Nina cerró la puerta del despacho con suavidad, pero la tensión que sentía la hizo percibir el leve clic como un estruendo en el ambiente silencioso. Alessandro estaba sentado tras su amplio escritorio de madera oscura, con los ojos fijos en ella, como si hubiese estado esperándola. La luz tenue de la tarde filtrándose a través de las persianas hacía que su figura pareciera aún más enigmática, casi intimidante. —Nina —su voz era suave, pero cargada de una gravedad que ella no había escuchado antes—, ¿qué ocurre? Nina sintió cómo su corazón se aceleraba, como si la culpa de lo que estaba a punto de decir le golpeara con cada latido. Había ensayado sus palabras durante todo el día, pero ahora que estaba frente a él, la duda la invadía. ¿Cómo iba a reaccionar Alessandro al saber sobre Derek