Ecos del mar

1580 Words
El mar Abisal es uno de los mares más místicos que pueda existir. En sus alrededores existe un recóndito lugar llamado Playa Plateada, nombre que le atribuyeron debido al color tan peculiar de sus arenas. Es un lugar tranquilo y casi deshabitado; pocas personas conocen el lugar, ya que es propiedad privada. Pero ese tema no era importante para Daisha, una joven que se dedicaba a contemplar el panorama de aquel lugar de ensueño cada verano. Ella se fascinaba con la vista del mar, las palmeras meciéndose y las gaviotas surcando el cielo como si estuvieran dándole un saludo de bienvenida. Sin pensarlo un instante más, se quitó las sandalias para sentir la cálida arena en sus pies. Sonrió al sentir la brisa llegando a su rostro, ondeaba entre sus lacios cabellos rubios y su vestido rosa. Ella respiraba y se sentía en paz; sin lugar a dudas aquel lugar era su preferido. De alguna manera algo le decía que allí, en ese lugar fuera del bullicio de la ciudad, de las miradas prejuiciosas, de las vanagloriosas ínfulas sobre los lujos y las posesiones que a ella le tenían sin el menor cuidado; allí en ese sitio, algo le hablaba de libertad, ella podía sentir que no tenía que fingir nada, ni dar explicaciones vacías a nadie. Simplemente las olas le hablaban un discurso de paz, de algo más importante que aún no lograba discernir entre sus cavilaciones; era una especie de eco que parecía querer darle un mensaje distinto a todo lo que había escuchado con sus compañeros en la escuela, con sus padres y maestros. Ella esperaba que un día no my lejano el océano le diera las respuestas que estaba necesitando. Con aires de esperanzas en el mañana. Daisha se sentó a la orilla del mar para observar la puesta de sol, y divisó que a lo lejos uno que otro delfín dejaba ver su silueta mientras saltaba. Aquello la llenó de felicidad; ver a esas criaturas libres y sin preocupaciones de que alguien les persiguiera para hacerles daño. Cerró sus ojos, y en un lapso de emoción comenzó a cantar algo que recordaba desde su infancia, de la cual solo quedaba un fragmento en su memoria y se dejó llevar por aquel momento. De su voz salió un cántico que, aún no recordaba en dónde lo había aprendido, solo estaba allí, disponible para ella en ese instante y brotó de lo más profundo de su corazón. "Duerme y sueña mi amor, que el mar te arrullará. Tus temores partirán, y así tu feliz serás". –¡Ah! –exclamó llevándose una mano al pecho, era un delfín que se escurrió entre sus piernas sin previo aviso. ¿En qué momento se alejó tanto de la orilla? y ¿Por qué últimamente le pasaban cosas así en su día a día? –Me asustaste de nuevo, pequeño. No es la primera vez que vienes de improvisto –se trataba de un simpático mamífero, que emitía sus sonidos característicos. Daisha lo interpretó como si el delfín quisiera decirle algo y se acercó un poco a él. –¿Qué te pasa, te gustó el canto? Sabes, es especial porque estoy muy segura que proviene del mar –sonrió y estiró su mano para acariciarlo, como solía hacerlo siempre que lo veía. –¡Daisha, es tarde, vas a pescar un resfriado! –la voz de su madre la hizo voltear con rapidez hacia atrás. –Ya voy mamá, espera, solo estoy... –no logró terminar su frase, puesto que el delfín ya no estaba. De alguna manera se sintió desanimada porque la voz de su madre espantara a aquel hermoso delfín. Sin más se colocó las sandalias, se levantó y se dirigió adentro de la casa; era evidente que sus padres la esperaban para un acontecimiento del que no quería saber en su vida. –Arruinaras otro vestido... ¿Por qué tardaste? Sabes que hoy es un día importante –reprochó su papá Su madre apareció con una chalina color fucsia para ella. Daisha la recibió y se encaminó junto a ella a la mesa y se sentaron. –Si, lo siento, me quedé admirando el mar –respondió la chica mientras bajaba su cabeza en señal de disculpa. –Bueno, lo importante es que ya estás aquí, siéntate, la familia Lux está por venir –el señor juntó sus manos mientras sonreía –, hoy finalmente es la cena del compromiso al fin. Creía que no se iba a llegar el momento, pero lo hizo y de ahora en adelante todo marchará mejor. Todo esto es por tu bien mi niña... ¿Lo sabes, verdad? –acercó su rostro para que ella subiera su mirada y lo viera a los ojos. –Lo sé –esbozó la muchacha mientras miraba su cena con pocos ánimos de comer en realidad. –Pero vamos Daisha, arriba ese ánimo, ellos no pueden verte así –contestó el padre mientras aplaudía para que su hija despabilara de una buena vez. –Hija, sabes que esto es lo mejor que te pudo pasar en la vida, no cualquier muchacha respetable corre con ese tipo de privilegios, nuestra – su mamá se aclaró la garganta –, digo, tu reputación se verá gratamente beneficiada, mi cielo –decía mientras le peinaba con los dedos el enredado cabello. –¿A quién realmente beneficiará todo esto? –la chica pensó y frunció el ceño. Pronto avisaron que la esperada familia Lux había llegado a las instalaciones de la casa de verano escondida. La señora era alta y siempre caminaba elegante desde que Daisha la había comenzado a conocer hace poco. El señor tampoco se quedaba atrás, él se encontraba debidamente trajeado, y junto a ellos su hijo, que siempre se había comportado de una manera diplomática con ella; Daisha ya los conocía desde no más de un mes. –Es un gusto, señores Lux –saludó ella con cortesía. –Gusto de saludarnos otra vez Daisha –el joven le besó la mano. –Igualmente Allen –respondió con una opaca sonrisa, la cual el joven no había pasado desapercibida, pero solo se limitó a ignorar aquello. Todos se acomodaron en la gran mesa del comedor y a la familia Luz le fue servidos los alimentos, que al parecer habían sido pensados para el total agrado de los invitados. En el transcurso de la cena, las dos parejas de padres hablaban de planes y preparativos de compromiso, que para Daisha no tenían sentido. Mientras pasaban los minutos, un sentimiento de enojo se expandía, desde su pecho hasta su rostro. Ellos se reían, sin tomar en cuenta su opinión sobre esas ideas. –¿E-estás bien? –dijo Allen con preocupación, Daisha lo miró y él notó en seguida su descontento con los temas que se estaban tratando. –¡Disculpen! –exclamo Daisha y todos voltearon consternados. –¿Sí? –respondió el señor Luz, quien se había quedado con la palabra en la boca y solo se limitó a fruncir el ceño. Por un momento tuvo el impulso de protestar, y decir que quería sentirse libre de decidir si quería casarse o no. Quiso decir tantas cosas, pero aquellas palabras se agolparon en su garganta provocándole un doloroso nudo en la garganta. –Me siento indispuesta, subiré a mi alcoba, permiso –ella se dio la vuelta y caminó. –¡Daisha! –escuchó la voz de su padre, pero hizo caso omiso; cerró la puerta y se lanzó a la cama para desahogar sus penas. Pasaron horas y aunque sus padres intentaron hablar con ella, no los dejó entrar. Lloró hasta quedarse dormida. Abrió sus ojos, era de madrugada, a lo lejos se escuchaba la canción que ella cantó esa tarde, su corazón latió de miedo y de emoción. Cuando se asomó por la ventana no podía creerlo, vio la silueta de un delfín a la orilla del mar. –¿Será mi amigo? –inquirió en sus pensamientos, de alguna manera sintió que la llamaba. Se colocó unos zapatos, se abrigó y salió a la playa. Al llegar, a quien encontró fue a un joven que estaba dentro del agua; tenía cabello rizado, cabello obscuro y no tenía camisa; ella volteó la mirada a un lado, sintiéndose azareada. Luego se vio obligada a voltear de nuevo, porque él dio un salto en el agua y resulta que era mitad pez o... ¿Mitad delfín? Sin temor, ella se reclinó y extendió su mano; él tomó la de ella, y al instante parecía que sus mentes se conectaban y pasaron miles de recuerdos: Episodios alegres, tristes también, el cómo ella siempre se ha sentido atrapada y manejada, el cómo el mar la ha hecho sentir liberada; las veces que el delfín la visitaba en la playa, y también... Ella durmiendo tendida en la arena y... la canción. –Ahí estabas tú, siempre lo has estado –esbozó con los ojos llorosos. –Así es Daisha, nos conocemos de toda la vida. No hubo más palabras, ambos acercaron sus rostros y rozaron sus labios, ¡Quién diría que los besos llevaban el sabor del mar! Cuando abrió sus ojos se encontraba bajo el agua; se dio cuenta que ahora era mitad delfín y sintió miedo, pero él aún tomaba su mano y le sonreía. Sintió mucha paz. Ya no había más tristeza o angustia, el mar se lo había llevado todo... Fin.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD