Capítulos: No eres como ella

1046 Words
Un guardia ordenó que todos debían agacharse, todos lo hicieron y los guardias pudieron arrestar a quienes eran rebeldes, o al menos eso creyeron. Retiraron ese cuerpo, arrastrándolo, mientras su sangre pintaba todo el camino. Las mujeres estaban horrorizadas, pero los hombres tenían un gesto de asombro. Los guardias abrieron el camino. Savir tomó la mano de Saya y caminaron, mientras todos los veían. Llegaron pronto a estar en medio de la gente, los rodearon en un círculo. La mayoría de las personas tenían las miradas bajas. —¡Tribu Dagda! Los hombres lanzaron un rugido, mientras las mujeres alzaron las manos. —Están aquí reunidos, porque es orden de los ancianos, que su jefe, Savir, despose a una doncella. La gente hizo un ruido extraño con la boca, era un signo de aprobación. —Ella es Saya, sé que se han preguntado el porqué Savir hijo de Dagda ha elegido a una mujer no hija de Dagda. Les contaré exactamente el motivo; hace años, he tenido una visión, y es ampliar nuestro horizonte, la tribu Dagda, no es màs la tribu que necesitaba un pedazo de tierra, la tribu Dagda ha crecido, será màs grande que los países de reyes, màs poderosa, màs fuerte, seremos dignos e independientes, afuera nos verán como lo que siempre fuimos, los guerreros de Dagda, poderosos y tomados en cuenta. Nadie, nunca, podrá intentar invadirnos, otra vez. La gente aplaudió. —Ella es mi prometida, futura Morrigan, y hoy será considerada una auténtica Dagda. Kendra bajó la mirada, sus ojos estaban cubiertos de lágrimas, mientras sus manos eran un puño de rabia. Esa mujer le había robado las esperanzas. Se apartó y solo fue visita por el segundo a mano de Savir, Byron, quien también sentía rabia por esa situación. «Saya, nunca será mejor que tú, Maeve, ella no robará el corazón de Savir, lo prometo, hermana», pensó. *** Pronto subieron al podio, tanto la curandera, como la adivina de la aldea, y Vyra, la gran sacerdotisa de la aldea. Caminó acercándose, su piel, cabellos, cejas, eran blancos casi como la nieve, excepto por sus ojos que se veían de un tenebroso color rojo. La mujer le dio una suave reverencia a Savir. Mirò a la mujer, le pidió la mano. Saya extendió su mano. La mujer puso su mano sobre su palma. —Saya, ¿aceptas ser nueva hija de Dagda, lo que significa abandonar tu sangre y crear una nueva sangre para Dagda? —Sí, acepto. La mujer soltó su mano. Y tomó la mano de Savir, ella tomó una daga, y cortó parte de la mano de Savir. Saya observó, la mujer tomó su mano, y la cortó, Saya mordió sus labios, pero soportó. La sacerdotisa unió sus madres. —Te aceptamos, Saya, ahora eres una Dagda. La gente repitió esas palabras junto con la sacerdotisa por tres veces. La mujer anudó un pañuelo rojo en la mano de Saya y la dirigieron justo a una pequeña fuente que trajeron. La adivina se acercò a ella, tanto que cuando Saya se dio cuenta se angustió. —Veas lo que veas, no grites, no digas nada y no te desmayes, contrólate o te condenarás a muerte. Saya la mirò con miedo, pero esas palabras apenas fueron perceptibles para otros. La sacerdotisa se acercò a Saya, era màs alta que ella y puso su mano en su nuca, ella se estremeció de miedo y lo pudo notar. —Tranquila, solo deberá sumergir su rostro en esta agua sanadora, solo será un segundo, Lady Saya, conserve la respiración, ¿Está lista? —murmuró la mujer. Saya respiró profundo, y la mujer sumergió su rostro. Cuando Saya sintió esa agua sobre su rostro, abrió los ojos, y lo que vio la atormentó. «Era un lugar extraño, en medio de un gran jardín, un tumulto de personas, pero eran tan diferentes, criaturas femeninas con alas, vestimentas de oro y plata, todos apuntando al cielo, y una roca envuelta en fuego que se acercaba. Gritos estruendosos, gente llorando y después, un silbido, silencio y oscuridad» Saya fue elevada, respiró cuando no estuvo en el agua. Mirò a todos lados, pero la mirada de la adivina la calmó, se quedó callada, y su dama secó su rostro con un pañuelo. —Bienvenida a la tribu Dagda, Lady Saya. La gente aplaudió, Saya sonriò, màs por nervios que convicción. Luego, Savir tomó su mano, ambos hondearon sus manos, y caminaron lejos de ahí. Saya aún mirò el rastro de sangre sobre el suelo, subió de vuelta al carruaje, y la llevaron al castillo de piedra. Al llegar al castillo fue a su habitación, su cuerpo temblaba y sentía miedo, pidió que la dejaran sola. Pero, la llamaron diciendo que el jefe la buscaba. Saya caminó hasta ahí, pero vio del otro extremo del pasillo a Kendra. Eso solo le recordó la noche que lo vio besándolo, sintió asco y entró a la gran habitación real. Saya hizo una reverencia. Savir la mirò, sentado sobre su silla. —Lo hiciste bien, traeré a tus padres y hermanos, si quieren venir, eso espero. Los ojos de Saya se iluminaron. —Gracias… pero, si solo pudiera venir papá, sería bien. —¿No quieres a tu madre y hermanos? Es una lástima, Saya, vendrán. Ella asintió. Él la mirò de arriba abajo, por un instante sintió que su mirada la traspasaba. —Ve a descansar, mañana a esta hora serás mi esposa. Ella asintió. Dio la vuelta, pero la detuvo. —Pero, Saya, debo advertirte algo, ser mi esposa, no te vuelve especial, ni siquiera por ser Morrigan, mi amor y lealtad solo le pertenecen a una mujer y es Maeve. Saya frunció el ceño. —¿Y dónde está? Él hundió la mirada. Saya tragó saliva. —¿Eso significa que no tendré su lealtad, jefe? Èl la mirò fijamente, sus ojos estaban rojos. —Mi lealtad la tendrás, pero de mi amor, solo serás una sustituta más. Savir vio como sus palabras dolieron, ella tragó para no llorar, asintió despacio, dio la vuelta y se fue. Las lágrimas cayeron por el rostro de Saya al salir, ahora conocía a lo que debía atenerse. «No me extraña ser una sustituta, lo he sido toda mi vida», pensó.
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