Después de descargar todo mi enojo en la boca de Céline, seguí con los suaves azotes, volviendo a excitarla, como hace unos minutos atrás. Sus jadeos, se mezclaban con sus gemidos, mientras que, con cada azote, su v****a estaba más y más húmeda.
Mi nombre aún grabado en una de sus nalgas, comenzaba a desvanecerse lentamente. Me acerco a su sexo, que brilla ante la expectación, y con uno de mis dedos, subo y bajo por la raja, a lo largo de ella, persuadiendo su clítoris, hasta su entrada. La veo que intenta moverse, para encontrar el alivio que tanto busca, mientras sus gemidos parecen más bien un lloriqueo, pidiéndome más.
Busco en uno de los estantes un vibrador que tiene unos ganchos, los cuales ajusto a las correas que tiene amarrada por su cintura, logrando que quede fijo dentro de ella. Lo introduzco de una estocada, por lo que da un grito de satisfacción. Lo enciendo con el control que tengo en mi mano y vuelve a dar otro chillido, por la sorpresa. Vuelvo a tomar el flogger y comienzo a darle suaves azotes, mientras gime y jadea con cada uno de ellos. La piel le brilla por el sudor y las ansias.
Vuelvo a acercarme a su húmedo sexo, y estimulo su abultado nudo, que está erecto esperando por atención. Mi dedo traza círculos a su alrededor y puedo ver que aprieta sus nalgas, anticipándome el clímax.
—Tienes prohibido acabar —un sollozo abandona sus labios, y su respiración es errática, y sé que hace el mayor esfuerzo en contener su liberación. Aumento la vibración, por lo que emite un gemido de suplica. Me alejo de su nudo, mientras gimotea por la ausencia de atención, las vibraciones bajan también, para ayudarla a contener, pero no lo apago del todo, manteniéndola justo donde quiero que esté— Te gusta esto, ¿verdad, perrita?
—S-sí, Amo. Me gusta mucho.
—¿Y ya quieres acabar? —rodeo el caballete, poniéndome a su lado y quedar a la altura de uno de sus pechos, agito una de las campanillas de sus pechos, al tiempo que intensifico las vibraciones, soltando un fuerte gemido.
—P-por favor, Amo —Me siento en el suelo, y libero el pezón de la pinza, por lo que suelta un chillido de dolor, al volverle la sangre a esas zonas que estaban entumecidas, me acerco a su dolorido pezón y lo absorbo con mi boca, succionándolo, lamiéndolo y aprovecho de intensificar aún más la vibración— ¡Amo, por favoooor!
—¿Por favor qué, perrita?, tienes prohibido acabar —Un nuevo sollozo de impotencia.
Me pongo de pie y vuelvo a atormentar su hinchado clítoris, que pide a gritos la liberación, al igual que el cuerpo entero de Céline. Le doy unas palmadas entre sus nalgas, presionando su tapón anal, por lo que vuelve a gemir.
—¡Por favooor! —solloza, no aguantando más. Rodeo nuevamente el caballete y repito la acción con su otro pezón, pero cuando lo libero, le digo,
—Córrete para mí, perrita.
Cuando libero su pezón y lo llevo a mi boca, estalla en un clímax, curvando la punta de sus pies, erizándole la piel, mientras gime y jadea. Aprieto con ambas manos sus pechos, sus pezones sonrojados y sensibles, aún erectos.
Me pongo de pie y me sitúo entre sus piernas, volviendo a estimular su nudo, y sus jadeos vuelven a aumentar. Atraigo una banca que me deja con la cara a la altura de su nudo, y comienzo a chupar y a trazar círculos con mi lengua, y en menos de dos minutos vuelve a estallar en un intenso clímax, y mientras su cuerpo aún sigue con los espasmos de su liberación, apago el vibrador y comienzo a desatar sus restricciones. Le saco el vibrador y el tapón, por lo que gimotea por la ausencia, lo que me hace sonreír.
Cuando termino de liberarla, la ayudo a incorporarse y ponerse de pie, la tomo entre mis brazos, caminando hacia el mullido sillón, donde me siento con ella en brazos, y la abrazo. Su cuerpo aún tiembla. Le paso un vaso de agua, que saco del dispensador ubicado estratégicamente a un lado. Después de beberla toda, la cubro con una manta y manteniéndola segura entre mis brazos. Aunque esté muy enojado con ella, no puedo dejar de ser un buen Dom.
Su respiración se regula, y se vuelve a acomodar en mi pecho.
—¿Estás bien, perrita?
—Sí, Amo. Eso estuvo… intenso.
—Si que lo estuvo.
—Gracias, Amo —Le acaricio el cabello, mientras intento dejar mi cabeza en blanco, ya que en estas instancias no puedo pensar en nada más, que no sea el bienestar de mi sub.
(…)
Gaspard:
Necesito unos tragos, ¿tienes planes? ✓✓
Nicolás:
Voy. Envíame la dirección ✓✓
Gaspard:
Perfecto ✓✓
Una vez en el bar acordado, lo espero sentado en la barra, mientras bebo un whisky doble. Una hermosa rubia contonea las caderas hacia mí, y se sienta a mi lado.
«Conmigo no te resultará, pequeña».
—¿Penas de amor? —pregunta, mordiéndose el labio inferior, por lo que tuerzo una sonrisa. Tomo mi vaso de whisky, con la mano donde está mi anillo de matrimonio, pero al parecer no le importa.
—No tengo penas, ni amores… —respondo, quitándole importancia.
—¿Me invitas a un trago? —cuestiona y veo a Nicolás, que se acerca con cara de triunfo. Le hago un gesto al barman.
—Sírvele un trago a la señorita.
—Cosmopolitan, por favor —pide.
Cuando el barman lo pone frente a ella,
—Que lo disfrutes —Me pongo de pie y le hago un gesto a Nicolás, para que nos vayamos a una de las mesas, a conversar. Ambos volteamos para ver a la rubia, que aún me mira absorta.
—No sé cómo lo haces Gaspard.
—¿El qué? —bufa y me hace un gesto, restándole importancia.
—Caminó hacia mí, me pidió un trago, y lo obtuvo. Simple —Nicolás suelta una sonora carcajada, la que me hace reír.
—Entonces, dime, ¿qué es lo que te tiene pensativo? —cuestiona. Me conoce tan bien, que sabe que cuando algo me pasa, lo cito para que nos tomemos algo.
—Escuché una conversación entre Céline y Yves, que no me gustó nada —Me hace un ademán para que continúe—. Céline agregó una clausula a su herencia.
—Bueno, y ¿no que, no estabas con ella por interés?
—No lo estoy, ya obtuve lo que pedía a cambio, por casarme con ella, pero ahora no dejo de pensar en lo que oí.
—Cuéntame.
—Parece que le aburrió su libertad, porque ahora quiere un hijo, Nicolás, un puto hijo.
—No es para menos, la mayoría de mujeres lo quieren así, ¿no?
—¿En qué época de las cavernas vives? —Una nueva carcajada brota de sus labios— Las mujeres ahora no solo piensan en casarse y tener hijos, algunas prefieren viajar, otras prefieren un perro o un gato, otras libertad e independencia… y la lista continúa, pero un hijo, no es algo que hayamos conversado, no imaginé que era algo que ella quisiera en un futuro.
—Pero por qué te complicas, tu crees que, con su edad, un hijo, ¿sea posible? —Vaya, no lo había pensado.
—No me quiero arriesgar… Puede salir con cualquier estupidez.
—No seas melodramático Gaspard, no creo que ocurra… —Se encoje de hombros—. Además, ya tienes lo que querías de ella.
—Pero ponte a pensar, Nicolás… Todo lo de ella, sería mío, podría expandirme y hacer un Holding jurídico, algo grande —suspiro— ¿¡No ves la oportunidad, en todo esto!?
Nicolás se queda serio por unos minutos, y veo al hombre de negocios y leyes hacerse presente, con la mirada más fría y calculadora, como yo.
—¿Tienes algún plan? —Niego.
—Ideas, tengo muchas, pero un plan… —Niego nuevamente.
Enciendo un cigarrillo, mientras Nicolás vuelve del baño, tiro mi cabeza hacia atrás, relajándome un poco y dejo que los pensamientos me invadan, para ver si se me ocurre alguna cosa.
—¡Lo tengo! —exclama Nicolás, mientras camina a paso rápido hacia nuestra mesa.
—¡Suéltalo! —Se sienta a mi lado y se acerca a mí, apoyando ambos codos sobre la mesa, y me hace un gesto para que me acerque a él.
—¿Y si por alguna razón, ella muere antes de tener ese hijo? —Abro los ojos como platos y me echo hacia atrás; le doy una larga calada a mi cigarrillo y lo apago con furia en el cenicero. Mientras suelto el humo, una sonrisa, se asoma en mis labios.
—¿Tienes algo en mente? —Niega.
—Pero la idea es buena, ¿no?
—Ya pensaré en algo…
Levanto la mano y pido otra ronda de whisky para los dos. Una vez que estos llegan, hacemos un brindis.
—¡Por “Raynaud - Dupont Conseillers”! —Nicolás abre sus ojos como platos.
—¿Lo dices en serio? —cuestiona y asiento.
—¡Salud entonces! —Chocamos nuestros vasos.
(…)
Cuando llego a casa, me encierro en mi despacho y me pongo a revisar algunos casos ya resueltos, por si se me ocurría algo, o recordaba a alguna persona, que me fuera de utilidad, cuando siento dos toques en la puerta.
—¡Pase! —Céline se acerca, melosa, con un camisón casi transparente.
—Buenas noches, mon amour.
—Hola, ma chérie, ya te hacía dormida —Niega.
—Estoy con insomnio…
Camina hacia el escritorio y le da la vuelta. Se pone por detrás de mi, y comienza a masajear mis hombros. Sé lo que intenta hacer, pero no lo conseguirá. No tiene idea, que sólo yo obtendré frutos, de sus intentos. Tiro mi cabeza hacia atrás, mientras ella sigue relajando los músculos de mi cuello y hombros.
—Mmmm… eso se siente bien, chérie.
—¿Te gusta?
—Es muy agradable.
Sus manos bajan por mis hombros con suavidad, mientras acerca su boca al lóbulo de mi oreja, dándole un mordísco.
—¿En qué trabajas, mon amour? —interroga con voz melosa.
«Pensando en cómo acabar con tu vida, ma chérie».
—Tengo una audiencia mañana temprano, y estoy recopilando información.
—Tendrás una semana pesada entonces… —Su voz melosa, nuevamente, y su respiración en mi cuello, intentando sacarme de control, pero sabe que eso no sucede conmigo, tengo mucho autocontrol.
—Así es… —Se da la vuelta y se sienta a horcajadas sobre mí—. ¿Qué haces, chérie?
—Intentando que inicies tu semana, relajado —La tomo de los hombros con firmeza y la miro a los ojos.
—¿No fue suficiente lo de anoche, chérie? —Se ríe coqueta.
—Siempre se puede más… ¿no?
Frunzo el ceño y sabe que eso no es bueno, por lo que da un respingo, pero no la suelto. Me pongo de pie y la hago girar, dejando su espalda apoyada en mi pecho, con sus muñecas restringidas en su espalda, por lo que jadea, ansiosa.
—Limítate a nuestros juegos, cuando sea consensuado, no cuando tú lo quieras, chérie —susurro firme en su oído. Jadea—, ¿me oíste? —Asiente. Le tomo el pelo con mi mano, haciendo que eche hacia atrás su cabeza, apoyándola sobre mi hombro. Su respiración agitada, a la expectativa de que haga algo más. Puedo ver sus pezones erectos, a través de la fina tela— Ahora me dejas trabajar y cierras la puerta, detrás de ti.
Céline da un bufido de frustración y sale a paso rápido de mi despacho, por lo que me vuelvo a sentar, dando un gruñido.
Le doy un nuevo vistazo a los documentos que tenía desparramados sobre el escritorio y de una de las carpetas, se asoma por un costado una tarjeta, la tomo y sonrío complacido.
«¡Ya lo tengo!».