Delphine abandonó la que había sido su casa durante más de veinte años. Era la primera vez que tomaba esa decisión, y aunque su corazón estaba lleno de emociones encontradas, sentía que era la mejor opción que había tomado en mucho tiempo. Los últimos años en la mansión se habían convertido en un martirio para ella. La indiferencia de su marido y el maltrato por parte de Veronica habían destrozado su corazón en mil pedazos.
Se hospedó en un sencillo hotel de la ciudad. A pesar de las amenazas de Guillermo de dejarla sin un centavo, ella estaba preparada para ese momento. Había guardado mucho dinero en el tiempo que estuvo casada con Guillermo. A pesar de que todos la consideraban simplemente como una mujer mantenida por la riqueza de su marido, ella había realizado algunas inversiones por su cuenta, las cuales le estaban generando rentabilidad. Además, tenía dinero ahorrado para poner un pequeño negocio. El dinero no era algo que la preocupara, solo necesitaba su tranquilidad.
Mientras tanto, en la mansión Maseratti, los ánimos seguían tensos. A pesar de que Delphine, que era la causante de todas las molestias, ya se había ido, Manuel sentía un leve resentimiento en su corazón hacia su esposa. Esta seguía actuando como una persona huraña y malintencionada, demostrando ser una niña caprichosa que pasaba por encima de todo con tal de alcanzar sus objetivos.
Los días pasaban, y aunque Manuel había regresado al trabajo, mantener una buena relación con Veronica se volvía cada vez más difícil. A medida que se acercaba el parto, sus hormonas iban en aumento y se volvía insoportable. Nadie en la casa sabía dónde estaba Delphine, excepto Joaquín, a quien ella le había pedido que no revelara su paradero. Ni siquiera Guillermo se interesaba realmente en dónde estaba, ya que ni siquiera la había buscado.
Delphine finalmente había abierto el negocio de sus sueños. Quería distraerse y trabajar como nunca antes lo había hecho. Había alquilado un hermoso local en las afueras del barrio donde trabajaba Manuel. A pesar de que no era el mejor lugar, era ideal para atraer clientes, ya que ella planeaba abrir una floristería. Estaba ultimando los detalles y se veía feliz. Había dejado el hotel y se había mudado a un pequeño apartamento que había alquilado. Lo único que la estaba apagando era el recuerdo de vivir en esa casa.
Pero como nada puede ser perfecto y tranquilo, su peor dolor de cabeza apareció en un auto mientras se dirigía hacia su trabajo. Se quedó perpleja al ver a Veronica frente a su negocio, con una hermosa sonrisa y unos ojos brillantes.
Manuel no solía tomar esa ruta hacia su trabajo, pero por casualidad esa mañana hubo un accidente que lo desvió hacia donde quedaba el nuevo local de Delphine. Ella estaba ocupada hablando con el diseñador que la ayudaba con la decoración y ni siquiera se dio cuenta de que su yerno pasaba por allí, pero él decidió detenerse. Quería hablar con ella. Bajó del auto y se acercó a su lado, pero ella estaba tan concentrada en la conversación que no notó su presencia.
El diseñador se quedó mirando a Manuel, que estaba detrás de Delphine, lo que hizo que ella también volteara a mirar. Sus ojos se abrieron como platos y sintió que su corazón se aceleraba.
—¡Manuel! ¿Qué estás haciendo aquí? —Delphine le respondió de inmediato.
—Solo quise acercarme y asegurarme de que estabas bien. Desde que te fuiste de la mansión, no hemos sabido nada de ti, y aunque no lo creas, me preocupo por ti.
Ella volteó a mirar al diseñador con vergüenza.
—Thomas, ¿me das un minuto a solas con Manuel? Ya regreso contigo. —El diseñador era un antiguo amigo desde que Delphine se casó con Guillermo. Siempre había tenido intereses románticos hacia ella, y aprovechaba la oportunidad de su separación para retomar sus intenciones, que parecían ser correspondidas.
—¿Vas a estar bien? —Thomas miró a Manuel con recelo.
—Sí, claro que sí. No te preocupes, ya regreso contigo.
—¿Qué es esto, Delphine? ¿Hace menos de un mes que te separaste y ya estás saliendo con alguien más? ¿No crees que es demasiado pronto para tomar una decisión así? —Manuel ni siquiera podía ocultar sus celos.
—Hola, Manuel. ¿Qué te trae por aquí? ¿Acaso no es para abogar por mi marido? —Delphine lo saludó con frialdad.
—Estaba preocupado por ti, quería saber cómo estabas, pero parece que estás muy bien. No te preocupes, espero que todo te salga de maravilla con ese hombre. Espero que él sí te sepa querer —Manuel se da la vuelta, intentando ocultar sus emociones.
—¿Estás celoso, Manuel? —A Delphine le brillan los ojos al verlo.
—No, Delphine, no se trata de celos. Solo quiero que seas realmente feliz, pero me siento mal por todo lo que pasó entre nosotros y...
—Manuel, no puedes decirme lo que me estás diciendo porque... —Ella intenta explicarse, pero Manuel la interrumpe de inmediato.
—Sí, Delphine, soy el esposo de tu hija. Lo he escuchado mil veces de tu boca, y la verdad es que no es algo que yo decidí. Pero aquí estoy, casado con una mujer a la que no amo.
—¿Cómo que no fue tu decisión? Siempre tuviste la opción de decir que no. ¿Acaso alguien te obliga a estar casado con ella, Manuel? ¡Claro que no! Estás con ella porque tú así lo quieres. Además, ella es mi hija, y si no lo fuera, tampoco me metería entre ustedes dos. Están casados ante la iglesia —Delphine está decidida a reclamarle, a pelear, a decirle que sufrió por su culpa, pero decide que no es el momento adecuado, quizás nunca lo sea.
—Sí, lo sé. Hemos discutido esto antes, pero desde que te fuiste de la casa, Delphine, no he dejado de pensar en ti. Te extraño demasiado, me haces falta —Las palabras de Manuel son sinceras y conmueven a Delphine.
—No, Manuel. Olvídate de mí. Me fui de la casa precisamente para no perturbar la felicidad de Veronica. Si no lo eres, no quiero que sea por mi culpa. Ahora vete de aquí, por favor. Ve a tu casa y haz feliz a tu mujer —Las palabras de Delphine hieren a Manuel profundamente. Por más que le haya confesado sus sentimientos a su suegra, ella sigue insistiendo en que no pueden estar juntos. Manuel la veía más atractiva que nunca desde que dejó la casa. Estaba radiante, su rostro resplandecía, sus labios rojos y su cabello n***o brillaban. Su cuerpo había recuperado su esplendor, y lucía como la mujer más deseable del mundo. Esto hacía que Manuel lamentara aún más la situación.
Ella entra al local, donde Thomas la espera en una silla mientras trabaja en un diseño para la floristería. Aunque trata de disimularlo, su rostro refleja tristeza.
—¿Está todo bien? —Pregunta Thomas mientras posa su mano en la cintura de Delphine.
—Sí, todo está bien —responde ella con un tono forzado.
—¿Quién es él? Me parece haberlo conocido antes, pero no recuerdo muy bien —Delphine quería mentirle, pero sabía que era mejor decirle la verdad, al menos una versión a medias.
—Es el esposo de Veronica. Estaba pasando por aquí y hablamos un momento sobre mi hija —respondió Delphine, tratando de suavizar la situación.
—¡Ah, sí! Lo vi el día de la reunión. Entiendo, no lo recordaba porque fue muy breve... Discúlpame, no quiero ser imprudente —Thomas se disculpó, mostrando comprensión.
—No te preocupes, esas cosas, por fortuna, ya son parte del pasado —respondió Delphine, intentando dejar atrás los momentos incómodos.
Thomas la tomó por la cintura y la acercó a él para que pudiera ver el diseño que estaba haciendo. Delphine asintió con la cabeza y sonrió, aunque sus pensamientos seguían ocupados por Manuel.