Una noche con Travis Becker

1614 Words
La emoción me podía cuando él deslizó sus pantalones por sus piernas, aquella tela abultada que ocultaba su m*****o se llevaba toda mi atención, metió su mano en ella y lo mostró de forma descarada. «Me gusta lo que veo.» Se deshizo de su calzoncillo y yo de mi sostén, sus manos bajaban mis bragas con perfecto cuidado. Levanté mis nalgas para que él pudiera continuar y procedí a colocarme en una posición más cómoda en el sofá. —¿Apago las luces?—me preguntó. —¿Y evitar tener esa imagen en mi memoria? A una chica le hacen falta más que sensaciones para ciertas cosas, las imágenes serán buenas. Torció su boca y vino hasta a mi, pensé que besaría mis labios pero dejó sus besos en mi cuello, mi rostro se movió ante el cosquilleo que sus besos enviaron a todo mi cuerpo, sus grandes manos acunaron mis senos y observé como sus dedos jugaban con mis pezones. Mi vientre se contraría ante sus caricias y mis dientes aplastaban a mi labio inferior. Me estaba excitando y…aquello que recorría mi cuerpo, llenándome de calor, era la prueba, más las ganas que tenía de que guiara sus manos más abajo. —¡Aaaah!—su lengua jugaba con mi seno derecho y eso sacó aquel sonido tan sensual de mis labios. No tengo idea de por qué, pero tomé su rostro y lo empujé contra mi seno y luego lo hice cambiar hacia el otro. Que besara y chupara mis pezones era placentero de una manera enorme. Comenzó a dar besos en mi vientre y yo no podía dejar de mirarlo. Era sensual todo lo que hacía, su lengua dejó un camino húmedo en mi piel rumbo hasta mi vientre en la parte más baja. Llevé mis manos hasta allí, cubriendo mi v****a. Él se detuvo ante mi acción. —Me detengo.—Anunció. —No…Es que no sé si quiero tu lengua allí. —Créeme, será la mejor parte. —¿Y si pruebas con tus dedos? Seguro que se asemeja. —Como gustes.—aún así, bajó su cabeza y comenzó a besar mis muslos, estando muy cerca de mi vagina.—Solo una lamida.—susurró antes de su lengua cubrir mi húmeda v****a. Mi cuerpo se torció ante aquella sensación, gemí muy fuerte y retrocedí un poco. Había pasado su lengua una sola vez y de forma rápida, descontrolando mi cuerpo. ¿Solo una vez bastaba para causar eso? Su mirada lo decía todo. Movió sus manos llamándome y yo acudí, queriendo un poco más de aquello. Creo que Travis Becker sabía lo que hacía y eso me llenaba de alivio. Entre su lengua y sus dedos, los dedos de mis pies se torcían, su mano libre sujetaba uno de mis muslos y mis manos empujaban su cabeza cada vez que él tocaba “ese” punto, para que permaneciera allí y cuando lo hacía mi cuerpo se doblaba de maneras inimaginables. —¡Diablos!—había tenido mi primer orgasmo en los labios y dedos de Travis. ¡Esto era de locos! Subió hasta mi y yo bajé mis manos, teniendo que tocar aquello grande y…¿grueso? Que estaba entre sus piernas. Lo guié hasta mi v****a y su cuerpo iba bajando hasta quedar sobre el mío. —Sujétate a mi si te duele y…cuando quieras que pare, solo dilo. Y en todo ese transcurso, jamás pedí que parase, al contrario, estaba deseando que pasara aquel suave dolor y pequeña incomodidad, para darle la bienvenida al placer. Cuando eso sucedió, mis caderas lo acompañaron de forma torpe con sus movimientos, sentía que él iba cada vez más profundo y mi respiración se hacía más agitada, cada vez más. —Tra—Travis…me gustas mucho.—si este no era el momento de decirlo, no sé cuál sería. —Y tú a mi, pequeña revoltosa.—nos sumimos en un beso mientras nuestros cuerpos se prestaban para el placer. Eran tan tierno como perverso y aquella combinación en Travis hacía que mis gemidos se elevaran hacia el cielo. Sabía cómo tocar una mujer y llevarme de manera inmediata a ese exceso de placer que me hacía ver todo blanco y querer más, pero también querer que parase. Quizás dije cosas muy vergonzosas en ese tiempo o confesé algunas que no debí, más allá de decir que él me gustaba, sin embargo, esas horas de locura valían oro. Cada segundo con Travis lo valía todo. DOS HORAS DESPUÉS. Habíamos salido de allí como a las dos de la madrugada y ahora estábamos en su dormitorio. —Esa camiseta parece hecha para ti.—me decía al oído mientras sus manos me mantenían pegada a su cuerpo. Estiró su mano y apagó la luz, dejó su rostro en mi cuello y yo cerré los ojos. Era la primera vez que dormía con un hombre y era con Travis. Me iba a enloquecer. —¿Crees que nos volvamos a ver? —Espero que sí o me volveré loco buscándote. ¿Cuáles son tus planes? —Estoy en manos de mis padres, no lo sé. —Pero ¿hay algo que quieras hacer? —Eso no importa, al menos a ellos no. —Yo quiero saber si hay algo que quieres hacer. —Bueno, lo veo imposible y nunca lo he dicho en voz alta pero…me gustaría dirigir la empresa de mis padres. Están mis hermanos, cuatro de ellos, por lo que dudo que mi turno llegue algún día. —¿Tiene que ser por turno? A lo mejor solo tienes que demostrar lo que vales y hasta tus padres podrían darse cuenta y ponerte al mando. ¿Quién la dirige ahora? —La dirige Joffrey, es el mayor. Pero John está por tomar el control. Es una pelea constante por el poder como no te imaginas. En los negocios no son amigos, menos hermanos y no creo ser tan agresiva como ellos. —¡Oh, no! ¡Sí que lo eres! Créeme. Eres la más pequeña pero no la más débil. —¿Qué quieres tú? —Mi madre tiene una pequeña marca de lencería que ha ido en ascenso durante los últimos tres años, duplicando la cantidad de empleados debido a sus ventas y lo bien que es demandado por el público su producto. Quiere que me haga cargo y yo prefiero trabajar en el negocio familiar y ser mi propio jefe a trabajar para otros. —Casualmente mi familia también se decida a la lencería. Nuestra empresa se llama Ladies secrets. —Guau. Jamás imaginé que los Joyce fueran los propietarios de esa empresa. Mi madre los admira.—acarició mi vientre.—Jojo, ¿cómo es que perdimos tanto tiempo siendo enemigos? —No lo sé, pero fue muy divertido. —Y que lo digas. Mañana es mi cumpleaños. ¿Por qué no te quedas todo el día de mañana conmigo? Tengo que tomar un vuelo a las diez de la noche, pero tengo el resto del día libre. —Me encantaría pero…—me llenó el cuello de besos antes de que yo pudiera decir que no. Giró mi cuerpo hacia él y me dio un beso que me robó todo.—¡Ya entendí! Me has convencido. Iré a casa de mis padres para el almuerzo y luego nos vemos a la cuatro de la tarde, donde me digas. —Podemos reunirnos aquí. —Bien. —Será mi mejor cumpleaños. Me dormía entre sus brazos y a la mañana siguiente desperté primero que él, corrí al baño y arreglé mi pelo, lavé mi boca y peiné mis locas cejas. Cuando salí, parecía toda una diosa y los placeres del Olimpio me esperaban en aquella cama. —Buenos días, Jojo.—cuando decía mi nombre, sacaba de mí una sonrisa. —Buenos días, Travis. Me temo que tengo que marcharme ya. Mi familia es está quedando en una casa cerca de aquí por motivo de mi graduación así que tengo que ir hacer convivencia con ellos. Nos veremos después del almuerzo.—comencé a vestirme.—Tengo tú número, te llamaré.—me acerqué a la cama cuando ya me había puesto el calzado.—Por cierto, feliz cumpleaños. Dejé un beso en sus labios y me alejé. —Déjame vestirme y te acompaño a la puerta. —No te preocupes, conozco la salida. Nos vemos después. Salí de su habitación y me dirigí directo a la salida. Quizás debía de darle algún regalo. ¿Y si no nos volvíamos a ver? Había sido una noche perfecta con Travis Becker, algo que jamás olvidaría. Dormí con mi enemigo y lo convertí en mi amante. Caminé unas esquinas sin mucha prisa, cuando viera un taxi lo detendría. Mis pisadas eran muy livianas, al igual que mi cuerpo, mi rostro no borraba esta sonrisa y todo era perfecto, incluso el día que hacía. ¿Qué hora serían? Observé mi móvil por primera vez en muchas horas. ¡Once de la mañana! ¡Trescientas llamadas perdidas! —¡Me van a matar!—grité con miedo. Todos mis hermanos me habían estado llamando. —¿Esa no es Jojo?—comentaron unas chicas que pasaban a mi lado. —¿Qué pasa conmigo?—les pregunté. —Tus locos hermanos hicieron un escándalo en la fiesta de anoche, alguien se chivó y dijo que te fuiste con Travis Becker. Como lo vean, lo matan. —¡Carajo! ¡Seguro que fue Brad! ¡¿Y ahora?! Detuve un taxi y le di la dirección de la casa con el corazón en las manos. La que me esperaba.
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