Capítulo: Escape

994 Words
Saya, iba a decir algo màs, pero fue interrumpida. —Saya Morrigan, la sacerdotisa, la busca. Saya se despidió de la adivina, y ella se marchó. Estaba arrepentida de lo que dijo, pero ahora, no podía hacer nada. Cuando Saya entró, la sacerdotisa le indicó que Kendra no vendría con ella. —¿Qué? Saya fue a ver a Savir. —¿Por qué Kendra permanece aquí? —Kendra se casará con Byron. Saya se quedó perpleja, todo imaginó, menos eso. —¿Y está de acuerdo? —Lo estoy, solo quiero que Byron sea feliz, y Kendra también. Saya, no dijo màs, solo asintió. Al día siguiente. Cuando iban a comenzar los preparativos para la noche de Beltani. Saya recibió esa nueva carta, y Byron se la dio. Ella la leyó, sus manos se volvieron nerviosas, estaba asustada. «¡Mamá, me necesita con urgencia! ¿Qué puedo hacer? Si falló, ¿y si son asesinados por Kadir? ¿No sería acaso eso una ironía? Vine aquí a salvar a mi familia», pensó. Entró en la habitación y encontró a Savir, èl estaba revisando unos mapas, los guardias les dejaron solos. —¿Saya? Ella caminó hacia èl, y de pronto cayó de rodillas. —¡Se lo suplico, por favor, déjenme ir a la boda de mis hermanos! Es imperativo estar ahí, por favor, solo será una noche. Volveré, ¡lo juro! Savir la miró con ojos feroces, lanzó el mapa lejos de ahí, igual que la mesa, asustándola, hasta hacer que retrocediera. —¡No irás a ningún lado! No te atrevas a desobedecerme, Saya Morrigan, ¡me perteneces! No voy a permitir que Kadir use a mi mujer como moneda de cambio. Saya tuvo mucho miedo del hombre, a veces, tenìa esas explosiones viscerales, y ella tenìa miedo. Limpió sus lágrimas y se levantó. —Ahora lo veo, usted es implacable, nadie puede pedirle un favor, gracias por nada. Savir le mirò con rabia. —¡No te olvides de quién soy, Saya! Saya volvió la mirada, hizo una reverencia y salió de ahí. Más tarde, tuvo que partir con las mujeres de la tribu; debían ir al lado del bosque, mientras los hombres iban al lado opuesto por la playa. Byron y Kendra hablaron. —Entonces, ¿crees que vaya? —Claro que irá, estoy segura de eso, Byron, pídame lo que sea. —Si ella se va, ve con los guardias, envíame un mensajero, urgente, saben que, si les das la orden de enviar un mensaje, lo traerán. Te aseguro que, si lo hace, será la Morrigan màs breve de la historia. Ambos rieron. *** Más tarde, las mujeres fueron al campamento. Saya iba delante de todas ellas, y solo las acompañaban unos diez hombres de guardias, que no tenían derecho a estar cerca de ellas, ya que las mujeres se bañarían en el río. Saya no dejaba de pensar en su madre, sabía que ella no la quería, no como a sus otros hijos, pero la sola idea de dejarla desamparada estrujaba su corazón. Al llegar al campamento, comenzó la primera ceremonia. La sacerdotisa hizo un ritual en nombre de Dagda, bajo la luz de la luna, encendieron fogatas, y rezaron oraciones que Saya nunca escuchó, todo para recibir el poder de la luna, para la fertilidad, para el amor, y la paz. Al día siguiente. Las mujeres fueron a bañarse en el río. Saya estaba ansiosa, faltaban varias horas para la boda de su hermana, observó a Erea, quien presentía que algo sucedía con ella. —¿Sucede algo, mi Morrigan? —¿Erea, puedo confiar en ti? La mujer alzó la mano. —Lo juro por Dagda, soy fiel a usted. —¿Màs fiel que al mismo jefe Savir? La mujer se quedó perpleja. Asintió muy despacio. —Entonces, ayúdame, necesito irme de aquí, necesito ir a mi casa, o van a matar a mi familia. La mujer le mirò temerosa. —Pero… ¿Cómo? Saya la mirò fijamente, ella tenìa un plan. *** Minutos después, Erea salió de la tienda de campaña, exclamó a todas las mujeres. —¡Saya Morrigan se siente enferma! Debo ir por su medicamento especial al campamento. —La curandera puede darle uno nuevo. —No puedo, todas las hierbas están en el castillo, será mejor que la traigan aquí —dijo la curandera. Erea respiró al escuchar eso. —Iré yo. —¿Por qué no van los guardias? —preguntó Lady Lynn. —¡No! No hay nadie en el castillo, y Morrigan quiere que lo haga yo, ya que soy de su entera confianza. Además, ha sido explícita, no quiere que nadie la moleste en su condición. Lady Lynn estaba sorprendida, pero asintió. —Dejemos a la Morrigan descansar, no debe sentirse bien. Anda, Erea, apúrate, te prestarán un caballo los guardias, pero ve con cuidado. La mujer asintió. Kendra persiguió a Erea. —Quiero ver a la Morrigan, ahora —dijo con voz severa. Erea la observó. —Ella no quiere ver a nadie, es una orden de Saya Morrigan no ver a nadie, y si alguien se atreve a molestarla, enviará a cortarle la cabeza; está sufriendo de mucho dolor y no quiere molestias. Kendra se quedó quieta, vio a la mujer entrar a la tienda. «Algo están haciendo, esa mujer no ha enfermado, irá rumbo a Green Field», pensó. Kendra no se fue lejos de ahí, se escondió sin ser vista. Esperó un tiempo prudente, entonces vio salir a una mujer, con un pañuelo oscuro sobre su cabeza, cubría todo su rostro, incluso tenìa una tela transparente sobre los ojos, ella no podía distinguir el color. La vio subir a un caballo que habían traído los guardias. Kendra persiguió el caballo, pero fue inútil ir màs allá. Sin embargo, tuvo algo claro. «El camino que tomó no va rumbo a la tribu Dagda. Estás acabada, Saya Morrigan», pensó con una gran sonrisa.
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