El sol apenas despuntaba en el horizonte cuando Nina llegó a la oficina. El día prometía ser largo, aunque no por la carga de trabajo que le esperaba, sino por el peso de las dudas que había estado acumulando desde la noche anterior. Derek había irrumpido en su vida de nuevo, y la sombra de su presencia la envolvía como un manto oscuro. Sus palabras todavía resonaban en su mente, incapaz de deshacerse de la sensación de inquietud que le había dejado. Entró al edificio con su cabeza baja, ignorando el saludo casual del guardia de seguridad y del recepcionista. Cada paso que daba hacia su escritorio se sentía más pesado que el anterior, como si el suelo bajo sus pies estuviera compuesto de arena movediza. Cuando finalmente llegó a su puesto, suspiró, dejando caer su bolso en la silla y dejá