En las tinieblas

1700 Words
Al día siguiente comienza tarde para todos, no solo para Verónica y Manuel, sino también para Delphine y Guillermo. Es fin de semana y él no tiene que trabajar. Su gran mansión es un lugar maravilloso para descansar. Desayunan en la gran terraza con vistas a la piscina. Delphine desempeña un papel perfecto como madre con Joaquín, pero él busca su independencia y está más interesado en la tecnología. En su habitual soledad, Delphine trata de mantenerse cuerda. Últimamente, se ha dedicado a las bebidas alcohólicas y al cigarrillo. Son la una de la tarde y ya está bebiendo su primera copa de vino. Se pone su traje de baño y aplica bronceador en su cuerpo. Su esposo está sentado en la terraza leyendo las noticias. Ella se acerca para sentarse a su lado, con la esperanza de que pueda ser una buena compañía. Queda en su diminuto traje de baño ante la mirada de su esposo, quien solo la observa de reojo y continúa leyendo el periódico. Delphine simplemente se recuesta en una de las sillas de la terraza, sin darle mayor importancia, se pone sus gafas oscuras y toma el sol. Es sábado, ¿Qué podría salir mal? — ¿Otra vez estás bebiendo? Todos los días tomas, Delphine. Te vas a arrugar y a dañar tus procedimientos. El azúcar del vino no es bueno para ti —Guillermo le dice mientras sujeta el periódico firmemente, mirándola con cierto desprecio. — ¿Y qué si me arrugo? ¿Acaso debo seguir fingiendo que soy una señorita? ¿No puedo aceptar el paso de los años? — Delphine sentía que era hora de que su esposo dejara de manejar su vida. —Mira, Delphine, no me hables de esa manera. Tú sabes de dónde vienes, queridita, y sabes perfectamente que puedo hacer contigo lo que a mí me dé la gana. Yo te ayudé cuando estabas a punto de quedarte en la calle — Él nunca dejaba de recordarle lo que había hecho por ella y por su madre. —Puedes decir lo que quieras, Guillermo. Ya no me harás sentir mal. Si estás tan aburrido de mí, ve y pide el divorcio. ¿Qué esperas? — Delphine llevaba tiempo pidiéndole el divorcio, pero él por ninguna razón se lo daba. Estaba obsesionado con aparentar lo que realmente n era su vida, y ella, al ser menor, era su mayor juguete —No, mi querida. No voy a dejarte libre para que otro disfrute mi inversión. Además, te quedarás con parte de mi dinero y tú nunca has trabajado. ¡No mereces nada! — A Guillermo se le olvidaba que fue ella quien cuidó de su hija, sin ser su madre. Se entregó por completo a sus pequeños. Ella nunca pidió que él la transformara en quien era. Su belleza era innata mucho antes de cualquier cirugía. Él solo perfeccionó lo que ya estaba creado. Delphine simplemente lo mira con decepción. A sus casi 41 años, nunca había tenido una vida propia ni había tomado decisiones por sí misma. Estaban en plena discusión cuando escucharon las carcajadas de Verónica venir del pasillo. Ambos voltearon a mirarla, y Guillermo bajó sus gafas, sintiendo cómo la ira lo consumía al ver a su acompañante. — ¡No me digas! ¿Ahora lo traerás todo el tiempo a esta casa? — Guillermo preguntó de manera despectiva, mientras su hija se acercaba y lo saludaba con un beso en la frente. Venía acompañada de Manuel, ambos con sonrisas radiantes. La madrugada anterior habían tenido un encuentro espectacular, y para él, toda huella de Delphine había sido eliminada... o eso pensaba él. — ¡Ay, papi! Tendrás que acostumbrarte, porque Manuel será mi futuro esposo — dijo Verónica, mientras seguía hacia donde estaba su madre. — Mami, ¿cómo estás? Tu cuerpo es espectacular, pero ¿no crees que tu bikini está algo diminuto? — le preguntó, mientras también le daba un beso en la frente. —Hola, hijita. No, la verdad no me parece. Como te das cuenta, para nadie soy importante. Podría andar desnuda por toda la casa y nadie lo notaría — Delphine, ya con tres copas de vino encima que se había tomado mientras discutía con Guillermo, le dijo con ironía a su hija mientras miraba a su esposo. Se sentó en la silla, se puso sus gafas oscuras y su cuerpo quedó descubierto ante los ojos de Manuel, quien imprudentemente le lanzó una mirada, pero para disimular, solo pudo susurrar un saludo. —Buenas tardes, señores, ¿Como están? — suelta con una voz algo nerviosa mientras trata de quitarle los ojos a Delphine de encima. —Estaba bien hasta que usted se apareció ante mis ojos— Guillermo no pierde la oportunidad para incomodar. —Manuel siente como sus mejillas se sonrojan, pero no es precisamente por el comentario de Guillermo, sino por el hermoso panorama que el diminuto vestido de baño de Delphine le ofrece, ella se pone una salida de baño para cubrirse, mientras se sirve otra copa — ¿Cómo les fue anoche muchachos? ¿Si la pasaron bien? — Delphine le da un sorbo a su copa mientras les pregunta —Si mamá, no tengo queja alguna de Manuel, ¡él es todo un hombre! — esto último lo dice mientras le toma la mejilla y le da un beso caliente. Delphine al ver la escena, siente como algo por dentro se le revuelca, desearía ser ella quien le estuviera dando ese beso, pero se sentía la mujer más pecadora del mundo, ella no podría ser la rival de su propia hija. —Siento que eso a nadie le interesa querida— Guillermo le suelta, sin dejar de mirar un solo segundo su periódico. —En fin, papá, tampoco me importa lo que pienses — dijo Verónica mientras ambos se sentaban en una de las mesas de la terraza, abrían un par de cervezas y comenzaban a hablar y reírse. Para Guillermo, esa escena era totalmente indiferente, pero para Delphine, un oscuro sentimiento se posaba en su interior. —Guillermo, ¿me llevas a algún lado? No sé, podemos ir a almorzar fuera, dar un paseo por la ciudad, lo que sea — dijo Delphine tratando de captar su atención. — ¿Salir? ¿Acaso no salimos anoche, Delphine? — le respondió disgustado, arrugando su periódico. No podía dejar de mirarla con desprecio. —Mira, Guillermo, no entiendo por qué me hablas así. Además, estoy harta de ir a ese mismo lugar al que siempre me llevas, un barrio lleno de bares y mujeres de dudosa reputación. Me tratas como si fuera una de ellas — Delphine dio otro sorbo a su vino. —Pero lo disfrutas, querida. Anoche te vi encantada, así que no protestes. Además, tú solo eres para lucirte en un lugar como ese. ¿Crees que con lo llamativa que eres iré a un restaurante familiar contigo? — Al escuchar eso, Delphine sintió como el vino se le revolvía en el estómago. Tomó su copa y, mientras una lágrima rodaba por su mejilla, vertió todo el líquido sobre su la cabeza de Guillermo. Él queda con la boca abierta de sorpresa mientras el vino le gotea por la cara. Al otro lado, Verónica se da cuenta de lo que está ocurriendo y, como siempre, su inmadurez la hace estallar en carcajadas. Le parece divertido que su madre haya discutido de nuevo con su padre y se burla de los dos. Para ella, su madre es una mujer algo extraña, pero lo que no sabe es que no comparten la misma sangre. Delphine abandona la terraza ante la mirada incrédula de Manuel y las risas de Verónica. Guillermo, por su parte, solo emite gritos de enfado. — ¡Delphine! Espera, mujer, te voy a enseñar quién manda en esta casa — le grita mientras la alcanza. Él la voltea y le propina una fuerte bofetada, justo sobre el mismo lugar del golpe del día anterior. Automáticamente, el rostro de Delphine comienza a sangrar. Ella pasa su mano por su boca y ve cómo queda llena de sangre. Incrédula ante lo que está sucediendo y motivada por un extraño sentimiento al ver a su hija con Manuel, le devuelve la bofetada. — ¡No me pegues! ¡Deja de pegarme! — ahora está furiosa. Sus lágrimas no son de tristeza o frustración como siempre, sino de furia. Estaba harta de que su marido la tratara como si fuera nada. Guillermo, sin pensarlo dos veces, la toma de los brazos y comienza a maltratarla frente a la mirada de Manuel y Verónica, ella quien se ríe como si estuviera presenciando un espectáculo circense. — ¿Qué te pasa, Verónica? ¿Estás disfrutando, viendo cómo tu padre maltrata a tu madre? — Manuel le replica con enojo. —Al principio pensé que estaba mal, pero siempre es lo mismo. Se pelean y a los cinco minutos están como conejos desfogando sus deseos — responde ella como si fuera algo normal. Manuel comienza a entender que la relación con la familia de su novia va a ser complicada. Ahora entiende por qué ella actúa así si desde casa recibe los peores ejemplos. — ¡Haz algo! Tu padre va a lastimar a tu madre — le dice angustiado, realmente preocupado por Delphine. Guillermo no deja de empujarla y lastimarle los brazos. —Ya la suelta. Espera a que mi madre le golpee la cara de nuevo y ya verás. —Verónica le dijo divertida, como si fuera algo común en sus padres Efectivamente, Delphine le propina otra bofetada, mientras le lanza insultos, y luego sale corriendo como si fuera una adolescente, perdiéndose en la inmensa mansión. —Te lo dije, son tan predecibles. Ven, mi amor, sigamos con lo nuestro. Ahora nos metemos a la piscina, ya verás qué bien la pasamos — Veronica toma el brazo de Manuel y lo lleva de vuelta a la mesa, lo hace sentarse y prácticamente lo obliga a besarla. Él está atónito ante lo que acaba de presenciar y siente cómo la ira lo invadió. Tiene un fuerte deseo de salir corriendo a buscar a Delphine para consolarla.
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