Desagradables sucesos

1227 Words
Delphine sabía que lo ocurrido entre ella y el novio de su hija debía quedar entre ellos dos. No sabía cómo reaccionaría Verónica al enterarse de la situación en la que su novio tuvo que auxiliar a su madre, aunque ella misma no se encontraba en una situación diferente. Después de la llamada de Verónica, Manuel llega a la discoteca donde quedó en recogerla. Parece haber vivido un déjà vu, casi en las mismas condiciones en las que recogió a su madre. Verónica está bastante ebria, vistiendo un vestido muy provocativo y apenas consciente. —¡Mi amor! ¡Qué bueno que viniste! —dice ella con gestos de burla, demasiado ebria para conectar con lo que dice. —¿Nos vamos? —Manuel la mira con molestia. Aunque sabe que ella es bastante libre, le molesta tener que recogerla siempre en ese estado. —Ay, no. Quedémonos un poquito más, ya me siento mejor. ¡Mira que la fiesta apenas comienza! —responde ella, dirigiéndose hacia sus amigos para seguir celebrando. —¡Veronica! ¡Por favor! Vámonos. No te voy a dejar aquí ni un segundo más, ¿entendiste? —Manuel eleva el tono de voz. Ella lo mira intrigada, ya que él nunca ha dado explicaciones y esta ocasión no será la excepción. — ¿Cómo es que me estás hablando?, mira Manuel – le dice ella meneando su cabeza en tono despectivo— Ni siquiera a mi padre le doy explicaciones o le obedezco ordenes, sabes que, ya no me quiero ir contigo, me quedare en la fiesta un par de horas más, así que lárgate. —Pero Verónica, mira en el estado en que estas, no puedo dejarte así, ¡ni loco! — Manuel la toma de la cintura y la levanta en sus brazos, contra su voluntad ella comienza a gritar y patalear, en uno de sus golpes, lo lastima en su entrepierna, haciendo que él la suelte de inmediato. —Mierda Veronica ¿pero en que estás pensando?, sabes que ¡Haz lo que te de la bendita gana! ¡eres una malcriada!, ah, pero te advierto, no te atrevas a volver a llamar, terminamos. —Manuel sale enfurecido del lugar, mientras que Verónica se ríe divertida en compañía de sus amigos, para él la relación que hasta ahora se estaba formalizando entre ellos dos, ya estaba tocando su fin. Mientras tanto, Delphine llegaba a su casa y se veía obligada a golpear porque había perdido sus llaves en el bolso que le robaron. Sentía vergüenza de sí misma, pero esa noche estaba decidida a enfrentar al canalla de su esposo. —Hasta que por fin te dignaste a llegar, Delphine Ruiz —Guillermo, hecho una furia, le abre la puerta. Ella simplemente lo mira de reojo y sigue adelante. —¿Por qué estás vestida así? ¿Dónde está tu vestido? ¿Y tus cosas? —se acerca y la jala del brazo, mirándola con tono amenazante. Ella puede sentir cómo su corazón se acelera; el pánico la recorre, aunque se niega a admitirlo, él le inspira miedo. —Me robaron —Delphine solo puede responder con esas palabras. —¿Te robaron? Cuéntame todo, porque todo parece muy sospechoso, Delphine. ¿En qué andas? —Guillermo estaba seguro de que había algo más detrás de la historia. Delphine sabía que debía mentir de inmediato, y en un acto de rebeldía quería mostrar que él también era culpable de lo que le había pasado. —Cuando me dejaste ahí botada sin poder moverme por mi tobillo, un hombre con un cuchillo se acercó y me robó mis pertenencias. Tuve que buscar ayuda en ese horrible barrio donde me dejaste. Dos mujeres que trabajaban por la zona me brindaron auxilio. —¿Te brindaron auxilio dos mujeres de esa zona? Esa zona es peligrosa, Delphine. Ellas no lo harían a cambio de nada. —Justo eso iba a decirte. Les di mi costoso vestido a cambio de su ayuda —Delphine nunca le había mentido a su esposo, pero en esta ocasión era necesario, o podría tener un problema aún peor. Ahora necesitaba organizarse y tomar un baño. —Son las 4 de la madrugada, no necesitas un baño a esta hora. Te veo perfecta, además, querida, quedó algo pendiente entre nosotros —Guillermo la mira sin poder creer su descaro. Hacía apenas unas horas la había golpeado y la había dejado a su suerte. Ahora quería acostarse con ella. ¡¡Guillermo era el cinismo personificado!! — ¿Pendiente? No entiendo —ella trata de evitar a toda costa lo que no quiere. —Sí, Delphine. ¿Crees que mantener este estilo de vida y todo lo que te he dado se paga solo con tu compañía? Llevamos más de 25 años juntos, ahora quiero estar contigo. Nunca pierdo el deseo —Guillermo insiste, revelando su egoísmo y falta de consideración por los deseos de Delphine. Ella simplemente se resigna y se deja llevar por él hasta su habitación. Para ella, hace mucho tiempo que el deseo se había perdido. Su esposo la veía como un juguete, no como la pareja amorosa que necesitaba. —Ay, Delphine, desde que eras una joven me has encantado —Aunque Guillermo era solo diez años mayor que ella, su comportamiento lascivo y repulsivo la hacía sentir asco. —Gracias —respondió ella sin emoción. Él simplemente se desabrocha el pantalón frente a ella, abre sus piernas y, sin mostrar ninguna delicadeza hacia ella, satisface sus deseos en su cuerpo. Solo bastan unos minutos para que él esté satisfecho, pero ella no siente ni un atisbo de placer. Así han sido los últimos años para ella. A pesar de su edad, nunca ha experimentado la excitación de un orgasmo. Mientras tanto, Manuel regresa a su apartamento. En ese momento, agradece que Verónica no haya aceptado irse con él. Olvidó recoger el vestido de Delphine y sus zapatos, lo que habría despertado sospechas si ella los hubiera visto. En su soledad y con el frío de la madrugada, los recoge. Al pasar el vestido por su nariz, siente el peculiar olor de Delphine, tan especial para él. Siente una leve excitación, pero sabe que está confundido. Afortunadamente para él, esa noche la relación con Verónica terminó. No habrá necesidad de volver a frecuentar esa familia. A punto de dormir un par de horas antes de volver al trabajo de nuevo, el timbre de su puerta suena desesperadamente, por un momento su corazón palpito pensando que tal vez Delphine se había devuelto, pero su cara de sorpresa fue abrumadora cuando vio a Verónica en su puerta. — ¡Baby! Perdóname —Veronica irrumpe en la habitación sin mediar palabra. Manuel, nervioso, trata de ocultar la ropa de Delphine. — ¿Qué haces aquí, Veronica? —Aunque todavía estaba molesto por la escena anterior, Manuel no puede resistirse a su encanto. —Lo he pensado mejor y no quiero perderte por una simple borrachera. Me quiero quedar contigo, ¿sí? —Veronica adopta una voz de niña mimada, haciendo que Manuel caiga rendido a sus pies. Sin pensarlo dos veces, Manuel se lanzó sobre ella y pasaron toda la noche juntos. El olor de Verónica le recuerda el aroma de Delphine, pero en ese momento, no puede pensar en nada más que en su nueva conquista.
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