Se aproximan momentos oscuros. Delphine abandona la habitación de invitados con un gesto de molestia, su paso es firme y su cabeza erguida, pero esto solo es una fachada, ya que en su interior se agitan sentimientos encontrados. Se siente como el peor ser humano, incapaz de creer lo que acaba de experimentar. Se retira rápidamente a su habitación, se despoja de la ropa y se sumerge en la ducha, dejando que el agua tibia caiga sobre su cuerpo. Mientras se enjabona, recuerda cada caricia de unos momentos antes, y una sonrisa asoma en su rostro al recordar la sensación de estar viva y amada como nunca antes, descubriendo el placer y experimentando su primer orgasmo en los brazos de otro.
Pensar en Manuel se convierte en una fantasía dolorosa que le causa angustia. Después del placer y la felicidad, llega la tristeza y la decepción. Sabe que debe poner fin a esa relación, o enfrentarse a serios problemas familiares que podrían llevarla a perder todo lo que tiene. Además, la noticia del embarazo de su hija sería devastadora. Después de borrar cualquier rastro de Manuel de su cuerpo, decide conservar el recuerdo de esa noche en su alma, como el momento en que se sintió plenamente mujer. Se sienta frente al tocador y comienza a peinar su cabello mojado, sintiéndose plena y convencida de que todo ha terminado, pero su calma se ve interrumpida por la llegada de Guillermo, el hombre que ha arruinado su vida.
Guillermo entra en la habitación visiblemente ebrio, sorprendiendo a Delphine con su llegada temprana y posiblemente descubriendo su aventura. La mira con ojos enrojecidos y un rostro lleno de perversión.
—¿Delphine? ¿Qué haces despierta a estas horas? —pregunta mientras se acerca, oliendo su cabello y absorbiendo su aroma—. ¿Por qué te has duchado a esta hora? Ya es más de la una de la mañana.
—Tomé un poco de vino y me desperté con dolor de cabeza. Una ducha siempre me ayuda a aliviarlo —responde ella sin mostrar signos de nerviosismo, consciente de la habilidad de Guillermo para detectar mentiras.
—Ah, entiendo, querida —dice él, aprovechando la cercanía para comenzar a besarla con su aliento cargado de alcohol, besando sus mejillas y su cuello. Delphine siente repulsión, antes deseaba estar con su marido, pero ahora no siente ni el más mínimo impulso de estar con él.
—Querido, ¿Cómo ha sido tu noche? —dice ella, poniéndose de pie y tratando de evitar su contacto a toda costa.
Pero apenas se levanta, él la toma por detrás, abrazándola por la cintura y atrayéndola hacia él.
—Me fue bien, pero necesitaba volver a casa, tenía ganas de estar con mi esposa —responde él, comenzando a besarla con fuerza mientras le acaricia los pechos sin ningún miramiento.
— ¡¿Ah, sí?! —responde ella ahora con voz nerviosa y entrecortada. Acababa de estar con Manuel y estaba segura de que, a pesar de haberse bañado, el rastro de él dentro de ella era evidente, ya que no se había protegido, por lo que se sentía invadida por sus fluidos.
—Sí, querida, y hoy estás deliciosa. Hace mucho que no te deseaba así —dice Guillermo mientras continúa besándola, sin ninguna consideración, sus besos la lastiman, y comienza a agarrarla con fuerza, pellizcando sus senos y nalgas. Aunque Delphine intenta resistirse y liberarse de su esposo, al ver que sus ojos se oscurecen y su mirada se vuelve agresiva, no tiene más opción que ceder, sabiendo que cuando Guillermo se torna violento, no hay escape.
Contra su voluntad, Delphine simplemente se queda tendida en su cama, con la mirada fija en la pared, permitiendo que su esposo la posea, como si fuera lo que hubiera aceptado el día de su matrimonio. No puede evitar que una lágrima ruede por su mejilla mientras siente la furia de su esposo desahogarse en su cuerpo. Afortunadamente para ella, todo termina en cuestión de minutos, y Guillermo la deja finalmente en paz.
—Querida, con el paso de los años, tu cuerpo sigue siendo tan perfecto e intacto como siempre. Tu intimidad aún conserva la misma forma que cuando eras joven. ¡Eres encantadora! Me haces feliz, incluso a este viejo que está perdidamente enamorado de ti —él se acerca y le da un beso en la mejilla antes de voltearse hacia su lado de la cama y quedarse dormido. Mientras tanto, Delphine no puede ni siquiera articular una palabra. Se siente terriblemente mal, sin una pizca de vergüenza. Jamás imaginó que se encontraría en una situación tan vergonzosa, especialmente considerando que nunca había estado con otro hombre que no fuera Guillermo.
El resto de la noche le resulta difícil conciliar el sueño. Por lo tanto, a la mañana siguiente, se despierta con un fuerte dolor de cabeza y en su cuerpo, las marcas de los acontecimientos de la noche anterior. Guillermo aún está durmiendo a su lado. Por lo general, los sábados después de salir, él no se levanta temprano. Delphine lo mira y siente un poco de asco. Ya no lo mira con ojos de amor; ni siquiera recuerda cuándo fue la última vez que lo hizo.
Baja a la cocina por un vaso de agua, se pone su bata y recoge su cabello, tan natural como siempre. A pesar de que un par de ojeras acompañan su rostro, ella luce hermosa esa mañana. Sin embargo, su rostro palidece al ver a Manuel sentado en la sala de estar. Parecía que había estado allí por mucho tiempo, con las manos cruzadas y una expresión sombría en el rostro. Ella apresura el paso al bajar y se acerca.
—Manuel, ¿estás bien? ¿Ha pasado algo? —él simplemente la mira y guarda silencio, apenas moviendo los labios.
—Manuel, ¿Veronica está bien? ¿Qué ha pasado? Dime algo —Delphine lo increpa con angustia, sabiendo que algo estaba ocurriendo, pero sin saber qué.
—Veronica llegó en la madrugada con el mismo hombre de la última vez. Se despidieron con besos, yo me di cuenta y le reclamé. Tuvimos una discusión y ahora ella quiere que me vaya de aquí.
—Lo siento mucho, pero si ustedes dos no se entienden, como ambos sabemos que no es el caso, sería mejor que te vayas de aquí. Tienes tu apartamento, y sería lo mejor para todos.
—Pero yo no estoy aquí por ella. Estoy aquí por el bebé que estoy esperando con ella. No quiero abandonarlo como mis padres me abandonaron a mí. Ella me dijo que no quiere tenerlo, pero el bebé ya está muy grande para que ella no quiera tenerlo —Manuel derrama una lágrima.
—No estoy entendiendo, Manuel. Explícame mejor —Delphine se sienta en una silla frente a él. Ahora están hablando como suegra y yerno, como si entre ellos no hubiera pasado nada. Pero eso no importa en este momento; lo importante es el bebé de Verónica.
—Es simple, Delphine. Ella dijo que iba a someterse a un aborto —al escuchar esas palabras, Delphine se tapa la boca y su corazón se acelera. El embarazo de su hija ya está avanzado; casi cumple cuatro meses.
—No, Manuel, está loca. No puede hacer eso. Sería un crimen, un pecado. Por favor, ¿dónde está ella?
—Está durmiendo. Llegó completamente ebria y es probable que lo haga. Usted, más que nadie, la conoce. Sabe de lo que es capaz para conseguir lo que quiere —Manuel la mira, y sin dudarlo, Delphine sube a hablar con Guillermo. No importa lo que esté pasando, deben salvar la vida del bebé que viene en camino. Ya no es tiempo de pensar en un aborto.