PROLOGO
Una copa de vidrio cae al suelo, Guillermo, iracundo por la actitud de su hija, la mira fijamente a los ojos y con repudió le grita en la cara.
—¿Eso es lo que quieres Veronica? Una vida miserable con un hombre miserable es que ni siquiera un empleo fijo tiene ese gañan.
Verónica se seca las lágrimas con la manga de su saco y lo mira fijamente.
—No tienes idea de cuánto daría por Manuel, y voy a ser su novia papá ¡Te guste o no!
Guillermo, resopló y miró a su alrededor, tratando de explicarse como su caprichosa hija estaba cayendo tan bajo.
Delphine, elegante como siempre, con sus cuarenta bien puestos, y también con una copa de licor en la mano, decidió intervenir por su hija.
—Guillermo por favor, Veronica ya no es una niña, si ella quiere estar con ese hombre que nos está diciendo, pues es su decisión, ¿Cuál es el problema que no tenga dinero?— Delphine le dio un trago a su vaso mientras abogaba por su hija, pero su esposo era más caprichoso todavía que la misma Verónica.
— ¡Tú no te metas!, Tú eres la persona menos indicada para decir media palabra, porque te recuerdo que estás casada conmigo, por simple conveniencia.
Delphine rodó los ojos, y le dio un último sorbo a su copa de vino,
— ¡¡Y tú!!— se giró nuevamente hacia Verónica— Si yo llego a saber que sigues saliendo con ese degenerado, te juro que te desheredo. ¿Entendiste?
—¡Papá! Por favor
—Por favor nada, ¡Caprichosa! Tienes las cosas perfectamente claras, no busques que cumpla con mi promesa, y sin mí, no es mucho lo que puedes hacer. Porque yo te doy todo lo que usas en esta vida para poder existir.
Esas palabras rayaron el cerebro de Veronica, causandole enojo y dolor.
Guillermo salió de la sala de estar, estaba tan enojado con su hija, pues rechazó a un buen partido por estar detrás de un mecánico, uno que no le ofrecía un futuro como él que ella necesitaba.
—¡¡Mamá!! Dile algo, siempre te quedas callada, ¡Siempre! ¿Has visto la forma en que me trata? Mi padre me odia, siempre me ha hecho la vida imposible— Verónica se cruzó de brazos y con su boca hizo pucheros, era una chica caprichosa y desobediente.
Delphine se le acercó y con una mano le corrió un mechón de su cabello detrás de su oreja, la miró compasiva y le recalco:
—Para nada mi amor, él no te odia, lo contrario, quiere lo mejor para ti, tal vez tu novio, el chico con el que estas saliendo no te conviene, tú tienes demasiados pretendientes, y muy buenos, ¿Te acuerdas de Isaac? Que buen muchacho que es
—¡Mamá por favor! Pero es que ya no soy una niña, ni Manuel lo es, lo único diferente es que no tiene dinero, como Isaac, él hombre que mi padre me quiere imponer, me lleva diez años, y la verdad que no me gusta ni un poco.
—¡Ay, mi amor! Trataré de hablar con tu padre, te pareces tanto a él, ambos son igual de caprichosos
—No quiero que me pase lo mismo que a ti, que te obligaron a casarte con él por pura y física conveniencia.
A los quince años, Delphine Ruiz se encontró en una difícil situación: su madre estaba gravemente enferma y la familia no tenía los medios para costear su tratamiento. Dependían completamente de la caridad de los vecinos. En medio de esta crisis, un médico que frecuentaba el vecindario decidió intervenir, proporcionando algunas medicinas para aliviar el sufrimiento de Rosa, la madre de Delphine.
Guillermo Maseratti, conocido como el mejor médico del pueblo, provenía de una familia adinerada y disfrutaba de lujos y riquezas. Sin embargo, recientemente había enviudado y la pérdida de su esposa había dejado un vacío en su corazón. Buscaba desesperadamente un propósito en su vida, y Delphine, una joven hermosa y diez años menor que él, parecía ofrecerle una oportunidad de encontrarlo.
—Mira Delphine, dale estas medicinas a tu madre, esto hará que los dolores se apacigüe un poco, ya sabemos que es una enfermedad terminal, pero la idea es que tenga un poco de alivio. — Guillermo era un hombre guapo, tenía un cabello oscuro y unos ojos negros, era bastante delgado, aunque su físico no era tan llamativo, desde que perdió su esposa se habia convertido en el soltero más codiciado de la ciudad.
—Muchas gracias, señor Guillermo, no sé cómo puedo agradecerle.
—Yo si se cómo hijita, cuando ya no esté aquí, irás a trabajar a la casa del señor Guillermo hasta que pagues lo que debes— Dijo la madre de Delphine en su lecho de muerte
—No es necesario, no me gustaría que una señorita tan hermosa como ella trabaje para mí, me gustaría algo más allá.
Desde aquel día, Guillermo comenzó a cortejar a Delphine, quien gradualmente aceptaba sus avances. Su madre la persuadía para seguir adelante con la relación, pues una vez que ella falleciera, Delphine quedaría sola y sin recursos. Nunca había trabajado, por lo que casarse con Guillermo Maseratti significaba seguridad financiera para ella.
Sin darse cuenta, Delphine se encontró comprometida con Guillermo, y poco después del anuncio, su madre falleció. Guillermo la llevó a vivir a su casa, pero había algo que nunca le había revelado mientras estaban saliendo: fruto de su anterior matrimonio, tenía una hija llamada Verónica, una hermosa niña de ocho meses. Aunque Delphine era joven e inexperta, se sintió agradecida hacia Guillermo y asumió el papel de ama de casa y madre para la pequeña.
Con el tiempo, Delphine se enamoró profundamente de Verónica, a quien cuidaba y mimaba como si fuera su propia hija. Sin embargo, su relación con Guillermo era complicada: él se mostraba distante y resentido, y Delphine no se sentía lista para consumar el matrimonio.
A medida que Verónica crecía, Delphine se convirtió en una mujer refinada de la alta sociedad. Guillermo la apoyó para que completara su educación secundaria y se preparara para la universidad, esperando que esto la llevará a aceptarlo. A los diecinueve años, Delphine se sintió lista para entregarse a su esposo, lo que llenó de felicidad a Guillermo y fortaleció su relación.
Con el tiempo, Guillermo empezó a amar apasionadamente a su esposa, y presentó a Delphine como la madre de Verónica y del bebé que esperaban. Pocos meses después, nació Joaquín, completando así esta hermosa familia.
Sin darse cuenta, se encontró inmersa en el papel de ama de casa en la alta sociedad, una joven madre que se dedicaba exclusivamente a cuidar a una hija que no era suya y a un bebé que no había planeado. Sus aspiraciones de estudiar y mejorar como mujer se vieron pospuestas, sin un horizonte claro en cuanto a cuándo podrían retomarse. A pesar de ello, todos le aseguraban lo afortunada que era por tener a Guillermo como esposo, como si eso lo fuera todo.
Con el paso de los años, Guillermo logró ascender a una posición social respetable gracias a su carrera como médico. Especializándose en cirugía plástica, encontró en Delphine su principal sujeto de experimentación. Aunque la belleza natural de ella lo había cautivado, con el nacimiento de su primer hijo, Delphine había adquirido marcas en su cuerpo y algunos kilos de más. Guillermo aprovechó la juventud de su esposa para someterla a cirugías que la dejaron aún más espléndida de lo que era, asegurándose de que no tuvieran más hijos que pudieran alterar su obra.
Aunque la pasión entre ellos era evidente, Delphine se sentía más como un objeto que como una pareja. No sabía si realmente amaba a Guillermo; su único lugar parecía ser la mansión Maseratti, actuando como una muñeca perfecta que despertaba la envidia de los amigos de su esposo. Era la esposa joven, hermosa y obediente que acompañaba a su marido a eventos sociales, sin cuestionar su infidelidad y manteniendo su papel de mujer sumisa.