Aunque la convivencia entre Verónica y Delphine se volvía cada vez más insufrible con el paso del tiempo, Delphine se esforzaba por mantenerse sobria, deseando evitar por completo el consumo de alcohol y resistirse a caer en la depresión que le causaba su situación familiar.
Entre ella y Manuel había surgido una extraña camaradería, una suerte de complicidad que se manifestaba entre yerno y suegra. Ambos coincidían en que el embarazo de Verónica estaba provocando cambios drásticos y hormonales en su comportamiento, lo que les brindaba un tema común de conversación en cada encuentro, acercándolos cada vez más.
Mientras la situación de Delphine con su esposo permanecía inalterada, él seguía siendo indiferente. En casa, el único que interactuaba con Delphine era su yerno, ya que su propia familia la había relegado por completo.
Pero entre ellos no solo existía esa complicidad amistosa; había algo más, algo que estaba a punto de manifestarse. Las disputas entre Verónica y Manuel también eran habituales; a pesar de ser recién casados, parecían enemigos.
—Verónica, no puedes ingerir alcohol. ¿Qué te sucede? ¡Estás embarazada! ¿Por qué no lo entiendes? —exclamó Manuel.
—Mira, Manuel, tú no tienes autoridad para decirme qué debo hacer o no. Estoy harta de estar confinada en esta casa. Quiero salir, quiero divertirme con mis amigos. Quiero aprovechar antes de que esta barriga empiece a crecer y me limite—, respondió Verónica con frustración.
—No, tú decidiste tener este bebé. Debes ser responsable. De verdad que no logro entenderte. No vas a salir a beber, punto—sentenció Manuel.
—Un momento Manuel, tu no me vas a prohibir nada, sabes que, quítate de ahí, me largo
— ¡Pero mira como estas vestida! —Manuel la señala, ella estaba vestida con un pequeño top que solo le cubría los pezones de sus pechos y una minifalda, tenía unos tacones altos y ni siquiera una chaqueta llevaba
—Mira te lo digo de una vez, me case contigo, pero no eres ni mi dueño, ni nada, a ti no te debo ninguna explicación, y escúchame bien no me esperes esta noche ni me busques, ¿entendiste?
Manuel la mira resignado mientras va bajando las escaleras de la casa, ni siquiera puede caminar bien a causa de sus tacones, aunque no tenía un vientre prominente, ya el embarazo le estaba causando estragos en su cuerpo.
— ¡Verónica! Voy contigo – Resignado le dice para no dejarla ir sola, él no sentía envidia de ella, él solo estaba preocupado por su embarazo.
— ¿Ir conmigo?, ni lo pienses, ella le hace una señal con el dedo de la mitad de su mano y sigue derecho.
Delphine como siempre estaba sentada en su sala de estar leyendo una revista y se da cuenta de la discusión, pero ni siquiera se atreve a decirle algo a su hija, porque muy probablemente le iba a responder de la misma manera en que lo hizo con Manuel.
Veronica golpea la puerta, dejando a Manuel bajar las escaleras con un aire frustrado.
—Si ve señora Delphine, a ella no le importa su embarazo. — Él se acerca y como si tuviera confianza con ella, se sienta a su lado, sus ojos están nublados y se nota en el aire su debilidad y frustración.
—A ella si le importa Manuel, solo que esta aburrida, tú sabes cuando uno está en estado de embarazo las hormonas le hacen travesuras, ella regresará pronto, o tal vez debas ir por ella a recogerla como siempre, ya se le pasará
—Pero es seguro que consumirá alcohol y fumará, la conozco— Delphine lo mira desconcertada, no sabía qué decirle, ella siempre fue una buena madre y mujer, pero hablar mal de su propia hija no estaba en sus planes.
—Lo sé Manuel, eso lo entiendo, pero lo más seguro es que ella deba buscar ayuda, tal vez psicología para asumir su maternidad no lo sé, pero quédate tranquilo, todo estará mejor. —Ella inconscientemente le pone una mano en su pierna. Él la mira tiernamente y siente como sus mejillas se sonrojan, eso le sirvió para recordar el gusto que sentía por ella, pero por circunstancias había tenido que retractarse.
Delphine se sobresalta y retira la mano de manera brusca, desviando su mirada hacia otro lado.
—Usted es un gran ejemplo de madre señora Delphine, admiro su paciencia— él le dice cada vez más cerca de su boca, ella puede sentir su aliento como la recorre, sus manos empiezan a sudar al sentir su cercanía.
—Yo no soy buena madre, eh, no soy un ejemplo— ella se aparta hacia atrás, tratando de evitar que él se acerque más, siente como un corrientazo le atraviesa el estómago y desciende hacia su pelvis, sin entender qué clase de sentimiento le está causando Manuel.
—Sí, sí lo es, además de que es una mujer muy hermosa— él la observa fijamente, Delphine siente como su mirada le atraviesa el pecho, era inevitable no sentir sensaciones, Manuel era un hombre demasiado atractivo, pero no quería malinterpretar la situación.
—Gracias, creo que voy a la cocina a preparar algo de comer, tengo algo de apetito ¿quiere algo? — Delphine se levanta del sofá, ajustando su vestido desacomodado, se limpia las manos sudorosas con el mismo, y mira a Manuel, mostrando total nerviosismo.
—Sí, sí quiero. La acompaño y podemos preparar algo juntos— Él la sigue hacia la cocina. Ella no puede evitar caminar nerviosa, él provoca en ella sentimientos turbios, realmente turbios. Desea estar en sus brazos en ese momento, ya no puede negarlo más, su intimidad clama por la atención de Manuel, pero no sabe si él siente lo mismo por ella. Sería un gran pecado. Él es el esposo de su hija mayor, entre ellos no puede haber otra relación que no sea la de yerno y suegra.
En la cocina no hay empleados, así que están totalmente solos de nuevo. Ella saca un pan de la encimera para preparar un par de sándwiches, sus nervios la ciegan e improvisadamente decide hacer eso.
— ¿Te gusta el jamón? — ella le pregunta para romper el incómodo silencio, él se acerca por la espalda, y lleva su cabeza hacia su cuello.
—Sí, me gusta el jamón —Manuel sabía perfectamente los estragos que causaba en Delphine, así que, sin pensarlo dos veces, se posiciona detrás de ella y la abraza por la cintura, acercando el cuerpo de Delphine hacia sus caderas. Ella no puede evitar dejar caer el jamón sobre el mesón con un golpe, soltando un gemido.
Él absorbe su olor y comienza a acariciarla, deslizando sus manos por su cuerpo hasta llegar a sus pechos. En ese momento, Delphine se voltea y le da una bofetada.
—Pero ¿quién te crees que eres? ¿Qué te pasa? Eres el esposo de mi hija— ella lo mira con desprecio, aunque era un desprecio fingido. En esos pocos segundos en los que Manuel tuvo sus manos sobre su cuerpo, ella sintió cómo su intimidad deseaba tenerlo más cerca, sus fluidos empezaron a correr por sus piernas. Lo que él acababa de hacer la hizo desearlo aún más, pero él era su yerno, no era nada más y nada menos que el esposo de su hija. Cualquiera que fuera la relación con ella, un encuentro con él estaba totalmente prohibido.
Delphine lo empuja hacia atrás y sale dando pasos firmes, haciendo que sus tacones resonaran fuerte. Manuel solamente la observa, aunque frustrado, también estaba confundido. Imaginó que Delphine sentía lo mismo por él. El hecho de que ella hubiera permitido que la tocara así, aunque fuera por un breve momento, le dio una esperanza de que pudiera haber un interés mutuo. Sonríe para sí mismo y continúa preparando el sándwich. Sabía que eso no había terminado ahí.
Por el resto del día, no tienen ningún otro encuentro. Delphine sabe que Manuel está en la casa y están solos, así que decide irse al club a hablar con unas amigas y tomar unas copas. Era la única manera en la que se sentía lo suficientemente valiente para afrontar esa situación. La noche cae y es hora de regresar a casa.