba el reloj de pared parecían congelarse por momentos, para impedir que el tiempo pasara con precisión. Carla mi compañera y yo estábamos ansiosas por terminar la jornada de trabajo en la cafetería Delis Yosa, que en ese entonces era un pequeño y discreto rincón de refrigerio en el que nada trascendental pasaba. Casi siempre llegaban clientes a sentarse por