Entro a la oficina y saludo a cada uno de los que se atraviesa por mi camino. Cuando me aproximo al mostrador, donde está Florencia, mi secretaria, me sonríe ampliamente y sale de su lugar, para recibirme el abrigo, el maletín y pasarme un café expresso. —Buenos días, señor Raynaud. —Buenos días, Florencia —Le hago un asentimiento por el café y comienza a recitar—, tiene reunión a las 08:00 a.m con el fiscal Lemaire, lo llamó la Señora Blanchard, porque necesita hablar con usted, a las 10:00 tiene la audiencia, del caso Girard y el señor Dupont lo espera en su oficina. Abro la puerta, dejando pasar a Florencia, que jadea cuando termina de recitar toda esa información, mientras caminábamos a mi oficina. —¿Algo más, Florencia? —La curvilínea mujer, deja mi abrigo en el percher