Cuando sintieron llegar el taxi, salieron los cuatro a recibirme y como si fuera poco, allí estaba mi padre ¡y mamá no!
Sin ella no había un balance justo en las cosas.
Pagué al taxi y luego me dieron ganas de huir tras él cuando mis hermanos avanzaban hacia mí.
Joffrey, como siempre él encabezaba todo, siempre había dirigido la pequeña pandilla que ellos cuatro habían formado, queriendo estar John siempre en su lugar, aquello era una pelea constante en todo.
Joffrey se había tenido que casar hace no tanto y era quien tenía el control de la empresa, a pesar de eso no cambiaba su forma de ser y a esta altura de juego creo que no iba a ocurrir, el rubio de ojos verdes con mirada gélida era tal cual como parecía a simple vista. Inteligente, manipulador, mujeriego y poco condescendiente con los demás, hacía todo para ganar y ese era el ejemplo que había tomado de mi padre y el mismo que enseñó a mis hermanos.
John, era como una copia de mi hermano mayor, hasta se parecían mucho y él lo imitaba bastante. Rebosaba de arrogancia y era un poco más cabeza hueca que Joffrey.
El tercero de ellos era Joseph y con el único que yo me llevaba bien, quizás se debía a que éramos los únicos pelirrojos de la casa, además de mi madre. Su rostro era gentil y me defendía de los demás, siempre me dio muchos consejos, intercedía por mí ante ellos y era muy amoroso conmigo. También era el más bello de mis hermanos, nos teníamos confianza y él había compartido un secreto conmigo, algo que era mejor que no lo supieran los demás y menos mi padre.
Joseph era gay.
Justin era el más pequeño de los varones, de igual modo el más fastidioso.
Y luego estaba yo, la única hembra y la menor de todos.
—¡Jojo! ¡Perdiste tu virginidad el día de tu graduación!—gritó Joffrey cuando ya estaban cerca de mí, miré hacia atrás y vi que el taxi todavía estaba a la vista.
—¡¿Quién es ese tipo?!—le acompañó John.
Sin pensármelo más y viendo que la expresión de Joseph no era de esperanza alguna, me eché a correr hacia el taxi.
—¡No se vaya! ¡No se vaya!—le gritaba mientras estos tacones no me dejaban tomar mucha velocidad en compañía del vestido que solo estorbaba.
Miré hacia atrás viendo aquellos cuatro hombres correr tras de mí y mi padre frente a la puerta de la casa de brazos cruzados.
El taxi se detuvo, me llené de energía y corrí, corrí, corrí, llegando al taxi.
Alcancé a abrir la puerta, pero solo eso.
—¡¿A dónde crees que vas?! ¡Ya la tengo!—¡el idiota de John tenía que ser!
Cuando vi que el taxi se marchaba, no me molesté ni en resistirme.
Estaba atrapada.
Joffrey tomó una de mis manos y John la otra.
Iban murmurando cosas pero yo evitaba escucharlas.
Cuando quedé frente a mi padre, ellos me soltaron.
Sus ojos ya me herían, pero fue su mano la que me hizo sentir dolor en la piel cuando soltó aquella cachetada en mi cara.
—¡Padre!—le gritó Joseph, interponiéndose entre los dos. Toqué mi rostro con mano temblorosa, dolía, dolía mucho y era la primera vez que James Joyce me golpeaba, eso hacía que fuera más doloroso y algo extrema la situación.
Busqué la mirada de mi padre y este me observaba como si fuera una cualquiera.
Miró mi cuerpo de pies a cabeza como si no me reconociera, soltando desprecio en su mirada
—Hemos venido todos hasta aquí por motivo de tu graduación. ¿Sabes la preocupación que sentimos cuando no aparecías anoche o no atendías a las llamadas? ¿Sabes lo angustiada que estaba tu madre? ¿Tienes la más mínima idea de todo lo que se nos pasó por la cabeza? ¡¿Se te olvidó que en cada graduación al día siguiente almorzamos con los Parker?! ¡Solo han venido hasta aquí por ti!
—Papá, no lo justifico, pero era su graduación, cada uno se ha ido de parranda con sus amigos en nuestras graduaciones, es lo normal.
—¡Pero no ella! En mi hija no es normal porque no la hemos criado como a las demás. ¡¿Con quién diablos pasaste la noche?! Se te ve la algarabía en la cara, Josephine Joyce.
Todos mis hermanos me miraron y yo no supe qué decir. Me moría de vergüenza y otras cosas más.
Se escuchó mi gimoteo y Joseph me abrazó.
—Es algo privado de ella, padre.
—¡Ya cállate, Joseph! Deja de defenderla.—John alejó a mi hermano de mí y ahora sí no había nadie que se interpusiera entre mi padre y yo.
—Dime ya, ¿con quién pasaste la noche? y no volveré a preguntarlo.
—En la fiesta mencionaron a un tal Travis, solo será investigar quién es y darle la golpiza de su vida, después traerlo ante ti, padre.—dijo con alegría el imbécil de Justin.
—Pronto me llamaran para confirmar quien es, Jojo. Lo mejor será que lo digas ya.—amenazaba Joffrey.
Querían manejar cada aspecto de mi vida y hasta ahora se le estaba dando bien.
—No diré con quién fue.—dije al fin. Si decía o confirmaba que fue con Travis Becker, sé que mis hermanos harían de las suyas y era muy probable que Travis me odiara para siempre, sin mencionar lo que pudiera hacer papá. Tampoco quería que le pasara nada. Me había olvidado completamente de la familia Parker, había quedado con Travis en su cumpleaños y puede que yo no pudiera ir.
Papá avanzó hacia mí al escuchar mi negativa, cerré mis ojos creyendo que me daría otra cachetada, pero Joseph fue quien la recibió.
—Golpéame a mí.—pidió él.—No golpees a Jojo, yo recibiré sus golpes.
—Pues en ese caso que te golpee Joffrey.—dijo mi poco piadoso padre. Ya no se trataría de una cachetada de James Joyce, sino de los golpes de mi hermano mayor y él no se contendría a la hora de golpear el bello rostro de mi mejor hermano, él único que se ofrecía a defenderme siempre.
Complacido, Joffrey se colocó delante de Joseph, preparando su puño para golpearlo.
—¡Niall Gibson!—no podía dejar que golpearan a Joseph por mi culpa, pero tampoco podía dejar que golpearan a Travis.
Temía lo que pudieran hacer mis hermanos contra él, lo mejor era mentir y también rezar para que no dieran con Niall, por lo menos quitaba las sospechas que recaían en Travis Becker.
—Niall Gibson.—repitió Justin.—Creo que el nombre me suena, yo me encargaré.
—Los Parker vendrán pronto. Será mejor que vayas a prepararte. Y maquíllate, tienes mi mano marcada en tu cara.
Joseph tomó mi mano y me sacó de allí, llevándome a mi habitación.
Cuando estuvimos a solas me desplomé en el suelo, presa del llanto, el miedo y los nervios.
La puerta fue abierta y entró mi padre para tomar mi móvil.
—¿No pudiste nacer hombre también? Tenías que ser mujer.—arrojó sus palabras contra mí.—Recuerda que los Parker vienen con su hijo Adam y que Adam solo viene aquí por ti. Eres una adulta, Jojo. No me hagas elegir lo que está bien para ti, porque estoy a punto de hacerlo.
Todo era muy injusto y yo era alguien muy diminuta entre ellos, no podía hacer nada.
Mi maravillosa noche se había visto empañada por los bárbaros de mis hermanos y el tirano de mi padre.
Busqué los ojos de mi hermano en un intento desesperado por tranquilizarme y él corrió a abrazarme.
¡Todo esto era una mierda!