Como Manuel sospechaba, al llegar a casa, Verónica lo recibió con la peor de las actitudes. Estaba lleno de ira, desbordada por el embarazo y la incapacidad de moverse con facilidad.
Ella lo esperaba en la sala de estar, renuente a cenar o retirarse a descansar, decidida a hacer sentir mal a Manuel de alguna manera.
—¿Dónde demonios estabas? ¿Se te olvidó que debes venir a darme la cena? —Le recriminó Veronica en cuanto él apareció.
—Tuve que trabajar hasta tarde. —Intentó Manuel darle un beso en la mejilla, pero ella lo rechazó de inmediato.
—No mientas. Llamé al taller y me dijeron que incluso saliste más temprano de lo habitual hoy. ¿Me estás engañando, Manuel? —Le espetó con acritud. Manuel deseaba poder gritarle la verdad en la cara, pero sabía que en su estado no podía arriesgarse a poner en peligro la vida de su bebé ni la de ella. Así que optó por lo que siempre hacía: mentir.
—Por supuesto que no, Verónica. Tuve que realizar un trabajo extra en un coche particular. Sabes que se acerca la llegada de nuestra hija y necesitamos estar preparados económicamente. Tendré que trabajar más horas de ahora en adelante. —Sus palabras solo aumentaron la ira de ella, ya que su posición social le proporcionaba cierta comodidad económica. Pero él sabía que el verdadero problema entre ellos no era el dinero.
—A mí no me salgas con esas pavadas del dinero, bien sabes que dinero tenemos, además la bebe tiene un fideicomiso por parte de mi padre que obviamente vamos a utilizar, entonces no hay ninguna mínima razón para que me digas que es por dinero que te tardas, porque es una razón válida para mí.
—No quiero seguir siendo un parásito aquí. De hecho, vamos a encontrar la manera de irnos. Mi antiguo apartamento está casi listo después de la remodelación, así que lo más probable es que nos mudemos allí tan pronto como sea posible. —Manuel salió hacia la cocina, sintiendo un hambre desesperada.
—No habrá cena para ti. Si yo no comí, tú tampoco lo harás. —Las palabras de Veronica lo golpearon como un puñal. En parte, ella tenía razón, pero sentía que en esa casa lo menospreciaban incluso en lo más básico, como la comida. A menudo prefería comer fuera para evitar enfrentarse a esas situaciones, pero rechazar la comida que Veronica preparaba solo empeoraba las cosas.
—Entonces tendré que salir a buscar algo de comer de nuevo. ¿Quieres que te traiga algo? —Manuel intentaba mantener la calma, evitando responder con la ira que sentía.
—Hay cena en la cocina. No quiero que salgas otra vez. —Veronica insistió.
—No quiero comer la comida de esta casa. Parece que es un privilegio reservado para los que viven aquí. Así que me iré. —Respondió Manuel, frustrado.
—¡De aquí no te irás, te lo ordeno! —Las mejillas de Veronica se tornaron aún más rojas, su embarazo avanzado le estaba causando algo de presión alta y sabía que debía evitar el estrés, aunque parecía disfrutar del drama.
—Está bien, cálmate. Vamos a ir a dormir. —Manuel se acercó para ayudarla a levantarse de la silla de ruedas, pero notó que ella comenzaba a hacer gestos de dolor. Sin embargo, pensó que era parte de su teatro habitual. Pero de repente, al mover la silla, sintió como un líquido escapaba por los bordes.
—Veronica, ¿estás bien? —Preguntó, ahora alarmado.
—No, por favor, ayúdame. Llama a una ambulancia. No sé qué está pasando. Siento un dolor terrible. —Veronica suplicó mientras los dolores aumentaban.
Manuel salió corriendo y comenzó a gritar pidiendo ayuda. En ese momento, Guillermo apareció nuevamente, molesto, pensando que era otra discusión entre ellos dos.
— ¿Qué demonios está pasando? Estoy harto de sus malditas discusiones. —Guillermo se quejó al ver la situación.
—No estamos discutiendo. ¡Llama a una ambulancia, por favor! A Veronica se le adelantó el parto. —Manuel salió corriendo hacia la habitación para recoger algunas cosas para el bebé y para ella. Los nervios le estaban jugando una mala pasada y no sabía qué hacer.
Guillermo intentó llamar a una ambulancia, pero sabía que tardarían mucho tiempo. Así que decidió actuar. Se puso una chaqueta sobre su pijama, se calzó unos zapatos deportivos y sin pensarlo dos veces, decidió que él sería quien la llevaría al hospital.
— ¡Manuel! ¡Ayúdame aquí, vámonos! Una ambulancia tardará más de una hora en llegar. Ya sabes cómo son las cosas. En quince minutos estaremos con su ginecólogo. —Fue el momento en que Manuel sintió gratitud hacia su suegro. Este estaba actuando con menos desesperación, lo que les ayudaba a hacer las cosas de manera más eficiente.
Ambos corrieron como pudieron para llevar a Veronica a la camioneta. Como había pronosticado Guillermo, en quince minutos estaban en el hospital. Veronica fue ingresada de inmediato. Dada la complejidad de su situación, se necesitaba una cesárea de emergencia. A pesar de que el parto se adelantó más de un mes, el bebé debía nacer de inmediato.
Manuel y Guillermo estaban en la sala de espera, consumidos por los nervios. No solo preocupados por la salud de Veronica, sino también porque el bebé nacería prematuramente, lo que sería muy grave.
Después de tres horas de espera, finalmente un médico salió para darles noticias.
—Bueno señores, la cirugía salió como esperábamos. Afortunadamente, la cesárea fue exitosa.
Guillermo y Manuel se miraron y sonrieron. Al menos una de las preocupaciones más grandes había sido resuelta.
—Doctor, ¿y cómo está la niña? —Manuel no esperó para preguntar por su hija.
—Bueno, ese es un tema de preocupación en este momento. Desafortunadamente, no puede respirar por sí sola. Hubo una falta de oxígeno al nacer, pero esperamos que no haya sido suficiente para causarle secuelas. Por ahora, está en una incubadora.
— ¿Qué significa eso, doctor? —La angustia de Manuel era palpable ahora, ya que la vida de su pequeña, que era su principal preocupación, estaba en peligro.
—Significa que debemos ser pacientes y esperar. Ahora hay un proceso llamado "plan canguro", en el que los padres deben estar pendientes de su bebé y cargarla como cuando estaba en el vientre. Esto será por un par de meses y ayudará a que ella se recupere por completo. Estará bajo oxígeno y permanecerá en la sala de neonatos hasta que podamos autorizar su salida. —Explicó el médico.
La expresión de Guillermo era de tragedia. En ese momento, sabía que la presencia de Delphine habría sido fundamental para ayudar a Veronica con la maternidad, ya que si algo tenía Delphine, era experiencia como madre. Se lamentaba de que ella hubiera tomado la decisión de irse de la casa.
—Doctor, ¿cómo está mi hija? —Preguntó Guillermo al médico, mientras Manuel mostraba más preocupación por la bebé y había ignorado completamente la salud de Veronica.
—Ella está descansando después de la cesárea. Recuerden que es un proceso bastante agotador y doloroso para ella. Deberíamos esperar un par de horas para que puedan hablar con ella. Ahora, si quieren ir a la sala de neonatos a ver a la bebé, pueden seguirme. —El médico les informó.
—¡Claro que sí, doctor! —El corazón de Manuel latía aceleradamente. Estaba ansioso por conocer a su bebé, por quien estaba sacrificando su propia felicidad, y sentía que lo menos que merecía era ver su precioso rostro.
Al llegar a la sala de neonatos, los hicieron vestir con batas azules, cofias, guantes y tapabocas, ya que los bebés en esa área eran muy delicados y sensibles. El proceso para ingresar fue un poco engorroso, pero el doctor los condujo hasta la incubadora donde estaba la bebé.
—Allí está la pequeña. —El médico señaló la incubadora. Manuel y Guillermo se miraron entre sí. Incluso Guillermo estaba sorprendido, pero por prudencia, evitó hacer comentarios. Sin embargo, Manuel no pudo contenerse.
— ¿Es ella, doctor? —La sorpresa en su rostro era evidente.
—Sí, claro que sí. Por ahora tiene los ojos vendados hasta que sea el momento adecuado. Vamos a administrarle unas inyecciones para madurar sus pulmones. Mejorará pronto. —El médico les informó antes de retirarse y dejarlos a solas con la recién nacida.
Ambos se quedaron en silencio. Guillermo sabía en su corazón que algo realmente grave estaba sucediendo. Manuel era de piel muy clara y, considerando los antecedentes familiares, ni en su familia ni en la de Delphine había personas de tez morena. La única opción era que en la familia de Manuel sí la hubiera.
A partir de ese momento, una duda se sembró en la mente de Manuel. Estaba sacrificando todo por ella, por su hija. Estaba con una persona a la que no soportaba ni amaba, pero si esa bebé no era su hija, su corazón se rompería en mil pedazos y quedaría destrozado de por vida. Sin embargo, su físico despertaba unas leves sospechas, especialmente considerando cómo era Veronica meses atrás. Solo ella podría sacarlos de la incertidumbre que les había dejado el nacimiento de la nueva heredera.