—¿Cómo me veo?— preguntó Druscilla cuando entró en el dormitorio de la Marquesa, antes de bajar. —Tan joven como la prima vera… mientras no te miren a los ojos— contestó la Marquesa. Druscilla se echó a reír. —¿Quieres decirme que un diablo acecha en un rincón de ellos? —Exactamente, y por eso se darán cuenta de que no eres ninguna niña tonta, sin importar qué impresión les cause tu apariencia. Pero, al bajar la escalera, a Druscilla sólo le preocupaba el efecto que causaría en una sola persona: el Marqués. El esperaba en el salón donde debían reunirse antes de la cena y, contra su costumbre, llegó a tiempo, antes que empezaran a hacerlo los otros invitados. Levantó la vista al oír que ella se acercaba y bajó la copa de coñac que sostenía en la mano. Cuando ella atravesó la habitaci