Prólogo
Un Trato con Lujuria es una novela exclusiva en la plataforma Dreame y Sueñovela.
Escrita por Andrea Paz PS y registrada en SafeCreative bajo el código: 2109149245490.
Se prohíbe cualquier copia parcial o total de la obra, ya que estará infringiendo los derechos de autor.
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—Es que tu no me entiendes Gastón… —Se queja la mujer, alzando la voz.
—No sé qué es lo que debo entender, Céline, nos conocemos hace más de veinte años y siempre ha sido lo mismo. —explica papá. Los tacones de la elegante mujer, se escuchan pasear de un lado a otro.
—¡Por lo mismo! —exclama irritada— Ya estoy cansada de lo mismo… —bufa— Necesito dejar de ser el centro de atención y poder vivir mi vida como yo quiera. —Intento pegar mi oído a la puerta, pero no se escucha más. Luego un golpe seco, como de un vaso siendo depositado con fuerza sobre el escritorio.
—No sé cómo ayudarte, querida Céline. —dice mi padre, en un tono cansado. Ya era la segunda vez esta semana, que una de sus mejores amigas, Céline Dutoit venía a casa, interrumpiendo la cena familiar.
—Discúlpame Gastón, sé que no es tu responsabilidad, pero que hoy me hayan seguido hasta acá, me parece insólito. —alega, con la voz quebrada.
—No llores Céline, sabes que no soporto ver a una mujer llorar. —Se escucha que alguien da pasos y supongo que es mi padre, intentando calmar a su amiga.
—No digas tonterías, ¿cuantas mujeres vez llorando en tu despacho a diario? —Se ríe sin gracia.
Me alejo un poco del despacho de mi padre, pensando en cómo sacar provecho de aquella oportunidad que se me presentaba al oír esa conversación. Llevaba años, intentando salir del estigma de ser el hijo de Gastón Raynaud, incluso en la facultad, los profesores me exigían más por ser hijo de mi padre, por lo que, viéndolo en retrospectiva, realmente me ayudó a ser el mejor de mi generación.
“R&F Avocats” era el bufete de mi padre y su socio Yves Fleur, donde también trabajaba mi madre. No importaba qué tan buen abogado fuera, sólo el decir mi apellido, me cerraba puertas, lo que me tenía profundamente cansado, incluso había visto la posibilidad de irme de Montpellier, quizás a Paris, o a otro país.
Una retorcida idea se me cruzó por la cabeza, la que desarrollaría mejor por la noche y se la plantearía a la mujer, que, dicho de paso, es bastante atractiva, a pesar de su edad.
—Gaspard, ¿qué haces acá? —pregunta mi padre, que me mira con cara de pregunta, apenas sale del despacho con Céline, quien me hace un asentimiento, como saludo.
—Quería discutir algo contigo. No sabía que estabas ocupado. —Miento— Pero no me apura, lo podemos conversar mañana. —Les hago un asentimiento y bajo rápidamente las escaleras, para despedirme de mi madre y alcanzar a la señorita Dutoit, al salir.
Tras despedirme de mi madre, bebiéndome el café, prácticamente de un trago, salgo hacia el jardín, donde Claude, me espera con mi auto listo.
—Gracias, Claude. —Me subo al auto y salgo de casa, estacionando fuera, a la espera de la señorita Dutoit.
Quince minutos después, el vehículo de Céline salía de la casa de mis padres, por lo que me decido a seguirla, hasta llegar a su mansión. Apenas se abren los imponentes portones de su mansión, levanto las luces de mi auto, para que sepan que vengo detrás de ellos. Unos guardias que están en la portería, se acercan a increparme.
—Buenas noches, mi nombre es Gaspard Raynaud. Necesito hablar con la señorita Dutoit. —digo amable, por lo que uno de los corpulentos hombres, llama por radio informando de mi presencia, ya que Céline y su chofer siguieron su marcha hasta entrar a la mansión. Tras unos minutos, el hombre se acerca nuevamente a la ventana de mi auto.
—Puede pasar, señor Raynaud. —Me hace el ademan para que prosiga.
Avanzo por el largo camino de entrada hasta llegar a una pileta central, dando la vuelta para quedar justo en la puerta de la mansión, donde una elegante Céline Dutoit me espera.
—Bienvenue, Gaspard. —Me saluda, con un beso en cada mejilla.
—Señorita Dutoit. —Le hago un asentimiento.
—En qué lo puedo ayudar. —Me hace pasar, por lo que la sigo, mientras me arreglo las mangas de la camisa, por debajo del saco.
—Vengo a hacerle una propuesta, que sé, no podrá rechazar. —Sirve un par de vasos con Whisky, alcanzándome uno. Le da un sorbo a su vaso, mientras me mira de arriba abajo, con dudas.
—Te escucho. —Se quita la americana, dejándola sobre el respaldo de su silla, para luego sentarse y cruzar sus piernas, todo con movimientos tan refinados, que me hacen perder la concentración por un momento.
—Digamos, que escuché sin querer, la conversación que sostuvo con mi padre, esta tarde. —confieso, por lo que abre sus ojos, y frunce el ceño, en desaprobación, por lo que abre la boca para decir algo, pero la interrumpo— Sé cómo ayudarla. —Cierra la boca, poniendo los ojos en blanco.
—En qué podrías ayudarme tú, Gaspard. —cuestiona.
—Cásate conmigo. —propongo, por lo que su boca se abre de asombro.
—¿Y cómo me ayudaría eso? —interroga. Sus ojos celestes se posan sobre los míos, mientras me mira con determinación.
—La prensa dejaría de inventarse historias sobre tu vida personal. Seríamos noticia un par de semanas, y luego la tranquilidad volvería a tu vida. —Tras unos minutos, de sopesarlo, me ofrece un puro, el cual acepto. Corto la punta y me tiende un encendedor. Ella enciende un cigarrillo, al cual le da una larga calada, suelta el humo, mientras esboza una sonrisa.
—¿Y qué ganarías tú? —cuestiona. Le doy una calada al puro, y sonrío.
—Hace años que busco la oportunidad para comenzar con un nuevo bufete, pero el nombre de mi padre siempre me ha cerrado puertas, más que abrirlas. —Vuelve a esbozar una nueva sonrisa, comprendiendo el mensaje.
—Ya veo… —Se pone de pie, y camina hacia un gran ventanal, que es iluminado por la luz de la luna. Su esbelta figura, me hace pensar en una gata, por sus movimientos refinados. Me pongo de pie y camino hacia ella, que silenciosa, evalúa mis palabras— Cuando te conocí, tenías alrededor de tres o cuatro años. —musita. Se voltea para verme, poniendo una de sus manos sobre mi pecho, y bajando por él hasta la hebilla de mi cinturón. Sería ciego, si dijera que no me afectó su toque, ya que a pesar de que es quince años mayor que yo, su belleza sigue intacta. Trago con dificultad el nudo que se me formó en la garganta, aclarándome la voz.
—Sólo seré una pantalla para ti, no necesitas cumplir de ninguna otra forma conmigo. —aclaro, por lo que se pega aún más a mi, peligrosamente. Su nariz roza mi cuello, generando que mi piel se erice, aunque comprendo de inmediato cual es su juego, por lo que la tomo por la cintura y la atraigo aún más hacia mi. —Ya no soy ese niño, que conociste hace más de veinte años, ma chérie. —susurro, pegando su rostro al mío, chocando nuestras narices. Un leve jadeo abandona sus labios, lo que me hace torcer una sonrisa.
—¿Qué le diré a Gastón? —cuestiona, manteniéndose en su sitio, sin despegarse de mí.
—La verdad. —farfullo— Que nos enamoramos, al vernos hoy por la tarde, al salir de su despacho. —Sonríe y niega.
—Lo tienes todo muy bien pensado, ¿no? —indaga, coqueta.
—No todo, pero lo demás, lo podemos dejar estipulado en un contrato. —sugiero, por lo que se separa, para buscar un poco más de Whisky. Rellena ambos vasos, y los acerca hasta el ventanal, donde estábamos conversando.
—Hay algunas cosas que deberías saber de mí… —Acomoda su cabello, a un costado, y le da un sorbo a su vaso.
—Una vez que vayamos a celebrar el contrato, pondremos nuestras condiciones, las que se adicionarán al acuerdo. —rebato— Por ahora, debemos salir y dejarnos ver. —Sonríe ampliamente.
—De acuerdo. —Me tiende la mano, por lo que la tomo y le beso el dorso.
—Mañana almorzaremos juntos, prepararé un prospecto de contrato y te lo llevaré, para que lo revises con tu abogado, que imagino, debe ser Yves. —Abre los ojos, con preocupación— Descuida, sé que Yves no le dirá nada a mi padre, ese hombre es inquebrantable como profesional. —Asiente y sonríe.
—Hasta mañana, entonces. —Se acerca y me da un beso en la comisura de los labios.
—Descansa ma chérie. —Le dejo mi tarjeta de contacto. Volteo y salgo del despacho, camino hacia la entrada de la casa, para luego salir al jardín donde está mi auto.
(…)
Gracias a Maribel, una de las secretarias de mi padre, quien me ayudó a reservar en L' Effet Jardin Restaurant uno de los restaurantes más sofisticados de Montpellier, donde tendría cita, con la que pronto, se convertiría en mi esposa.
Con mi portafolio en mano, una rosa roja y vestido elegantemente, me acerco a la hostess del restaurant, dejándole saber que espero a la señorita Dutoit. La chica me mira de arriba abajo, por lo que casi me come con la mirada, por lo que me aclaro la voz, y con torpeza, me lleva hasta una mesa prácticamente escondida, detrás de la decoración central del lugar. Niego de inmediato y le pido que nos ubique en un lugar más visible, pero apartado de los demás, señalándonos una mesa a un costado de un gran ventanal, que da hacia los jardines interiores que caracterizan al famoso restaurant. Me siento y pido un whisky, mientras espero que Céline llegue.
Reviso nuevamente el prospecto de contrato, adicionando un par de puntos y condiciones, para nuestro acuerdo:
1.- El matrimonio se efectúa bajo contrato como un acuerdo de las partes.
2.- La consumación no es un requisito necesario para que el acuerdo entre en vigencia. Solamente en público el comportamiento debe ser el de una pareja real.
3.- La disolución del contrato se puede efectuar a petición de una de las partes, sin derecho a indemnización alguna.
4.- El propósito del contrato para una de las partes, Gaspard Raynaud, es que, logre su independencia y establecer un nuevo bufete de abogados. El cual pertenecerá al interpelado, así el contrato se rescinda.
5.- El otro objetivo del contrato, es que la parte, Céline Dutoit, logre persuadir a la prensa y farándula, simulando estabilidad amorosa, al llevar a cabo un matrimonio, por contrato.
6.- Si una de las partes tiene una nueva relación sentimental, esta debe mantenerse en el anonimato durante el periodo que el contrato continúe vigente.
Cierro conforme el documento, justo en el momento en que la host se acerca con una elegante y sofisticada Céline. Me pongo de pie para recibirla.
—Céline, ma chérie. —Le dejo un beso en cada mejilla, por lo que la host nos mira con incredulidad. Le ayudo a quitarse el abrigo y se lo paso a la host, que se retira, confundida. Le ajusto la silla y me siento frente a ella.
—Qué caballero. —contesta coqueta.
—Siempre. —farfullo. Veo en una de las mesas a dos tipos que me parecen sospechosos, sentados en nuestra dirección, por lo que tomo la mano de Céline y le deposito un beso en el dorso de la mano, uno de ellos se nota que toma fotografías con su móvil, mientras el otro “habla por teléfono”. Le entrego la rosa roja, la cual mira con confusión— Hay dos tipos fotografiándonos, así que nos toca actuar. —Le sonrío y ella se acerca, para darme un beso en la comisura del labio.
—Yves recibió los documentos por la mañana. —comenta con un ligero entusiasmo— Me dijo que estaba todo en orden, aunque sólo quisiera agregar un punto más, a nuestro acuerdo. —agrega.
—Te escucho. —La miro atenta y veo que remueve algunas cosas en su bolso, sacando un sobre blanco, que me tiende enseguida. Lo abro y está el contrato impreso, con una clausula más, agregada bajo las que yo había puesto:
7.- Las Partes han acordado intercambiar entre sí información clasificada de su persona, lo que puede incluir aspectos significantes en la vida personal del otro. Por lo que, el Receptor Gaspard Raynaud, no obtendrá derecho alguno, sobre la información. La divulgación de la Información confidencial no puede ser utilizada de ninguna forma que no sean los puntos establecidos en este contrato.
«¿Qué será lo que ocultas señorita Dutoit?» me pregunto, ya que le da tanta importancia a la confidencialidad.
Asiento, ante su petición, que no me parece nada exuberante, a como lo es ella.
—Me parece correcto. —Le doy una sonrisa y acuno una de sus manos entre la mía, ya que ambos periodistas, siguen interesados en nosotros— Seguimos estando en el objetivo de las cámaras. —murmuro, mientras le sonrío. Tomo uno de los bolígrafos que traigo siempre en el bolsillo interior del saco y firmo conforme. Céline firma su copia y la guarda en su bolso, mientras hago lo mismo, guardando el sobre en mi saco.
—¿Ordenamos? —pregunta, cambiando de tema, por lo que asiento.
(…)
Jamás imaginé lo que sucedería después. Llevábamos tres meses de haber firmado ese acuerdo. Éramos la pareja más codiciada en la prensa y la farándula local, incluso, a nivel nacional, por lo que, no había día en que no apareciéramos en portada de alguna revista, periódico, o incluso, en la televisión.
Hace un mes y medio, había iniciado mi proyecto “Raynaud Conseillers”, que, a diferencia de un bufete tradicional, realizaríamos asesorías de todo tipo, desde lo judicial, lo inmobiliario o incluso, con respecto a la realización de nuevos negocios. Había convocado a los profesionales que quisieran salir de su zona de confort y abrirse camino más allá, de un bufete cualquiera, por lo que tenía un par de días, para rentar un lugar digno, de mi proyecto.
—¿Te parece bien este lugar? —Debía admitir, que pedirle ayuda a Céline, resultó ser bastante conveniente, ya que tiene buen ojo, para las propiedades.
—Me parece increíble, ma chérie. —Le beso la mano, mientras la corredora sonríe ampliamente. Volteo a ver a la mujer, que sostiene una carpeta, llena de papeles— ¿Este piso incluye todas las oficinas que revisamos con anterioridad? —indago, por lo que chequea en una de las páginas en su carpeta, y asiente nerviosa.
—S-si, las incluye todas. —contesta, sonrojándose de inmediato, cuando le guiño un ojo.
—¿Qué dices, mon amour? —pregunta Céline, mientras mira por la ventana. Me acerco a ella y le rodeo la cintura con mi brazo, pegándola a mi.
—Digo que si. —susurro en su cuello, logrando erizarle la piel. Ahora que conocía sus más oscuros secretos, me gustaba jugar con fuego, ya que poco a poco, me había interesado en el mundo, de la que, dentro de un par de días, sería mi esposa. Me separo de ella y me acerco a la corredora de propiedades, que me mira con la boca abierta— ¿Dónde firmo? —pregunto, alzando una ceja, mientras la chica con los papeles en la mano, busca el documento con sus manos temblorosas.
—Aa-aquí. —murmura. Por lo que leo rápidamente el contrato, revisando las clausulas y que todo esté acorde lo conversado. Firmo el documento y siento como cuando ganas un caso difícil, sintiéndome victorioso, en este nuevo camino, que estoy seguro, me llevará lejos.
—Mi abogado le hará el depósito. —dice Céline, alejando su teléfono, mientras habla con Yves. La mujer asiente y me tiende la mano.
—Un placer hacer negocios con usted, señor Raynaud. —Su voz tiembla, al igual que ella cuando estrecho su mano, me pasa las llaves y poco antes de irse, voltea a mirar nuevamente en mi dirección, por lo que remato guiñándole un ojo, mientras sale a toda velocidad del lugar.
Una carcajada involuntaria, brota de mis labios, entre la satisfacción que me da, el ir concretando poco a poco mis metas, y lo que genera la seguridad en uno mismo, con el sexo femenino.
—¿Contento? —indaga Céline a mis espaldas, por lo que volteo a verla con una amplia sonrisa.
—Muy contento, ma chérie. —contesto, moviendo las llaves del lugar.
—Llamaré a Jean, para que te ayude con la decoración. —Mira el lugar de lado a lado— Este es un lienzo en blanco y Jean, la persona perfecta para transformarlo. —Toma su móvil y hace la llamada, alejándose nuevamente.
Mi móvil suena y veo una llamada de Nicolás.
—Dupont. —contesto, por lo que suelta una carcajada.
—¿Así saludas a tu mejor amigo? —cuestiona— ¿En qué andas, Sugar baby? —bromea, por lo que me río, mientras revoleo los ojos.
—Concretando metas, querido amigo. —Suelto un suspiro— Estoy en la oficina de Raynaud Conseillers. —agrego, por lo que suelta un silbido.
—Vaya, si que vas como avión. —musita, por lo que sonrío.
—Cumplo lo que prometo. —rebato— ¿Tienes tiempo en la tarde? —cuestiono. Hace un sonido afirmativo.
—Si, ¿nos vemos donde siempre? —pregunta.
—A las siete un punto. —Corto la llamada. Mientras voy a buscar a Céline, que se entretuvo hablando por teléfono, en alguna de las oficinas.
(…)
Dos meses después…
Si bien fue una sorpresa para el mundo, la noticia sobre nuestro matrimonio, mis padres se creyeron el cuento de nuestro flechazo instantáneo, por lo que no pudieron objetar nada de lo que les habíamos contado. El miedo de Céline, era la reacción de mi padre, pero logré convencerlo de que realmente me había enamorado de esta mujer.
Nuestra boda, fue muy sencilla. La realizamos en el jardín de la mansión de Céline, que ahora también es mi hogar.
Aunque suene extraño decirlo, todo este plan resultó mejor de lo que pensaba, ya que Céline, además de ser una mujer bastante guapa y entretenida, me ayudaba en todo lo que podía, logrando que, en poco tiempo, Raynaud Conseillers, se hiciera conocido.
Las oficinas decoradas con un toque moderno y sobrio, que me representaban por completo, más los cientos de postulaciones que recibí, junto a mi ahora socio Nicolás, habían superado nuestras expectativas, y estamos seguros, que, en poco tiempo, no tendremos competencia.
El tema sentimental/emocional, ha sido el más interesante de todos, ya que, al conocer los secretos oscuros de mi esposa, debo admitir que conocí una nueva y mejorada versión de mi mismo, de la cual no estoy seguro, si volvería a cambiar.
Ahora, me sentía en la cima, y no estoy seguro, de querer bajar de aquí, al menos, no por unos cuantos años.
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¡Hola mis bellas!
Estoy muy emocionada con este nuevo proyecto en el que he estado trabajando para ustedes, así que espero le den todo su apoyo y lo disfruten conmigo.
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Como siempre, denle todo su amor capítulo a capítulo, ya que estaré contestando todo lo que me quieran decir en r************* o en los comentarios de la aplicación.
¡Las quiero mucho!
Andrea Paz.