Las luces de la sala brillaban con una intensidad casi cegadora, y el murmullo de los lobos reunidos llenaba el aire con una mezcla de expectación y emoción. La ceremonia de emparejamiento estaba en su apogeo, y todos esperaban el momento culminante en el que Derek, el futuro Alfa, elegiría a su Luna, la compañera que estaría a su lado para guiar a la manada en su nueva era.
Nina permanecía de pie cerca de la mesa principal, con el vestido plateado que había pertenecido a su madre abrazando sus curvas con suavidad. Pero mientras el brillo de la seda relucía bajo la luz, el peso de la expectativa y el miedo comenzaba a aplastarla. Su corazón latía con fuerza en su pecho, una mezcla de nerviosismo y duda la llenaba. Sentía las miradas fijas de todos los presentes, y aunque sus padres estaban cerca, apoyándola con sus silenciosas presencias, Nina se sentía completamente sola.
Los ojos de Derek se movían por la multitud, saludando aquí y allá, como un rey que inspeccionaba a su reino antes de tomar una decisión crucial. Parecía relajado, casi despreocupado, como si esta ceremonia fuera solo una formalidad. Pero Nina sabía que no era así. La elección de su Luna no solo definiría su liderazgo, sino que también consolidaría su poder y legitimaría su posición como futuro Alfa.
Un suave tintineo de copas hizo que todos se giraran hacia el centro de la sala. El actual Alfa, Lucian, padre de Derek, se puso de pie, levantando su copa para pedir silencio. Su presencia dominaba el lugar, y aunque la edad ya marcaba su rostro, la fuerza y el respeto que inspiraba seguían intactos.
—Mi querido clan —comenzó Lucian, su voz grave resonando en la sala—. Hoy celebramos un momento que marcará el futuro de nuestra manada. Mi hijo, Derek, está preparado para elegir a su compañera, su Luna, aquella que estará a su lado como guía y protectora, y con quien llevará a nuestra manada hacia nuevos horizontes.
Un aplauso lleno de emoción estalló entre los presentes. Nina respiró profundamente, sintiendo cómo el aire le costaba entrar en los pulmones. Este era el momento que lo cambiaría todo. A pesar de las dudas, a pesar de todo lo que había sucedido entre ella y Derek, no podía evitar aferrarse a una pequeña esperanza. Tal vez, al final, él cumpliría con su deber, elegiría a la candidata lógica, la que su linaje y destino indicaban: ella.
Derek avanzó hacia el centro de la sala, luciendo imponente y confiado. Sus ojos, esos orbes azules como el hielo, recorrieron a todos los presentes. A su lado, las jóvenes lobas del clan, que habían sido preparadas para esta ceremonia, esperaban en filas, todas hermosas, todas ansiosas.
—Hoy —dijo Derek con una sonrisa que no alcanzaba sus ojos—, tengo el honor de elegir a mi compañera, la que será mi Luna.
El silencio era absoluto. La tensión en la sala era palpable, y Nina sentía como si el aire se espesara a su alrededor. De repente, todo parecía moverse con una lentitud insoportable. Las miradas estaban fijas en ella, los susurros llenos de anticipación.
—Sé que todos ustedes tienen expectativas —continuó Derek—. Nuestra manada siempre ha valorado la fuerza, la belleza y la lealtad. Estos son los pilares que nos han llevado a ser lo que somos hoy. Mi elección debe reflejar estos valores.
Nina contuvo la respiración. Su madre, parada a su lado, le dio un pequeño apretón en la mano, como si tratara de transmitirle calma. Sabía que su linaje la hacía la candidata ideal. Había sido preparada para esto desde que tenía memoria, y aunque Derek no la había tratado con cariño en los últimos tiempos, no podía permitirse pensar que la rechazaría. Era imposible, ¿verdad?
Derek se giró lentamente, como si estuviera evaluando a cada una de las candidatas, pero cuando su mirada se posó en Nina, algo en sus ojos cambió. Ya no era la mirada del futuro Alfa calculador. Era algo más oscuro. Su sonrisa desapareció, reemplazada por una expresión fría, casi cruel.
El corazón de Nina se hundió en su pecho, una premonición dolorosa invadiendo cada fibra de su ser. No puede ser..., pensó, pero antes de que pudiera procesarlo, Derek habló.
—Hoy elijo a la mujer que mejor encarna lo que nuestra manada necesita para seguir siendo fuerte y respetada. —Hizo una pausa, y la sala entera pareció contener la respiración—. Mi Luna debe ser un reflejo de nuestra grandeza. Alguien a quien todos puedan admirar y seguir. Una líder en todos los aspectos.
Nina sintió una oleada de calor en su cuerpo. Este era el momento. Derek la llamaría, y todo esto terminaría. Todos verían que, a pesar de sus dudas, ella era digna. Respiró hondo, esperando escuchar su nombre.
—Y por eso —continuó Derek, su voz helada—, no puedo elegir a Nina.
El tiempo se detuvo.
Nina sintió que el suelo bajo sus pies se desmoronaba, como si el mundo entero se inclinara y la dejara caer al vacío. La respiración se le atascó en la garganta, y sus oídos comenzaron a zumbar. No... no puede ser. Las palabras de Derek resonaban en su cabeza, imposibles de procesar, como una daga que se clavaba más y más profundo con cada segundo que pasaba.
—Nina... —dijo Derek, su voz resonando en la sala, fría y llena de desprecio—, es fuerte a su manera, pero nuestra manada necesita más que eso. Necesitamos a alguien que sea... visualmente representativa de lo que somos. Alguien que inspire, no solo con su linaje, sino con su presencia.
Las palabras caían como piedras, aplastando el orgullo de Nina frente a toda la manada. Podía sentir las miradas, los murmullos, el shock en algunos rostros, y el deleite mal disimulado en otros. Su madre, que había estado parada junto a ella, parecía paralizada, con los labios apretados y los ojos fijos en Derek, pero incapaz de hacer nada para detener lo que estaba ocurriendo.
—Hoy elijo a Lila —anunció Derek, señalando a una de las lobas delgadas y bellas que estaban alineadas detrás de él—. Ella es la Luna que nuestro clan necesita. Una líder digna en todos los sentidos.
El estruendo de aplausos llenó la sala. Los gritos de aprobación y las felicitaciones cayeron como una tormenta alrededor de Nina, pero todo lo que ella podía escuchar era el sonido de su propio corazón rompiéndose. La humillación era insoportable. Cada uno de esos aplausos era una confirmación de que no solo había sido rechazada, sino que lo había sido públicamente, de la manera más cruel posible.
Sentía los ojos de la manada clavados en su cuerpo. Las miradas que recorrían sus curvas, juzgándola, comparándola con Lila. Los susurros de años de comentarios hirientes resonaban ahora con más fuerza en su mente. No era lo suficientemente delgada, no era lo suficientemente fuerte... no era lo suficientemente buena. Y ahora, frente a todos, Derek lo había dicho en voz alta.
Sin poder soportarlo más, Nina dio un paso atrás. Su madre intentó alcanzarla, pero ella ya no podía escuchar nada, no podía sentir nada más que el dolor y la vergüenza que la ahogaban. Con un impulso desesperado, se giró y corrió hacia la puerta, huyendo de la sala, huyendo de las miradas, huyendo de la realidad.
Los árboles oscuros del bosque la recibieron, y mientras corría entre ellos, las lágrimas caían libremente por sus mejillas. El eco de las risas y los aplausos seguía persiguiéndola, pero ella corría más rápido, deseando escapar, deseando desaparecer. Había sido humillada ante todos, y no había vuelta atrás.