—Hola, muñeca. —Roy ladeó la sonrisa al ver a la pelinegra alta, de cuerpo perfecto. La verdad, con todo jodidamente perfecto, es una estirada.
—No me gusta que me diga así. —Lo miró con altanería. —Debes saber que tú nunca tendrás a una mujer de mi altura. Debería avergonzarte, hablarle así a la pareja de tu jefe. —Roy no lo soportó y carcajeó haciendo que la mujer lo mirase con desagrado.
—Primeramente en mi put4 vida quisiera a una tía tan estirada a mi lado, segundo si soy amable contigo es porque estoy seguro de que saldrás de ese edificio llorando y hecha mierd4 por tu propia culpa, y tercero, muñeca. —Agrandó su sonrisa ante la cara incrédula de la mujer. —No eres pareja de Einar Dankworth, Bellavel, no te hagas esto querida, ambos sabemos que Einar de ti solo quería tu orgullo y tu cuerpo y eso lo obtuvo desde el primer instante. —La mujer ofendida por la manera tan ordinaria de hablar alzó el mentón.
—Ya quisieras tú que todas esas cosas sin fundamento que has dicho fueran verdad. —Dándole una mirada despectiva, prosiguió su camino moviendo su pequeño cul0 al compás de sus pasos.
Roy no se cortó ni un poco al carcajear. Todo el que pasa lo mira como si estuviera loco.
Roy es un hombre con estilo de chico malo, a él poco le importa lo que hablen o piensen los demás. Lo suyo es vivir como si fuera el último día, evita tener a esas chicas vanidosas cerca de él. Lo que prefiere es a una chica sencilla y que no le importe las opiniones de la gente estúpid4. Le gustan esas chicas que si hay que comer a media calle mientras hablan lo hagan, que si están discutiendo por estupideces queden al final follando con la misma intensidad con la que discuten. Quiere a una mujer que sea tan complicada y tan fácil de entender a la vez. Lo de él es la locura sin límites y el peligro al extremo. Él desea a una mujer que no trate de cambiarlo y que cuando tenga que hacer algo de peligro solo le diga que se cuide, no como esas muñequitas de porcelana que le gustan a Einar.
—¿Cómo que no puedo pasar? —Minimizó la autoridad de la recepcionista. —¿Acaso no sabe quién soy yo? —La mujer en aprietos asintió rápidamente.
—Sé quién es usted, señorita Magdoga, pero el señor Dankworth fue muy claro al decir que no acepta visita si no es de la señorita Nancy. —La mujer se sintió aún más ofendida, esa chica es solo una recogida sin importancia, alguien que tuvo suerte de estar en el momento adecuado.
—Eso no es posible, todos saben que yo soy la pareja de Einar, somos noticia en la prensa...
—Noticia que el señor desmiente a toda costa. —Contestó la chica sin querer, ¿Cómo puede ser tan mal educada? ¿Acaso está loca como para soltarle algo así a esa mujer tan cruel y narcisista?
—Pero que falta de respeto. —Se escandalizó la mujer demostrando su furia. —¿Quieres que te despidan? Porque yo puedo hacer eso con solo una palabra. Personas como tú no deberían están al frente de la recepción de una empresa tan importante como esta, no conocen lo que es el respeto y casi siempre olvidan su nivel y posición. —Roy, quien había entrado, frunció el ceño al ver lo cruel que estaba siendo con la chica. —Puedo apostar que para llegar aquí te acostaste con alguien a quien Einar Dankworth conoce, porque con Einar... —Río burlona. —Jamás lo lograrías, no eres de su tipo y puedo apostar que ya has de tener un bebé y por supuesto ese crío tiene una vida insuficiente a tu lado, igual de miserable que la tuya. —Las lágrimas de la chica iniciaron a correr por sus mejillas.
—Sí, tengo un hijo, señorita, pero yo le doy lo que él necesita y si lo tengo es porque un mal hombre abusó de mí siendo yo muy joven. —Bellavel la miró de la cabeza a los pies y viceversa.
—Dudo mucho que provoques a un hombre a ese nivel, te le insinuaste o lo provocaste, de eso no hay duda. —Dio por hecho haciendo una mueca de repudio.
Roy, furioso por el cruel comportamiento de la mujer, decidió intervenir, ¿Cómo puede alguien llegar a ese nivel de crueldad?
—¿Qué les hace pensar que aún no tengo inversionistas para ese proyecto? —Einar cuestionó y los hombres dudaron sobre los rumores que llegaron a sus oídos.
—Todos los inversionistas hablan en presentarse con usted para tener un puesto en ese proyecto. Las personas comentan, si lo hubiera tenido ya todos lo hubiéramos sabido. —Einar lo miró totalmente serio y directo a los ojos.
—¿No se le ocurrió pensar que quizás sea porque el inversionista sea Americano? ¿O por lo menos creer en la posibilidad de que si no he dado la noticia de que ya cuento con un inversionista es por el simple hecho de no querer? —El hombre aflojó un poco más su corbata.
—Bue... bueno... no se nos quitaba nada con venir a hablar con usted personalmente. —Einar miró su reloj.
—Lo único que han venido a hacer es a cotillear si ya cuento con un Inversionista y a quitarme una hora de mi tiempo. —Los hombres lucieron incómodos.
—No fue esa nuestra intención. —Se disculpó otro de los empresarios. —Como ya lo dijo mi colega, escuchamos rumores sobre que aún no había un inversionista y decidimos venir a ofrecernos. Contamos con todo lo que usted exige y debido a que ya hemos trabajado juntos, deducimos que nuestras posibilidades serían un poco mayor a los demás. —Einar suspiró pesadamente, ¿Por qué las personas piensan? Está visto que la mayoría solo cree hacerlo.
—Ya cuento con un inversionista y es uno de los mejores con extensión por todo el mundo. Investor Berry... —El golpe de la puerta lo interrumpió.
Roy decidió darle el mejor castigo a la infame mujer que humilló a una chica con un pasado tormentoso y aparte de eso, meterse con un niño que seguramente no le hace daño a nadie.
—Por favor... señor Blacach, no quiero que me despidan. —La recepcionista de piso se paró tras Roy junto a la mujer que la mira como si fuera una molesta mancha en una alfombra blanca.
—Por el amor de Dios, estos empleados están fuera de control. —Gruñó Bellavel con fastidio. —Vuelva a su puesto de trabajo o de lo contrario perderá su cargo sin ninguna duda. —Roy miró a la recepcionista con gesto osco, pero no por ella.
—Vuelve a tu puesto, Eleonora, todo está bien. —La mujer asustada por la mirada que por primera vez había recibido de ese hombre, asintió y se retiró para iniciar a recoger sus pertenencias. Es mejor tenerlas listas para cuando Einar Dankworth saliera de esa sala vuelto el demonio que es y le grite a la cara que está despedida, solo sería cuestión de irse.
Roy tocó nuevamente la puerta poniendo el ambiente más tenso al otro lado. Einar no ha dicho ni una sola palabra desde que fue interrumpido y solo mira a los hombres como si fueran la presa del día.
—¿No... no va a atender? —Preguntó valientemente uno de los hombres. —Puedo atender por usted si así lo desea. —Otro toque se escuchó y el rostro de Einar se tensó un poco más.
Fastidiado y con muchas ganas de despedir y destruirle la vida a alguien, se levantó él personalmente, dejando a los presentes con la boca abierta. Al salir vio a Roy y a Bellavel frente a él, centrándose en la mujer que lo mira con cara de tonta, heló más su mirada.
—Hay tres cosas que más odio en el mundo. —Su voz gruesa y tajante erizó el vello de la mujer y de todos lo que están alrededor. —Que me interrumpan en medio de una junta y más si soy yo el que está hablando, a las mujeres fáciles y el amor y tú estás siendo las tres cosas aquí y ahora. —Bellavel abrió la boca para hablar, pero aquel gesto, aquel enorme hombre con mirada despectiva, prosiguió. —Te dejé en claro que de ti solo quería tu orgullo, tu veneración y tu cuerpo. Los tres los obtuve demasiado rápido y ya de ti solo quiero que desaparezca de mi vida. ¿Debo explicártelo mejor? No puedes enamorarte de mí porque no quiero tu amor. —Bellavel lo miró dolida, ¿Cómo puede humillarla así frente a todas esas personas que están por debajo de ella?
—No puedes tratarme así. —Susurró casi sin voz. —Soy una de las mujeres más veneradas del país... yo soy la mujer con la que todo hombre sueña... ¡Yo soy de una jerarquía muy importante, lo sabes! —Einar sin lucir asombrado o perturbado por su estatus, se acercó un paso más a ella y eso bastó para sentirse más pequeña de lo que es.
—No eres nada. —Las cortas, pero duras palabras estremecieron a la mujer de pies a cabeza. —Estás por debajo de mí, y aunque tuvieras sobre mí, cosa que es imposible, no serías más que una simple mujer igual al resto. Una mujer que se arrastra por un hombre, una mujer que renuncia a lo que ella es por el amor de un hombre, no posee nada. —Alzó la mirada y al ver a la recepcionista esta bajó la cabeza automáticamente e inició a temblar del miedo. —Estás despedida.