La noche de la boda transcurre sin contratiempos aparentes, con los invitados y los recién casados disfrutando del evento. A pesar de que Guillermo sabe que esta unión es solo una fachada para encubrir el embarazo de su hijo, decide mantener las apariencias como un padre moderno ante sus amigos y la sociedad. Quiere proyectar la imagen de un padre comprensivo y amoroso, que respalda a su hija en sus proyectos y promueve el amor. Además, siente que ya no puede hacer nada al respecto: Verónica está embarazada y el matrimonio es necesario para evitar la deshonra del apellido de la familia Maseratti.
Mientras tanto, Delphine, ahora bebiendo con sus escasas amigas, rompe la promesa que le hizo a su hija. Su refugio en el alcohol se ha convertido en una adicción difícil de controlar. Con una copa de vino en mano, se acerca a la mesa donde está su esposo y sus amigos, moviendo sus caderas y luciendo su espectacular cabello. Sus mejillas están ruborizadas por el vino y una sonrisa adorna su rostro. Delphine busca llamar la atención de su esposo, la única manera en que se siente capaz de expresar su necesidad de amor hacia alguien que se lo niega constantemente.
—¿Estás bebiendo otra vez, querida? —le susurra Guillermo en voz baja para que sus amigos no escuchen.
—Sí, Guillermo, el aburrimiento me estaba consumiendo, así que decidí tomar una copa. ¿Acaso está mal? —responde Delphine con cierto desdén.
—Sabes que tienes problemas con el alcohol, y que te embriagas con solo tres copas. Deberías considerar un programa de ayuda —le advierte Guillermo con sarcasmo más que preocupación.
—Lo sé, cariño, puedo sentarme contigo, ¿aquí en tus piernas? —prosigue Delphine, tomando las piernas de Guillermo de forma atrevida e insinuante.
— ¿Estás loca? ¿Qué dirán mis amigos? Suficiente con el espectáculo tan bochornoso de que mi hija se haya casado con ese muerto de hambre, eso ya me tiene en los ojos de los medios de comunicación, sabes que Delphine, lárgate de aquí mujer, estás ebria y me haces pasar vergüenza con mis amigos.
—Guillermo, ¿por qué actúas así conmigo? ¿Cuál fue la razón detrás de colocarme este implante de silicona en el pecho? ¿Para qué someterme a cirugías si sientes vergüenza de mí? — Delphine elevaba su tono de voz a causa del vino.
—Por favor, no empieces con uno de tus alborotos ahora. Te advierto, Delphine Ruiz, es mejor que te retires a dormir, o te aseguro que recibirás un castigo. Ya no puedo soportarte más. Es hora de que madures. Eres una mujer adulta y deberías dejar de comportarte como una niña. Así que aléjate de mí. Me repugnas. Hueles a alcohol. — Guillermo, sin que sus amigos se percaten, aparta a Delphine de su lado, mientras ella lo mira decepcionada.
—¿Por qué nunca me has amado? He sido tuya durante estos 24 años de matrimonio. He dedicado mi vida entera a ti. He sido una buena madre para tu hija, para nuestro hijo. ¿Por qué no me amas? Dime, Guillermo, ¿qué es lo que te disgusta tanto de mí? — Se sienta cerca de él, su voz ahora además de confusa está entrecortada.
—Delphine, estás recibiendo una lección que mereces. Deberías estar agradecida conmigo. Salvé la vida de tu madre y te proporcioné todo lo que tienes ahora. Sin mí, estarías en la calle muriéndote de hambre, y lo sabes.
—Preferiría eso a estar contigo y soportar tus desprecios. ¿Cuándo fue la última vez que me hiciste el amor? Solo te acuestas conmigo para satisfacer tus propias necesidades. ¿No es así? Por supuesto, porque no soy una de tus amantes, ¿verdad?
—Estás yendo demasiado lejos, Delphine. Ya no puedo soportarte más. Vámonos de aquí. — Él la toma del brazo.
—No nos vamos a ninguna parte, nos quedamos aquí. Después de todo, ¿no soy tu esposa? Así que me haré respetar, aunque te avergüences de mí. — Los amigos de Guillermo empezaban a notar la discusión, lo que lo enfureció aún más.
—No es asunto tuyo —se levanta, consumido por la ira y sin preocuparse por quién los veía, la toma del brazo y la arrastra bruscamente lejos de la mesa, casi arrastrándola, llevándola detrás de un árbol en el jardín, donde la sujeta del cuello y la amenaza.
—No arruinarás la fiesta de boda de mi hija, Delphine. Te lo advierto. O te echo a la calle y te quito todo lo que te corresponde. ¡Maldita borracha! — La suelta, dejándola con un doloroso agarre en el cuello.
—Espera un momento, Guillermo. No me tratarás así. Eres un maltratador. Y gracias a ti estoy convirtiéndome en alcohólica. Antes nunca bebía, pero en los últimos dos años me he refugiado en el alcohol. Mírame —se señala el cuerpo con las manos, pero Guillermo la ignora por completo—. ¡Mírame, maldita sea! — Lo agarra del brazo, obligándolo a que se voltee hacia ella y la mire.
—Estás ebria. Vete a dormir. Deja de hacer el ridículo.
—El único que está haciendo el ridículo eres tú. ¿Pensaste que convirtiéndome en una muñeca de plástico podrías detener el paso de los años en mi cuerpo, y sobre todo en mi alma? Ya no soy una adolescente. Esa niña con la que te fuiste a vivir y a la que obligaste a ser madre sin quererlo. Aunque amo a Verónica, tú has dirigido mi vida en sentido contrario a lo que yo quería. Has actuado más como un padre controlador que como un esposo. Mírame, ni siquiera me tocas. — Delphine nunca se había revelado así contra su esposo, pero su corazón estaba cargado y motivado por el vino.
—¿Qué estás diciendo, Delphine? ¿Te arrepientes de haber ayudado a criar a mi hija? Eso no puedo perdonártelo. — Guillermo le da una bofetada que hace estallar la boca de Delphine, quien comienza a llorar frente a él.
—Te voy a denunciar y me voy a divorciar de ti. Se acabó esta farsa. Le diré a todo el mundo el tipo de hombre que eres — Delphine sale de detrás del arbusto, sosteniéndose la cara mientras la sangre brota de su boca. Verónica, que acababa de bailar con Manuel, la mira, al igual que todos los presentes. Justo cuando Delphine sale de entre los arbustos, la canción termina. Verónica ve cómo su madre emerge de la escena con un aspecto horroroso, ebria y golpeada. No era la primera vez que la veía así, pero esta vez no podía creer que sus padres se atrevieran a tanto en plena fiesta de su boda, cuando todo iba perfectamente.
—Mamá, ¿qué está pasando? — pregunta Verónica, apretando los labios y con los ojos nublados.
—Lo mismo de siempre, cariño. Tu padre me golpeó. Me voy a separar de él y simplemente me largaré de aquí. Ya nadie me necesita.
Manuel la mira con nostalgia. Él entendía que Delphine sufría de una grave depresión, pero poco a poco comprendía que era víctima de maltrato y la falta de amor por parte de su familia la estaba destrozando. Se acerca y, sin importar que su esposa esté presente y ante la mirada de todos, es el único que siente compasión por ella.
—Señora Delphine, ¿está bien? — le ofrece su pañuelo para que se lo ponga en la herida. Ella lo mira incrédula ante ese gesto de bondad, pero, ante la molestia de su hija, acepta el pañuelo.
—Sí, estoy bien — Delphine siente una vergüenza abrumadora. Ha incumplido su promesa y ahora su hija volverá a estar furiosa con ella. Mientras se limpia la sangre, la fiesta se detiene por un momento y los invitados murmuran. Guillermo sale detrás de Delphine y, avergonzado, se acerca a su hija.
—Hija, perdóname, pero es que Delphine está completamente borracha. Mírala, ni siquiera puede mantenerse en pie.
—¿Y por eso tienes que golpearla? — le reprocha Verónica, con los dientes apretados, mostrando su enfado.
—Yo no la golpeé. Ella, por andar ebria, se tropezó con un arbusto. Solo estaba tratando de ayudarla. ¿Verdad, querida?
—No mientas más para defenderte. Eres un psicópata. Me golpeaste, lo hiciste dos veces. Quiero el divorcio y lo haré público. Ya no eres el buen hombre que aparentas ser ante tus amigos y la sociedad. Mírenlo, este es un misógino que solo me maltrata — Todos la observan, atónitos ante las palabras de Delphine. Verónica solo puede retorcerse de ira.
—Te odio, mamá. ¿Cómo puedes arruinar el mejor día de mi vida?
—¿Ah, solo yo arruiné el mejor día de tu vida? Claro, como ahora eres la consentida de papá, entonces mamá es la mala, ¿verdad, hija? Yo que te he cuidado, que te he dado todo mi amor y apoyo. ¿Ahora me odias? ¡Ja! Qué ironía. Ahora sí soy la mala.
—Siempre has arruinado mi vida, Delphine. No puedo perdonarte lo que me estás haciendo. No puedo. Te odio.
—Verónica, no le hables así a tu madre. Ella es tu madre, por favor, debes respetarla — Manuel interviene, incapaz de resistirse. La situación se estaba saliendo de control y los invitados no paraban de especular.
—Tú ni te metas, eres un recién llegado a esta familia, Manuel.
—Pero soy tu esposo, Verónica. Vamos a ser padres. ¿Es eso lo que vas a enseñarle a nuestro hijo?
—No, no es para tanto, Manuel. Ella tiene razón, el problema soy yo. Perdóname, hija, no quise hacerte eso. Tu padre me sacó de mis casillas. Es que yo... — Verónica se aleja.
—Mira, Delphine, es hora de que Verónica sepa toda la verdad — Guillermo interrumpe.
— ¿Qué verdad es esa de la que hablas, papá? — Verónica lo mira con expresión de desconcierto. Delphine simplemente le ruega que no lo diga, las lágrimas comienzan a surcar sus mejillas y con las manos le suplica que no revele nada a su hija, temiendo que empeore la situación.
— ¿Quieres saber por qué tu madre parece arruinarlo todo? ¿Por qué es tan dura contigo?
—Yo no soy así con ella, Guillermo, por favor, no lo hagas. Tú sabes cómo me siento. Por favor, te lo ruego — Se acerca suplicante a Guillermo, quien la aparta con desprecio.
—Vamos, papá, dime qué está pasando.
—Es simple. Tu madre actúa así porque en realidad no es tu madre. Delphine te ha criado desde que eras un bebé. Tu madre falleció el día en que te dio a luz, y bueno, Clara se encargó de ti.
Todos quedaron atónitos ante la noticia y comenzaron a especular.
—Siempre pensé que era muy joven para ser su madre —comenta una amiga de Delphine—. Nunca la vi embarazada. Ahora tiene sentido —responde otra mujer. Los rumores entre los presentes comienzan a surgir.
—Mamá, ¿es verdad lo que me está diciendo papá? — Verónica interrumpe, su voz entrecortada, mirando a Delphine, quien está aún más sumida en el llanto que ella. Sus lágrimas han dejado marcas en sus mejillas, pero solo puede asentir con la cabeza.
—Los odio a los dos, los odio — Verónica recoge el dobladillo de su vestido y sale corriendo ante la mirada de todos. Manuel la sigue. Delphine cae de rodillas al suelo, su llanto desconsolado llena el jardín, mientras en medio de sus sollozos solo puede llamar a su hija.
—La fiesta se acabó, todos fuera — Guillermo empieza a desalojar a los invitados. La boda de su hija ha sido arruinada por los mismos que supuestamente la hacían más feliz. Aunque Verónica pudiera ser caprichosa en algunos aspectos, ¿merecía pasar por eso a manos de sus propios padres?