—Señor. —Roy lo interrumpió al instante. —Fui yo quien insistió para que la señorita Magdoga subiera a verlo. La señorita estaba muy exaltada y humillando a todos en el camino y, por lo tanto, tomé la decisión yo. —Einar miró a la recepcionista y después a la mujer avergonzada y de color rojo chillón frente a él. —Sácala de aquí y pon sobre aviso a todos lo de seguridad, que no la dejen pasar de la puerta si se presenta a mi edificio nuevamente. —Sin más inició a caminar al ascensor dejando a los inversionistas dentro de la sala. —Señores, la junta se terminó. —Avisó Roy. —Señorita... —Con una enorme sonrisa le mostró el camino a Bellavel. —Oh... no... no... usted debe bajar por las escaleras. La escolto. —Bellavel lo miró atónita. —¿Te has fijado en mis zapatos? Son demasiados altos co