Caprichosa y engreída

2140 Words
Delphine observa cómo la gran fiesta de su hija está totalmente arruinada. Los invitados salieron despavoridos después de que Guillermo los echó a todos casi a empujones, dejando un ambiente oscuro y denso. — ¿Ves, querida, todo lo que has provocado? — Guillermo se abalanza contra Delphine, quien ni siquiera sale de su asombro. Lo que él le había hecho no tenía perdón. —Quiero el divorcio, Guillermo. No quiero estar más contigo. Quiero separarme de ti. Esto fue lo último que podía pasar para que me fuera de tu lado — Ella sale hacia dentro de la casa, dejando a Guillermo observando el caos que causaron. Algo dentro de él se sensibiliza. Aunque no estaba totalmente de acuerdo con el matrimonio de su hija, tampoco quería arruinarlo de esa manera. Además, también le había arruinado su vida entera. Para Veronica no fue fácil enterarse de que Delphine no era su madre biológica, y mucho menos en estas circunstancias. Mientras tanto, Veronica estaba consumida por el dolor al enterarse de que Delphine no era su madre biológica. Siempre pensó que la falta de conexión se debía a problemas de comunicación, nunca imaginó que no llevaba su sangre. —Si quieres, podemos vivir en mi apartamento, Veronica. Sé que no es lo más cómodo del mundo, pero podemos vivir allí los tres — Manuel le acaricia el cabello mientras están sentados en su auto, después de la fiesta. Se fueron sin rumbo fijo, conduciendo por la carretera hasta donde se cansaron. —Manuel, es que, a pesar de que Delphine no es mi madre, yo la considero como tal. Ni siquiera puedo creer lo que me dijo mi papá. Siempre la he visto como mi madre biológica. Siempre hubo preguntas sin respuestas, pero nunca me preocupé por eso. Ella siempre me dio el amor que necesitaba. Siempre fue una madre para mí, incluso desde que era muy joven. Si no era mi madre, su amor por mí desde siempre fue genuino. A sus 15 años se hizo cargo de mí. No creo que cambie mi relación con ella. —¿Eso qué quiere decir? —Pues que seguiremos con lo planeado. Nos iremos para la mansión. Allí hay mucho espacio y tendré a la servidumbre para que me ayude en este proceso. En tu casa, sola, no puedo con todo. Perdóname. —Pues, si crees que puedes seguir como si nada con tu mamá, está bien por mí. No hay problema en que vivamos en casa de tus padres. Pero apenas podamos, nos iremos a un apartamento más grande que el que tengo actualmente y haremos nuestro propio hogar. Ella se acurruca más hacia su pecho. Ya se le había pasado un poco la furia que tenía contra sus padres, pero por ahora no quería hablar con ellos. Los siguientes días hubo un profundo silencio en la mansión. Veronica se había ido de luna de miel con Manuel. Desde el día de su boda, no había hablado con sus padres, pero estaba por llegar nuevamente a su hogar. Tenía que enfrentar finalmente a Delphine. Durante esos días, Delphine se esforzaba por mantenerse sobria. Sabía que en cualquier momento su hija regresaría y no debía encontrarla bebiendo. Sin embargo, esto se había convertido en un reto para ella. Sus problemas con el alcohol se agudizaron aún más. Los días en los que no bebía, la ansiedad la consumía, pero debía estar sobria para recibir a su hija y poder hablar con ella. Como si fuera un presagio, las puertas de la gran mansión se abren y Verónica regresa con su nuevo esposo. —¡Hija! Qué felicidad me da verte — Delphine se acerca y extiende sus brazos, pero Verónica no le corresponde. —Hola, mamá. Gracias. —Buenas tardes, señora Delphine. ¿Cómo está? — Manuel entra detrás de Verónica. Con ese saludo, Delphine está totalmente segura de que lo que sentía hace unos días era solo una equivocación. —Hola, Manuel. Bienvenidos a su casa. La habitación matrimonial ya está lista para ustedes. Veronica ni siquiera le da las gracias, simplemente agarra su maleta y se dirige a la habitación. A pesar de que hace unos días había dicho que su relación con Delphine no cambiaría, ahora actuaba totalmente distante y arrogante con su madre. —Veronica, ¿podríamos hablar un momento? Si no es ahora, quizás más tarde — Delphine la mira suplicante. —Hoy no, necesito instalarme en el cuarto y estoy cansada del viaje. Tal vez mañana, mamá — ella sigue su rumbo sin mirar atrás. —Está bien, hijita — Delphine observa cómo su hija sube por las escaleras sin voltear atrás. Ella no aparta los ojos de las escaleras, mientras su hija y su esposo suben. Un par de miradas se le escapan a Manuel, aunque esto podría haber intimidado a Delphine, ella estaba concentrada en poder hablar con su hija y recuperarla. Pasaron dos, tres, cuatro días, y Verónica no hacía más que evitar hablar con Delphine. Sabía que si se encontraban cara a cara, podrían terminar en una discusión. En el fondo, su relación no había sido tan buena como aparentaban, así que entre más la evitara, mejor. Pero Delphine siempre era persistente en lo que se proponía y no iba a descansar hasta poder hablar con ella. —Verónica, hija, necesitamos hablar. Desde el día de tu boda ha pasado casi un mes y tú no me diriges la palabra. ¡Por favor! — Delphine suplica a su hija, quien solo pasa los días acostada en su cama cambiando canales en la televisión. —Está bien. Dime, ¿de qué quieres hablar? Porque, sinceramente, ya tengo todo claro — Veronica suelta con ironía. No puede evitar mirar a Delphine con odio, como si hubiera dejado de amarla realmente. —Es que después de tantos años quiero contarte sobre este gran secreto que tu padre y yo hemos guardado por mucho tiempo, lo hicimos por tu bien, cariño. —Sigue. —El hecho de que no seas mi hija biológica no significa que no te sienta como tal. Para mí, eres como Joaquín, salida de mis entrañas, y no quiero perder el amor que hay entre nosotras, hija, ¡por favor! —¿Sabes qué, Delphine? Ya no deseo sentir amor por ti. Aunque sé que has sido una buena madre para mí durante todos estos años, ya no quiero que sigas siéndolo. Por tu culpa, mi padre me odia, y siempre lo he justificado. Pero ahora que sé que no eres mi madre, ya no me importa lo que pienses. Y quiero que te largues de la casa, ¿entendiste? Delphine siente cómo su corazón se acelera por las palabras tan crueles de Veronica. Sus ojos se nublan y siente melancolía. Su propia hija la estaba lastimando. —Hija, sé que no soy tu madre biológica, lo sé. No tienes que repetirlo. Pero te he entregado todo como si lo fuera. Tú lo sabes. Por ti, me sacrifiqué. Sacrifique mi vida, mi juventud. Sin ser tu madre biológica, te adopté como tal. ¿Por qué me haces esto? Por favor, no seas así — Delphine retira su tono suplicante al hablar. Haría lo que fuera por tener el cariño de su hija. —Delphine, sinceramente, los sacrificios que hayas hecho, lo que hayas vivido, nadie te lo ha pedido. A mí me podría haber criado una de las criadas. Pero, claro, como siempre te ha gustado el dinero de mi padre, eso es lo que te ha motivado durante estos años. ¿Cómo no ibas a cuidarme? Si mírate, todo el dinero que mi padre tiene invertido en ti. —No, hija, las cosas no son así. ¿Qué dices? —Lárgate de mi cuarto, Delphine. No quiero verte nunca más, de verdad. Tú en tu espacio, yo en el mío. Déjame en paz — Verónica se levanta y comienza a sacar a Delphine a empujones. —Está bien, Verónica. ¡Está bien! Perfecto, si ya no quieres que actúe como tu madre, está bien. No lo forzare más. Pero ten en cuenta que siempre te he amado, y hasta el día de hoy, y por siempre, seguiré haciéndolo. —No me interesa saber si me amas o no, Delphine. Solo quiero que te divorcies de mi padre. Has sido una mentirosa durante tantos años. —¿Qué? ¿Qué me estás diciendo? Es increíble, Veronica Maseratti, que me estés haciendo esto — Delphine sale corriendo de la habitación de su hija, sus manos sobre su rostro, llorando a mares, como últimamente solía hacer. Cuando está por bajar las escaleras, siente un empujón muy fuerte. Se había estrellado con Manuel, que llegaba del trabajo. Su pecho rozó contra su cuerpo en un momento incómodo para ambos. Delphine siente cómo sus mejillas se sonrojan, y él la sostiene en sus brazos, mirándola fijamente. Por un momento, se sostienen la mirada. —Señora Delphine, discúlpeme, no la vi venir. ¿Está bien? — Manuel no la suelta mientras le pregunta. La sigue sosteniendo en sus brazos, sus bocas demasiado cerca, él puede sentir su aliento. Pero Delphine se zafa como puede, sintiendo cómo su corazón está acelerado, los nervios la traicionan. —Sí, estoy bien. La culpa fue mía — Ella acomoda su blusa y sigue su camino por las escaleras, de manera inconsciente, comenzando a bajarlas de manera sensual, como si quisiera que él la viera hacerlo. Manuel no puede evitar mirarla. Delphine era evidentemente una mujer de buenas proporciones y demasiado atractiva. A pesar de tener más de cuarenta años, su físico no aparentaba más de treinta y cinco y podía ser el centro de atención de cualquier hombre. Sin embargo, traga saliva y sigue su camino hacia el cuarto que comparte con su esposa. —Hola, nena. ¿Cómo estás? — Manuel se acerca a Verónica para saludarla con un beso en la boca, pero ella se voltea poniéndole la mejilla. —Bien. ¿Tú cómo estás? — Le responde de forma seca. —Bien, todo bien en el trabajo. Estoy un poco cansado. ¿Puedo recostarme a tu lado? —Sí, pero primero ve a la cocina y tráeme algo de comer. Muero de hambre — Ella sigue con su mirada fija en el televisor. —¿Puedo preguntarte algo? —Sí, claro, dime. —¿Pasó algo con tu mamá? Iba llorando por las escaleras, imagino que salió de aquí — pregunta Manuel, preocupado. —¡Ay, Manuel! Por favor, deja de defender a mi madre. Vino aquí a darme explicaciones que nadie le ha pedido. Simplemente ya no la veo como una madre y se lo hice saber — responde Verónica como si no fuera importante. —Deberías ser un poco más consciente con ella, Verónica. Si ella no te dio la vida, fue quien te crió, y eres quien eres gracias a ella. —Mira, no vengas aquí a meterte en lo que no te importa. Mejor ve y tráeme algo de comer. Estoy embarazada y muero de antojos. Tráeme un postre, una soda y unos fritos, pero corre. No sé qué haces metiéndote en lo que no te importa — Manuel simplemente se retira de su lado y sale hacia la cocina. Baja las escaleras y ve a Delphine sentada en el gran sofá con una copa de vino en la mano. Sus ojos aún están hinchados por llorar. Ella siente sus pasos y voltea a verlo, no puede evitar sonreírle. —Señora Delphine, sé que no es mi problema, pero no debería beber. No es bueno para su salud. —Manuel, agradezco tu interés por mi salud, pero la verdad es que la bebida es mi único escape en este momento. ¿No ves que en esta casa soy invisible? Antes solía hablar con Verónica y ella era mi amiga. Ahora ni siquiera me quiere ver. —Debe ser por el embarazo, señora Delphine. No le preste atención. Estoy seguro de que ella la quiere. Delphine lo mira sin entender por qué se muestra compasivo. Sin embargo, continúa hablando con él por un par de minutos más, hasta que desde el segundo piso se escuchan los gritos de Verónica. —¡Manuel! ¡Manuel! ¿Dónde está mi comida? ¿Qué pasa? —Ya voy, amor. Estoy buscando. Ya voy — responde Manuel, sumiso. Delphine no puede creer lo que acaba de ver. Su hija manipula a su yerno, y él también lo trata mal. —Bueno, señora Delphine, debo cumplir con mi deber de padre. Permiso. —Siga — ella sigue bebiendo de su copa de vino. Se da cuenta de que su hija no es más que una chica caprichosa. Menea la cabeza de lado, no solo por los gritos de Veronica, sino también porque no esperaba esa pequeña conversación con Manuel.
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