Guillermo, obsesionado con mantener el control absoluto sobre su entorno, decide tomar medidas drásticas para forzar a Manuel a regresar a la mansión. Sin considerar las posibles consecuencias, recurre a sus contactos delictivos, como Jano, un conocido criminal local, para llevar a cabo su plan.
—Jano, ¿estás disponible? Tengo un trabajo para ti —Guillermo habla por teléfono con voz decidida.
—Claro, señor Maseratti, siempre estoy listo para usted —responde Jano, consciente de la reputación y el poder de Guillermo en la zona.
Guillermo, con la mente maquinando un plan, instruye a Jano sobre lo que quiere que haga para presionar a Manuel. Sin embargo, Guillermo decide darle a Manuel un plazo para reconsiderar su decisión antes de tomar medidas drásticas.
Los dos días pasan sin que Manuel regrese a la mansión, lo que enfurece aún más a Guillermo. Al llegar la noche, lo espera en casa, decidido a confrontarlo y hacer cumplir su voluntad.
—Papá, Manuel no va a regresar y no quiero que lo obligues a hacerlo. Debe ser su decisión —Veronica enfrenta a Guillermo, pero él se mantiene firme en su posición.
—No te involucres, Veronica. El honor de nuestra familia está en juego, y no permitiré que alguien como Manuel lo manche. Él regresará, eso no está en discusión —responde Guillermo con determinación.
Veronica, aunque consciente de las tácticas de su padre, no se opone abiertamente. Su conflicto interno se refleja en una sonrisa malévola que le da aprobación a las acciones de su padre.
Mientras tanto, Manuel sale del trabajo, ajeno a los planes que se están fraguando en su contra. Decidido a mantenerse ocupado y distraído, trabaja unas horas extras esa noche.
Estando a solo una cuadra de su apartamento, Manuel observa cómo un camión de bomberos pasa a toda velocidad, seguido de personas corriendo en la misma dirección que su hogar. Con horror, nota que su edificio está envuelto en humo, específicamente su ventana. Corre desesperado y llega frente a la puerta de su hogar, donde la devastación lo golpea de lleno.
Las llamas consumen todo lo que Manuel ha construido en los últimos años: sus escasas posesiones, sus ahorros que guardaba en casa por desconfianza a los bancos, todo se esfuma en el incendio. Arrodillado y abrumado por la frustración, no puede contener las lágrimas. Rompe el estigma de que los hombres no lloran, mostrando abiertamente su angustia mientras los vecinos intentan consolarlo en vano.
Un bombero se acerca y confirma que Manuel vivía en el apartamento incendiado. Le informa sobre la causa del incendio, un cortocircuito, y le advierte que aún no puede ingresar debido al peligro. Manuel, desamparado y arruinado, debe enfrentar la realidad de su pérdida, con solo su trabajo como sustento y sin un lugar donde pasar la noche.
En ese momento, recibe una llamada de Veronica, quien finge preocupación por su bienestar, aunque sabe que su padre está detrás del desastre. Manuel, con voz quebrada, le informa sobre lo ocurrido, pero se muestra renuente a aceptar su oferta de refugio debido a la animosidad de sus suegros hacia él.
—Por supuesto, te espero —responde Veronica, intentando ofrecerle algo de consuelo a Manuel en medio de la tragedia. Él, sintiéndose sin otra alternativa, acepta la invitación. Sabía que ver a Delphine le reconfortaría el alma en medio de la adversidad. Aunque no pudiera abrazarla directamente, solo su presencia bastaba para aliviar su carga.
Mientras tanto, en casa, Veronica enfrenta a su padre por su extremismo. Le recuerda que Manuel trabajó arduamente para obtener su apartamento y que su acto solo le causó daño. Sin embargo, Guillermo muestra poca consideración por los sentimientos de su hija y se niega a comprometerse a tratar bien a Manuel en el futuro.
Con una sonrisa malévola, Veronica acaricia su vientre, disfrutando de la confusión que ha sembrado. En la puerta de la cocina, Delphine observa la escena con una copa de vino en la mano, consciente de la maldad de su esposo y su hija. Aunque se siente impotente para intervenir, encuentra consuelo en la idea de que Manuel regresará y hará lo posible por protegerlo de aquellos que se hacen llamar su familia.
Con la frustración latente por haber perdido todo, Manuel ni siquiera considera tomar un taxi para llegar a la mansión como le había pedido Veronica. Opta por caminar, aunque el camino sea largo. Cree que la caminata le servirá para despejar su mente, que aún está atrapada en los escombros de su apartamento. Aunque sospecha que Guillermo podría estar involucrado en el incendio, se abstiene de emitir juicios precipitados. Se promete a sí mismo que descubrirá la verdad sobre lo ocurrido.
Dos horas después, exhausto y con el alma destrozada, llega a la casa de Veronica. Antes de que pueda siquiera tocar el timbre, ella ya está abriendo la puerta, recibiendo a Manuel con efusividad.
—¡Mi amor! Qué bueno que estás aquí —exclama Veronica, lanzándose a darle un beso. Manuel la aparta suavemente, sintiéndose incómodo con sus muestras de cariño.
—Gracias por invitarme a quedarme aquí, Veronica. Me quedé en la ruina, todo lo que había logrado se perdió en las cenizas de ese apartamento.
—Lo sé, pero no te preocupes, mi amor. Yo soy tu esposa y te ayudaré a recuperar tu apartamento. Las cosas materiales se pueden recuperar. Mientras tanto, te quedarás aquí conmigo y con tu bebé —responde Veronica, tratando de reconfortarlo.
—¿Desde cuándo este cambio repentino? —inquirió Manuel, mirándola con cierto desdén. Conocía la manipulación de Veronica mejor que nadie.
—Ay, amor. He estado reflexionando mucho y quiero que nos demos una oportunidad como esposos, que comencemos de nuevo. Sé que no me he comportado bien contigo, pero quiero recuperar lo bueno que teníamos al principio —dice Veronica, acariciándolo seductoramente en el pecho. A pesar de todo, Manuel todavía siente algo por ella, lo cual hace que su propuesta no le resulte completamente indiferente.
—Veronica, no estoy seguro. Necesito reflexionar sobre esto un poco más. Por ahora, si me lo permites, solo quiero retirarme a descansar.
—¿Tienes hambre? — pregunta Veronica, notando la mirada cansada de Manuel. No había comido adecuadamente en todo el día y un poco de comida le caería bien.
—Sí, un poco — responde Manuel, sintiéndose un tanto avergonzado.
—Ve a la cocina, probablemente la niñera esté allí, pero hay comida en la encimera. ¿Podrías calentarme algo también? Estoy exhausta, ¿vale? — Veronica le hace un gesto de súplica, sabiendo que Manuel difícilmente podría rechazarla. Aprovecharía cualquier excusa para no tener que soportar su presencia, así que él se dirige hacia la cocina.
Mientras tanto, Veronica enciende el televisor y busca su serie favorita, aumentando el volumen al máximo. Manuel la ignora completamente y abre la puerta de la cocina. Se sorprende al ver la silueta de Delphine.
—¡Delphine! No sabía que estabas aquí dentro.
—Manuel, no tenías por qué saberlo. Siento mucho lo que ocurrió con tu apartamento, de verdad. Si necesitas algo, no dudes en decírmelo. Estoy aquí para ayudarte... — Delphine responde nerviosa, consciente de quiénes son los verdaderos responsables de su sufrimiento, y se siente morir por dentro.
—No te preocupes, Delphine. Todo estará bien. Me recuperaré pronto. Además, me alegra verte de nuevo — responde Manuel acercándose a ella para darle un beso en la mejilla, pero ella se aparta bruscamente, tambaleándose por el alcohol.
—Tengo que irme a dormir. He bebido demasiado vino — declara Delphine, dejando la copa en el lavavajillas y preparándose para irse. Sin embargo, Manuel la alcanza y la toma por la espalda, abrazándola con fuerza. Ella se retuerce incómoda, pero también se siente excitada. La habilidad de Manuel para desestabilizarla es inexplicable.
—Manuel, por favor, aquí no — susurra Delphine con voz tensa, mientras él la aprieta contra su pecho. Ella también anhelaba ese abrazo.
—No puedo resistirme a ti, Delphine. No sé qué hacer. Estoy destrozado, mi vida es un desastre. Mira todo lo que me está sucediendo, y ni siquiera puedo darte un beso, uno que deseo con todo mi ser — murmura Manuel al oído, mientras ella se debate entre la excitación y el conflicto interno.
—Manuel, no quiero continuar así. No podemos seguir en esta situación. Mira todo lo que está ocurriendo. Volviste a casa a dormir con Veronica. Son esposos. Me niego a sentir celos por mi propia hija.
—No, Delphine. No la amo a ella. Yo...
—Manuel, te quiero mucho. Eres todo lo que una mujer podría desear en su vida, pero debes entender que no puedo ser esa mujer. Soy tu suegra, ¿entiendes? Quiero entenderlo. Eres como un dulce pecado para mí — ella le acaricia la cara con ternura.
Ambos se quedan mirándose, y llega el momento que ambos esperaban: un beso apasionado que los deja sin aliento. No les importa dónde están, se entregan al beso con pasión, abrazándose con fuerza.
— ¡Manuel! ¿Dónde estás, amor? — un fuerte ruido los interrumpe, haciéndolos sobresaltar. Se palidecen al ver a Veronica entrar por la puerta de la cocina.
—Estaba hablando con tu madre, cariño. Aquí estoy — responde Manuel rápidamente.
—¿Qué haces aquí a solas con mi esposo, Delphine? — Veronica mira a su madre con sospecha.
—Simplemente le estaba dando mi más sentido pésame por lo sucedido. Ahora me retiro a la cama. La cena está en el horno, eso le estaba diciendo. Con permiso — responde Delphine con frialdad, borrando cualquier comentario malicioso de Veronica.
Veronica sale de la cocina, sintiendo que su corazón está a punto de salirse de su pecho. Se lleva la mano a la boca para contener un grito ahogado, sus nervios están en alerta y no sabe si su hija los descubrió. Se sienta para poder asimilar lo que acaba de presenciar.
—Manuel, no quiero que tengas ningún tipo de confianza con mi madre.
—¿Por qué, Veronica? La señora Delphine ha sido amable conmigo — responde Manuel, incapaz de levantar la cabeza después de lo sucedido, fingiendo que está ocupado organizando la cena.
—Porque simplemente no quiero, punto. Recuerda que soy tu esposa y ella ni siquiera es mi madre. Además, siempre se entromete en todo, es una chismosa, y no quiero que vuelva a aparecer en nuestras vidas, especialmente ahora que estoy decidida a recuperar tu amor — acaricia a Manuel por debajo de la cintura, demostrando su manipulación sin límites, dispuesta a hacer lo que sea necesario para conseguir lo que quiere.
Manuel se tensa, su cuerpo reacciona involuntariamente a las caricias de Veronica, emitiendo un gemido sin quererlo.
—Así me gusta, cariño. Ven, mi amor, te daré la comida principal antes de que comas — ella se desnuda frente a él, con solo una bata puesta, dejando a la vista sus encantos a pesar de su embarazo.
Manuel se encuentra en una encrucijada. Aunque su corazón pertenece a Delphine, un amor imposible, su cuerpo no puede resistirse a los encantos de su esposa. Inconscientemente, está listo para ella.
Veronica se arrodilla frente a él, le baja la cremallera del pantalón y con la boca comienza a satisfacerlo, haciéndolo entrar más en el momento. Después de un momento de placer, él no puede contenerse y la toma con cuidado, colocándola de frente contra el mesón. La toma por la cintura y en un instante están unidos, entregándose al amor. Los gemidos llenan la cocina mientras se funden en un solo cuerpo.
Veronica grita de satisfacción, y Manuel alcanza el clímax, aunque fue más placer que amor. En ningún momento deja de pensar en Delphine, imaginando que ella está frente a él.
Aunque Delphine no es la protagonista de este momento apasionado, se da cuenta de todo lo que está sucediendo en la cocina. Sus ojos se nublan y siente una fuerte punzada en el pecho. Se siente traicionada. En ese momento, promete sacar de su vida a ese hombre que tanto le gusta y que la hace sentir mujer. Toma una copa de vino y va en busca de su esposo, decidida a hacer con él lo mismo que Manuel hizo con Veronica.