La Duquesa no le dio la mano a Druscilla. Le dedicó apenas un leve movimiento de cabeza y se volvió de nuevo al Marqués. —¡Qué sorpresa!— dijo con suavidad—. ¿Y dónde y cuándo conoció a la señorita… la señorita… bueno, a esta… jovencita? Era un comentario grosero, un verdadero insulto, y quienes escuchaban comprendieron muy bien que la Duquesa había declarado públicamente que no le impresionaba en absoluto la prometida del Marqués. Era bien sabido de todos hacia quién habían estado dirigidos los afectos de milady, la Duquesa, en los últimos tres meses y el hecho de que hubiera capturado el corazón del elusivo Marqués de Lynche había sido tema de interminables especulaciones. —La primera vez que vi a Stephen— dijo Druscilla con toda claridad—, yo estaba todavía en la cuna. Quiso quitarm