Una madre sin hija

1357 Words
En los días siguientes, para la fortuna de Delphine, Manuel no había pasado por su casa, lo cual la ayudó enormemente en su objetivo de suprimir esos deseos pecaminosos. Agradece al cielo por no verse tentada a seguir alimentando pensamientos lujuriosos y moralmente cuestionables. Por otro lado, la relación con Guillermo seguía igual que siempre: total indiferencia, peleas sin sentido, la monotonía habitual en su hogar. Para ahogar su soledad, se entregaba al vino y al humo de los cigarrillos. De vez en cuando, salía con una amiga al spa o de compras, solo para volver y ser nuevamente la muñeca sometida del magnate que era su esposo. Sin embargo, la ausencia de su yerno en casa le intrigaba. Así que, sin más preámbulos, interrogó a su hija para averiguar qué estaba sucediendo. Pretendía un interés que esperaba resolver sus dudas. Verónica estaba absorta en su celular cuando su madre la tomó por sorpresa. —Hija, ¿cómo estás? —Delphine se sentó en la silla contigua. —Muy bien, ma. ¿Y tú? —Verónica ni siquiera levantó la mirada para responder. A pesar de que Delphine siempre la había amado incondicionalmente desde que era una niña, no siempre recibía la mejor respuesta de su hija. Era evidente que su conexión no era perfecta. —Bien, hijita. Noté que no estás con tu novio como de costumbre. ¿Acaso han terminado? —intentó ser lo más sutil posible. Verónica finalmente volteó a mirar a su madre y dejó el teléfono a un lado. —No lo sé, mamá. Pero él trata de controlarme y no me deja tener amigos. La verdad, así no puedo seguir. Hemos estado distanciados estos días, y creo que ha llegado a su fin. Además, como te mencioné, él no es el único. Tranquila, sé cuidarme —Verónica se levanta de la silla, dejando a Delphine hablando sola. La pregunta evidentemente la molestó. Delphine entra en un estado de ansiedad nuevamente y se acerca por una copa de vino. Estaba considerando buscar ayuda para controlar su alcoholismo, ya que se había convertido en una enfermedad. Se sienta en el mismo lugar. Aún no había conseguido un teléfono desde la noche que se lo robaron. No tenía contacto con la realidad y se sentía más sola que nunca. Sin embargo, con los días, había entendido un poco que necesitaba dejar de ser la muñeca de plástico de la casa que nadie determinaba. Decidida, quiso hacer compras, incluido un teléfono. Quería retomar su vida social. Se levanta y sale de su casa, llamando a su mejor amiga Regina. Ambas estaban pasando por una situación similar: eran las esposas de millonarios y se sentían solas y despreciadas. Aprovechaban sus grandes billeteras para darse lujos. Delphine pasó toda la tarde fuera con su amiga. Ahora tenía un nuevo teléfono de última tecnología, aunque sabía poco sobre eso. Al menos tenía cómo comunicarse. Su amiga la acompaña hasta su casa. Ambas entran sonrientes, pero al cruzar el umbral, quedan en silencio al escuchar unos ruidos. — ¡Delphine! ¿Esos son gemidos, gritos de pasión? — Regina murmura al oído. —Sí, Regina, eso es. Qué vergüenza contigo —Delphine se sonroja ante la bochornosa situación. A medida que se adentran en la casa, los gritos se intensifican, y Delphine se da cuenta de que se trata de la voz de Verónica. —Es mi hija, déjame ya mismo soluciono esto, que vergüenza Regina —Déjala Delphine, ella está disfrutando, que no le pase como a nosotras. —Pero es que hay lugares apropiados ¿Por qué en la casa? — Delphine Le dice molesta, ella sabía que debía estar con Manuel, y eso le rompía más la paciencia, sale molesta haciendo sonar sus tacones, el ruido la lleva hasta la gran cocina de la mansión. Un hombre tenía acorralada al mesón a Verónica, los movimientos de sus caderas eran impresionantes, su trasero al descubierto estaba bien marcado, Delphine se sonrojó y quiso devolverse, pero ya era tarde, ellos la alcanzaron a sentir. De un sobresalto el hombre y Verónica se separaron y trataron de tapar su intimidad. —Ese hombre no es Manuel, Delphine piensa para sus adentros. — ¡Mamá! ¿Qué te pasa? ¿no te enseñaron a tocar la puerta? — Verónica estaba furiosa, la mira con odio mientras se sube su pantalón —Y a ti yo te enseñe que existen lugares apropiados para tus encuentros ¿y qué? ¿este quién es? — señala al joven que la acompaña —¡¡Ay, mamá!! Un amigo, pero ya nos vamos — ¿Otro amigo?, no seas tan descarada Veronica, respeta tu novio, o déjalo, pero no puedes seguir así— el hombre que la acompañaba apenas se burla al oír las palabras de Delphine —Tú no te metas mamá, eso no te importa. —Claro que me importa porque eres mi hija, y no tienes derecho a faltarle el respeto a tu cuerpo ni a nuestra casa. —Ay, mamá, pero ¿quién habla de respeto y autoestima? Tú permitiste que papá te convirtiera en un maniquí. No tienes autoridad moral. Sabes qué, permiso, no quiero verte frente a mí. Ella y su acompañante salen ante la mirada sorprendida de Regina, quien acababa de escuchar todo. Sale en busca de Delphine, quien está llorando sobre el mesón. Su familia solo le muestra odio y desprecio. —No te pongas así, Delphine. Déjala. Esta joven no sabe lo que hace. —Pero yo solo quiero lo mejor para ella, para todos en esta casa, ser menos ignorada. —Ya sabes cómo es. Vamos a organizar las compras. Actuemos como nos tratan. No te amargues. Ella sabrá cómo manejar el asunto con su novio. Delphine queda pensando en las palabras de su amiga. Realmente no sabía si estaba molesta porque su hija tenía múltiples parejas fuera de su noviazgo o si se sentía mal por ver cómo posiblemente Manuel sufriría debido a la inestabilidad emocional de su hija. Pero al final del día, era su hija. No podía sentir de esa manera hacia su futuro yerno. Los días pasaron y las peleas entre Delphine y Verónica por su mala actuación iban en aumento. Todos los días en la casa había un vaivén de malas palabras. A pesar de ser madre e hija, ambas se juzgaban a sí mismas por sus acciones. Además, Delphine tenía que enfrentarse a su marido casi a diario. Estaba al borde de la locura y consideraba seriamente la idea de irse de allí. Lo único que la detenía era Joaquín, su hijo, que aun era joven y la necesitaba. Después de un desacuerdo con su hija, Delphine decide revisar sus r************* y se topa con un estado que publicó junto a una foto de ella con Manuel. —“No importa lo que digan de mí, tú eres mío y yo soy tuya, por siempre” — leyó Delphine con una punzada en el corazón. Supuestamente, el tema de Manuel ya estaba resuelto, pero ahí estaba de nuevo, como una herida abierta. Sin pensarlo dos veces, salió a confrontar a su hija. — ¿Qué quieres, mamá? Déjame en paz. — ¿Qué significa ese estado que publicaste con Manuel? Se suponía que ya habían terminado. — ¡A ti qué te importa, mamá! No, no hemos terminado, y ya tenemos fecha de matrimonio. Además, será aquí en esta casa, porque también es mi casa. ¿Entendiste? — Pues eso lo discutimos con tu padre. No seguiré alimentando tus caprichos, eso que te quede claro. — Ja, para tu información, mamá, mi padre está de acuerdo. Así que no te preocupes. Delphine se dio cuenta de que su marido estaba haciendo todo lo posible por poner a su hija en su contra, y las cosas no estaban a su favor. — Sal de mi habitación ahora, mamá. De verdad no tengo ganas de verte. ¡Me fastidias! — Delphine salió de allí con los ojos nublados. Verónica nunca había actuado así con ella, pero eso se debía a las discusiones que había tenido con Guillermo, estaba segura.
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