Capítulo: Lealtad

1391 Words
Al día siguiente. Saya no pudo dormir bien, se despertó y su dama estaba ahí. —Ya vamos a arreglarla, le hemos preparado el baño, Lady Saya. Ella asintió, fue con la mujer, se dio un baño con agua tibia, estaba nerviosa, pensaba en sus padres, ¿de verdad vendrían a verla? Lo dudaba. *** Cuando aquel carruaje llegó a la casa de los Sallow. Llamaron a la puerta, y un hombre abrió la puerta. —Llamé a Lord Sallow y su familia, que deben venir con nosotros. Lord Sallow iba bajando la escalera, y supo que se trataba de la tribu Dagda. —¿Qué es lo que quieren? Ya hice lo que han pedido, ¿Qué màs quieren de mí? —¡Es una orden de jefe Savir! Debe venir a compartir de la boda de su hija Lady Saya Sallow. El hombre se puso nervioso. —¿Y qué… que pasa si no asisto? —exclamó nervioso. —Si no asisten, los hemos de llevar por la fuerza. El hombre se asustó, levantó a su esposa y a sus hijos, les ordenó vestirse. —¡No quiero ir a la boda de ese salvaje! El hombre tomó de los cabellos a su esposa con violencia. —¿Olvidas que se casa tu hija? La mujer asintió temblorosa. —Sì, pero… —Pero, nada, si no vamos, ese hombre puede acabarnos. La mujer asintió, llamó a su criada, pidió un buen vestido y se alistó. Cuando subieron al carruaje, por lo menos, la mujer dijo que no era tan malo. *** Savir estaba siendo vestido, estaba nervioso, se mirò al espejo, mirò al guardia privado. —Llama a la curandera. El hombre no se tardó; unos minutos después, la mujer estuvo ahí. El jefe pidió que los dejaran a solas. La mujer hizo una suave reverencia. —Mi jefe, usted ordene y yo obedezco. —Quiero que les des el mismo brebaje que usas a Saya. Los ojos de la mujer se abrieron incrédulos. —¿Habla del té de la luna negra, mi señor? Savir asintió. —Ese mismo. —Pero… quiero decir, mi jefe, ese té impedirá que su futura Morrigan quede encinta, ¿está conforme con eso? —Estoy conforme y es una orden. Te advierto, esto queda entre tú y yo, no debes decirlo a nadie más. Dirás a todos, que le debes dar el té como una vitamina necesaria para que ella se fortalezca. No permitas que las demás damas o Ladies se enteren, estás advertida. La mujer hundió la mirada. —Su deseo es mi orden, jefe, yo obedezco a sus palabras como rezo a mi Dagda. La mujer dio unos pasos atrás sin darle la espalda, luego, cuando él desvió la mirada, ella dio la vuelta y, salió. La mujer caminó por el pasillo, atormentada, no podía creer lo que había escuchado, sus ojos incluso se volvieron llorosos. «Pobre Lady Saya, ¿por qué el gran jefe no quiere un hijo ahora? Quizás pronto la mujer sea una Morrigan rechazada», pensó con tristeza. *** Cuando el carruaje se detuvo, abrió la puerta. Fue Lord Sallow el primero en descender. Luego bajò la madre, ella sonriò al ver el lugar. —¡Mira nada màs, y yo pensé que encontraría carpas y nada màs! Aquí algo de opulencia, querido, ¿no lo crees? El hombre se negó a hablar, hizo bajar a Anika y a su hijo. —Tengo miedo, papá, y si el jefe Savir me odia por el desprecio. El hombre rodó los ojos, cansado. —¿Hay algún instante en que no sientas miedo, Anika? Ya eres toda una mujer, es hora de madurar. Ella hundió la mirada casi en llanto, pero soportó. Byron apareció ante ellos, les hizo una sutil reverencia, pero su mirada era tan severa que parecía odiarlos. Sin embargo, cuando su mirada se fijó en Anika, hubo un ligero brillo en sus ojos que lo hipnotizó. —¡Síganme! —exclamó. Ellos fueron tras èl. Al entrar, Lady Sallow admiró el lugar, no era tan malo, como pensó, aunque si era rústico, tenían oro, brillante, además era un lugar espacioso, digno de un rey verdadero. Los llevaron a una habitación. —Deben esperar aquí, les diremos cuándo será la ceremonia. —¿Puedo ver a mi hija, antes? —Ella vendrá en un momento —dijo Byron y salió de ahí. *** Saya se mirò al espejo, llevaba ese largo vestido de terciopelo de color rojo, con bordados de hilos dorados, y un largo velo de seda dorado. —¿Está lista, Lady Saya? Ella asintió muy despacio y asustada. Llevaba joyas de hierro, oro y piedras preciosas. Bajó la escalera, las damas levantaron el vestido. El corazón de Saya latía demasiado rápido. Byron la vio bajar la escalera, sus ojos se volvieron severos, recordó a su hermana el día de su boda. «¡Es tan injusto que mi hermana murió, junto a su hijo! Ahora una intrusa, del mismo mundo que los hombres que mataron a Maeve, va a sustituirla, no será por mucho tiempo», pensó. —Lady Saya, su familia está en esa habitación. Los ojos de Saya se abrieron enormes, abrieron la puerta y ella entró. Por un instante, cuando vio a su familia, no pudo decir nada, se quedó congelada, recordó lo que vivió por ellos y solo pudo sentir un terrible odio. —¡Hermana! ¡Qué hermosa, hermana! —exclamó Anika, ella quiso abrazarla, pero Saya retrocedió. —¿Nos guardas rencor, aún, Saya? —exclamó su madre—. ¿Y por qué nos has traído, entonces? —Yo no los traje, fue el jefe Savir, quería probarme que nos los mató, y veo que tiene palabras. —Hija. Su padre quiso tocar su rostro, pero ella de nuevo retrocedió. Su padre hundió la mirada, y un par de lágrimas rodaron por sus ojos. —¡Mira lo que haces, Saya! Has hecho llorar a papá. —¿Cómo es que tienes lengua para hablar? Pedazo de basura. —¡Cómo te atreves a hablarle así a un príncipe consorte del rey Kadir! —¡Con el derecho que le da ser una Morrigan! Y mejor será que cierres la boca, o el nuevo príncipe consorte de Kadir I se casará sin lengua —dijo Savir entrando en la habitación, mientras su espada apuntaba a la garganta de Elric. La madre tuvo terror, mientras repetía en su mente que era un salvaje. —jefe, por favor —suplicó Lord Sallow. Savir bajó la espada. —Aquí nadie vendrá a humillar a mi Morrigan. —¿Morrigan? —Mi gran reina, eso significa para mí, y para usted, Lady Sallow —espetó Savir con ojos severos. La mujer bajó la mirada ante esos ojos oscuros y penetrantes. —Ya vinieron aquí, ya pueden irse, como lo prometí, querida, no mataré a tu familia. Los guardias entraron. —Pero… ¿Nos expulsará de la fiesta de mi hija? —exclamó Lady Sallow. Savir esbozó una sonrisa cínica. —¿Qué hija? Esta mujer ya no es màs su hija, es una Hija de Dagda, me pertenece y pertenece a mi tribu, ¿me regalaron a su hija? Perdieron una hija, yo gané a una Morrigan. —¡Tonterías, salvaje! Ustedes nunca serán màs que el reino de Kadir —sentenció la mujer y escupió a los pies. Lord Sallow se asustó igual que sus hijos y Saya, ella tomó el brazo de Savir cuando sintió que explotaría. Susurró: «Por favor» Èl pudo escucharlo, sonriò. —Lady Sallow, yo acabaré con el reinado de Kadir, tomaré su trono y lo haré mío, y su hija será la gran reina, usted podrá verlo desde lejos, porque hasta entonces, Saya Morrigan la odiará y despreciará. La mujer mirò a Saya y al hombre, dio la vuelta y se fue. Lord Sallow dedicó una mirada tierna a su hija, pero al final, terminó yéndose con su familia. Saya soltó el brazo de Savir, había lágrimas en sus ojos. Sintió cómo Savir tomó su rostro. —¡No llores! Una Morrigan, no llora delante de nadie, y ahora tú, serás una. Ella bajó la mirada, tragó saliva y sus lágrimas, asintió, luego tomó su mano, fueron juntos, era la hora de jurar lealtad y amor.
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