CAPÍTULO IV-3

1502 Words

—¡Grandísimos idiotas! ¡Llévensela!— gritó Eustace—. Déjenla donde la encontraron. Pónganla en la plaza Berkeley y déjenla allí. Quien la vea imaginará que la atacaron asaltantes a pie. —¿Y qué nos dice del caballero, amo? —¡Olvídenlo… ya hicieron suficientes estupideces para una noche! —¿Y nuestro dinero? —¿Dinero? ¿Se merecen algo? Después del lío que formaron, les pagaré la mitad de lo que les prometí y ni un centavo más. —¡No es culpa nuestra! —¿Entonces, de quién es, pedazos de idiota? Vuelvan cuando la hayan dejado, y a pie, entiéndanme bien. No quiero que vean que entran y salen carruajes de mi casa a todas horas de la noche. A pie, ¿me entienden? —Sí, amo. —Y si no lo hacen de prisa, no les daré nada. ¡Grandísimos imbéciles! No puedo confiarles el más simple de los trabajos.

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