—Delphine, estoy realmente contento de haber sido elegido como el diseñador para tu tienda de flores. Estoy seguro de que tendrás un gran éxito. Tienes un gusto excepcional y eres una mujer muy hermosa.
—Gracias, Thomas. Mi objetivo no es hacerme millonaria, sino más bien ser independiente y feliz. Siempre he soñado con tener una floristería. A mi madre le encantaban las flores; era su deseo tener una antes de morir, pero nunca pudo hacerlo realidad. —Delphine habló mientras colocaba algunos ramos en los estantes.
—Me alegra mucho escuchar eso. Estoy seguro de que tus deseos se harán realidad. Ya es hora de que te independices de Guillermo. —Thomas se acercó a ella, intentando seducirla.
—Sí, estoy de acuerdo. Sin embargo, aún no he recibido los papeles del divorcio. No sé por qué está demorando el proceso, pero la decisión ya está tomada.
—Siempre me has gustado, Delphine. Desde que te conozco, has sido una mujer excepcional. Sabes que nos conocemos desde que éramos jóvenes. Siempre has sido una esposa fiel y abnegada. Ahora que estás separada, me gustaría que me dieras la oportunidad de salir contigo. —Thomas, además de ser un diseñador muy respetado en el medio, tenía 42 años bien llevados. Era atlético, millonario, atractivo, rubio y tenía unos ojos grises encantadores. Cualquier mujer sensata desearía estar con él.
—En este momento, no sé qué decirte. Ni siquiera he formalizado mi divorcio. No estoy segura de sí me siento preparada para empezar a salir con otro hombre.
—No estoy sugiriendo que hagamos algo inapropiado, solo estoy pidiendo la oportunidad de pasar un buen rato juntos, y quién sabe qué más pueda surgir... —Thomas dijo, esperanzado, mientras ella lo miraba con atención. La idea de salir con él no le parecía desagradable, pero su corazón estaba lleno de confusión debido a sus sentimientos por Manuel. No podía aceptar la propuesta.
—Por ahora, creo que es mejor mantener nuestra bonita amistad como está. Si en el futuro consideramos que es adecuado salir juntos, lo haremos. Pero quiero que entiendas que mi corazón no está disponible para el amor en este momento, y no sé cuánto tiempo permanecerá así. —Delphine explicó con sinceridad.
—Lo entiendo perfectamente, Delphine. Sé que has pasado muchos años enamorada de Guillermo, y es comprensible que necesites tiempo. Todo es un proceso. Pero eres una mujer increíblemente hermosa y valiosa, y vale la pena esperar por ti. —Thomas respondió con gentileza.
—Gracias, Thomas. Aprecio mucho tus buenas intenciones. —Ella le sonrió y continuaron trabajando juntos hasta que llegó la noche.
—¿Quieres que te lleve a casa? Es tarde y este barrio no es del todo seguro. —Ofreció Thomas preocupado.
—No, gracias, Thomas. Estoy bien. Tengo algunas cosas que hacer y prefiero hacerlo sola. Nos vemos temprano mañana. —Ella declinó amablemente.
—Está bien. Si necesitas algo, no dudes en avisarme. ¿Quieres que te llame un taxi? —Insistió Thomas.
—No, tengo mi propio auto. No te preocupes. —Ella le dio un beso en la mejilla y salió. Delphine se puso a trabajar en sus tareas, pero minutos después, alguien golpeó la puerta de su tienda.
—Ya voy, ¿se te olvidó algo? —Preguntó al abrir la puerta, esperando ver a Thomas de regreso. Para su sorpresa, era Manuel quien la abordó con un apasionado beso, dejándola sin aliento.
Delphine lo empujó con fuerza, apartándolo de ella.
—¿Qué estás haciendo aquí? ¿Qué te pasa? —Le miró con aparente repulsión, aunque en realidad era evidente que sus sentimientos iban en otra dirección.
—Ya te he dicho que no puedo sacarte de mi mente, Delphine. ¿Qué debo hacer para que lo entiendas? Por favor... —Manuel suplicó.
—No, vete de aquí, Manuel. Nosotros dos no podemos ser. —Respondió ella con firmeza.
—Claro que podemos, Delphine. Tú me deseas tanto como yo a ti, ¿por qué te niegas a este amor? —Insistió Manuel.
—¿Escuchas lo que estás diciendo, Manuel? Estás fuera de tus cabales. —Delphine comenzó a sentir desesperación y se puso a dar vueltas por la floristería, pero Manuel la agarró del brazo y la atrajo hacia él nuevamente.
—Delphine... —La miró fijamente, con la respiración agitada. La tensión y la química entre ellos eran palpables. Ella lo deseaba tanto como él a ella.
—¡No, Manuel! —Ella apartó la cara, pero la atracción era más fuerte que su raciocinio. Manuel comenzó a besar su cuello y provocarla suavemente. Los deseos estaban al límite, y ella se encontraba perdiendo el control.
Ella empezó a acariciar su cabello mientras él la besaba apasionadamente. Sus respiraciones entrecortadas revelaban que todo lo que había dicho anteriormente era una mentira; en realidad, estaba anhelando entregarse a él.
Lentamente, se desnudaron en la floristería. Manuel exploraba cada centímetro del cuerpo de Delphine con devoción, haciéndola sentir una pasión arrolladora. Los gemidos llenaban el aire mientras alcanzaban el clímax del placer. Agotados, se recostaron sobre unas mantas en el suelo, ella reposando sobre su pecho, mientras él le acariciaba la cabeza.
—Delphine, cuando nazca el bebé, me divorciaré de Verónica. —Manuel rompió el silencio.
—Pensé que estaban bien, que habían superado sus problemas. —Respondió Delphine sorprendida.
—No, nunca hemos estado bien. Fue solo un breve momento en el que pensé que podríamos recuperar lo que teníamos, pero ella es imposible. Es una persona difícil de tratar, caprichosa. Es difícil mantener sentimientos positivos hacia ella. —Explicó Manuel con pesar.
—Lo siento mucho. Es una decisión que debes tomar tú. Desde que se casaron, ustedes están destinados al divorcio, pero nunca has dado el paso. —Dijo Delphine con compasión.
—Lo sé. Lo he pensado mil veces. Pero sabes, muero por estar contigo. Me alegra verte tan radiante, con tu negocio próspero y tu independencia. Te mereces todo lo mejor. —Concluyó Manuel sinceramente.
—Ya no quiero seguir sintiéndome triste, Manuel. Simplemente quiero vivir mi vida, una que me fue arrebatada el día que me casé con Guillermo. Sé que puede sonar absurdo, pero nuestra relación también me está causando daño por razones obvias. Debemos poner fin a esto aquí y ahora. —Expresó Delphine con determinación.
—¿Y si simplemente dejamos que las cosas fluyan? —Propuso Manuel, buscando una solución.
—No lo sé, Manuel. Realmente no lo sé. Por ahora, solo quiero disfrutar este momento contigo. —Ella se abrazó a él nuevamente, y en pocos minutos, ambos fueron consumidos de nuevo por la pasión.
Después de tres horas juntos, decidieron que era hora de separarse. Delphine regresaría a su nuevo apartamento de soltera, mientras que Manuel se dirigiría a la mansión. Sabía que ya era tarde y que el problema con Verónica no tendría una solución fácil.