Capítulo: Exiliada

1629 Words
—¡Sí! Seré parte de la rebelión contra Savir, quiero que caiga, ¡él no merece ser el jefe! —sentenció Byron. —¡Tú serás el nuevo jefe, Byron! —exclamó Byle. Byron abrió ojos gigantes, de pronto se sintió poderoso, de pronto se sintió respetado. El hombre salió de ahí, prometieron reunirse. Los hombres miraron al anciano. —¿Él será el nuevo jefe? El viejo sonriò. —Al perro, entre màs lo acaricies, màs leal se vuelve, pero luego, cuando le clavas la estaca, no es capaz de ver, dejémoslo así. Los hombres rieron de Byron. *** Savir estaba con la curandera y la Bruix. —¿Cómo está? —Está en perfecto estado de salud, ahora, jefe, creo que fue una conmoción, pero Morrigan está mejor. Savir la mirò con ojos pequeños y recelosos, hizo que se fuera, y la dejó con la Bruix, quien estaba muy asustada. Ella hundió la mirada. —Gran jefe… —¿Cómo está? —Hay algo en ella que no está bien, pero no sé qué es, pienso que, si me deja llevarle con Gaya Makya. —¡Ni se te ocurra! —gritó—. ¿Cómo puedes pedirme eso? —jefe —dijo la mujer hundiendo la mirada al suelo—. Hace tiempo, yo lo llevé ahí… —¡Nunca vuelvas a repetirlo o perderás la cabeza! Vete de aquí, si mi esposa necesita algo, incluso llamará a la sacerdotisa, pero no te quiero volver a ver aquí. La mujer asintió y salió apurada. Savir se sentó en su silla de jefe. Lanzó un suspiro, cerró los ojos, los recuerdos solían venir, sin que èl pudiera detenerlos por màs que luchaba. «Flashback: Cinco años atrás. Gritaba y berreaba como un cachorro herido. Llevó a su hijo a su cuna. —Traeré ayuda, mi amor, juro que lo haré, te salvaré, a ti y a mamá. Cargó a Maeve, quien estaba herida; su cuerpo sangraba, pero ya no tenìa vida. La dejó en la cama, la cubrió con mantas. Limpió sus lágrimas, maldijo tres veces y salió. El infierno seguía ahí, los hombres lloraban, observando a sus mujeres rotas, heridas, mancilladas y destrozadas, bebés y niños muertos, ancianos también, olor a azufre a sangre y vino. Savir observó ese medallón de oro, lo levantó, tenìa una firma «Rey Kadir I» El odio le hizo arder hasta las entrañas. Corrió como si lo persiguieran, y encontró a la adivina, en aquel entonces, una jovencita dos años menor a Maeve. —¡¿Dónde está tu madre?! La chica lloraba, asustada. —¡Llévame a dónde está Gaya! La joven obedeció, corrieron por el bosque, hasta la orilla, y se adentraron un poco màs, hasta ver una casa de campaña. La mujer estaba ahí, rezaba y lloraba. —Imma Gaya. La mujer detuvo su oración y mirò al hombre. —¿Qué haces aquí? Savir se acercó tomando la mano de la joven. —Quiero revertir esto, sé que eres un Bruix, sé que tienes poderes y esas cosas que no podemos ver todos, habla con Dagda o con quien sea, revierte esto, ¡que me devuelvan a mi esposa e hijo! ¡Que me devuelvan a mi tribu! —dijo con la voz rota. —Lo hecho está hecho, no se puede deshacer, es el destino. Savir tomó su daga, apuntó a la hija de la mujer. —¡Mataré a tu hija! La mataré sin piedad, obedece o la mataré. La mujer sonriò. —¡Mátala! Verás, si debe morir, morirá, si debe vivir, vivirá. Savir rompió en llanto, su mano tembló, no pudo hacerlo. Esa niña era inocente, ni a su madre le importaba, pero la niña no parecía herida, en cambio, tocó su hombro. —¿Imma Gaya, no podemos ayudarlo? La mujer que caminaba de un lado a otro se detuvo, les mirò. —He soñado con esto unas mil veces, y en ninguna salió bien, tú me suplicas, èl llora, nos conmovemos y lo hacemos. Le doy lo que quiere, y nada vuelve a ser como antes. La felicidad se ha ido, no volverá. Savir hijo de Dagda, la tristeza se irá y serás feliz de nuevo, pero si lo cambió, si lo cambió, si algo haces mal, solo añadirás una vida màs de dolor a tu karma. ¿Quieres eso? —¡Quiero a Maeve, quiero a mi bebé de vuelta! Savir se arrodilló ante ella. —¡Por favor, ten piedad! Dagda te dio poder, Dagda puede ayudarme. —Tu Dagda no existe, no es como tú lo crees. Savir la mirò incrédulo, dolido. La mujer sonriò. Respiró profundo. —Por màs que luches por cambiar el destino, te lanzará hacia el mismo, Savir, ya vienen en dos noches. —¿Qué? —El ejército de Kadir vendrá en dos noches, y nos matará a todos, a ti, a mi, y al reino de Hang, es el destino de Kadir I ser dueño de todas las tierras, ser el gran Kadir. —¡Nunca! —Bueno, hay a alguien a quien puedes invocar. —¿A quién? —Se llama Bákala» Savir volvió a la realidad, cuando Byron entró e hizo una reverencia. —¿Cómo sigue Saya Morrigan? —Mejor, cada vez mejor. Es hora de dormir, te veré mañana. Savir se detuvo. —¿Todo está bien? —Pensaba. —¿En qué? —Aquel día, ¿por qué todos los hombres fuertes fuimos a la fiesta de caza? ¿No sueles pensar en que, si nos hubiésemos quedado, nuestra gente aún estaría aquí? Savir hizo de sus manos un puño; esas preguntas dolían. —Aprendí algo de Lady Lynn, que hubiera no existe. Savir salió de ahí. Fue a la habitación, cuando entró. Saya estaba sentada en la orilla de la cama, mirò al hombre. —Lo siento, jefe, no debí invadir su privacidad, lo siento mucho. Savir mirò su rostro, aún se veía pálida. —¿Por qué me seguiste? —Sentí que algo me llamaba a ese lugar, ¿ella está ahí? La mujer del retrato… —No hables de ella. Sus miradas se encontraron, y Saya se levantó. —Ella es su gran amor, ¿verdad? Savir no respondió. —Está bien, entiendo, soy la sustituta de su amor, no me importa, no volveré a intervenir en sus asuntos. —Más te vale. Savir mirò sus ojos, había un rastro de desprecio. Saya se recostó en la cama, se giró, y se negó a mirarle. Savir se cambió la ropa, y se metió en la cama, se giró al lado contrario y ninguno dijo nada. *** Al día siguiente. Saya fue con Lady Lynn, caminaron por el jardín luego del desayuno. —La noche de Beltani es especial, esa noche las estrellas envían energía a las mujeres para que conciban guerreros fuertes y mujeres fértiles, y a los hombres les bendicen con fertilidad, es por eso por lo que separamos a hombres y mujeres, hacemos un campamento, donde durante los tres días dormimos a la intemperie, para recibir la gran energía. —Suena bastante peculiar. —Saya Morrigan, esta vez le toca hacer el ritual, le explicaré sobre esto. Cuando la mujer lo hizo, Saya estaba perpleja de las costumbres Dagda, pero al mismo tiempo, sentía que le pertenecían. Más tarde, la pusieron a seleccionar telas para confeccionar los vestidos de novias de las concubinas. —Kendra también debe ir con las concubinas. Incluso Lady Lynn se extrañó. —Saya Morrigan, no creo que sea prudente, debemos pensar en un mejor destino para Kendra. Saya frunció el ceño. —¿Por qué no? Lady Lynn se puso nerviosa y mirò a Erea. —Explícalo, mujer. —Saya Morrigan, Kendra ya no es una mujer virtuosa, no podría obtener un matrimonio. Saya hundió la mirada, solo imaginar a Savir con Kendra la hizo sentir celos. —Entonces, ¿qué sugieren? —Sugiero, querida Morrigan, enviarla como criada de la sacerdotisa. Saya estuvo de acuerdo, después de todo, la mujer no perdería su estatus actual, seguiría siendo una criada, además, pagaría por el daño hecho, porque Saya no olvidaba que una vez quiso que la mataran. *** La criada màs fiel de Kendra, escuchó aquello, corrió a subir las escaleras y entró a esa habitación. —¡Kendra! ¡Kendra! La mujer la mirò, aturdida, mientras comía unas fresas sentadas en su cama. —¿Qué sucede? —¡Han ordenado que seas enviada como criada de la sacerdotisa, la gran Morrigan te va a desterrar! Kendra entró en pánico, se enfureció, y luego, salió corriendo de ahí. Esperó afuera de la habitación real, y cuando lo vio salir, rompió en llanto. —¡jefe! No me destierre. ¿Acaso no lo hice feliz? —exclamó—. Si no lo hice, prefiero la muerte. —¿De qué hablas, mujer? Byron estaba al lado de Savir. —Saya Morrigan ha ordenado mi expulsión, me enviará con la sacerdotisa, dice que no puedo anhelar un matrimonio, usted me desvirgó, entonces, ya no valgo nada como mujer, pero yo lo amó, mi gran jefe, una palabra suya puede salvarme, por favor, no quiero ir con la sacerdotisa, quiero tener hijos, quiere ser solo suya. Byron estaba furioso, se había prendado de Kendra desde aquella noche que también fue suya, y odiaba verla relegada a ese papel barato. «Cuando sea el jefe, ella será mi Morrigan. Haré que Saya sea criada de la sacerdotisa», pensó. Savir se quedó pensativo, ordenó que la mujer volviera a sus aposentos. —¿Qué hará, jefe? ¿Acaso una Morrigan puede tener màs autoridad que el gran jefe? Savir lo ignoró, fue a su habitación y ordenó que llamaran a Saya Morrigan.
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