Capítulo: Banquete de deseos impuros.

1312 Words
Cuando Saya llegó a casa, bajó del caballo, y entró en la propiedad, su madre la observaba desde el balcón. —¡Saya! ¡Oh, Saya! ¡Querida! —exclamó su madre, la mujer bajó a toda prisa. Saya estaba nerviosa, no se sentía feliz de estar ahí, sintió como si hubiese tomado una mala decisión, pero eran sus padres, ellos le dieron la vida. La idea de verlos morir era terrible en su corazón. Entró a casa y su madre la abrazó. —¡Mi hija bella, volvió! ¡Traigan el vestido hermoso que compré a mi hija! Qué harapos, hija, no te preocupes, te vestiré. —Apenas esto acabé, me iré, madre, debo volver con mi esposo. La mujer la abrazó y besó su frente; estaba agradecida de que estuviera ahí. Lord Sallow observó a su hija y la abrazó. —Gracias, hija, gracias por estar aquí, a pesar de todo. Saya, no pudo decir nada. Fue a vestirse para la boda. *** Lejos de ahí, Kendra planeaba su desgracia, fue a su tienda de acampar, escribió en un pergamino y corrió a llevárselo. —¡Necesito un guardia para Byron! Un hombre dio un paso al frente. —Yo, señorita, tengo una misión para èl. Se apartaron de los guardias, y la mujer le mostró el pergamino. —¡Haz que llegue solo a èl, ahora mismo! Dile que es urgente. El hombre obedeció y fue corriendo. «Estás acabada, sustituta, es tu día de perder. Si esa mujer es acusada de traición y muere, entonces. *** Cuando el carruaje llegó al castillo, fueron recibidos por los guardias, quienes ayudaron a bajar, y les dirigieron hacia la iglesia del lugar. —Este lugar es màs hermoso que tu palacio… —No vine a compararlo, madre, no me importa si mi palacio es pequeño o si fuese una tienda de campaña, me gusta mi palacio y punto. La madre se quedó perpleja, no dijo nada màs. Sonrió fingiendo, y mientras la gente de la sociedad los veía llegar, les saludaron. —Al fin, su querida Saya está bien de salud, ya solo falta ella de que se case, Lady Sallow, usted sí que ha tenido buena suerte, dos hijos casados y príncipes, serán de la realeza. La mujer sonriò. Lady Sallow estaba tan orgullosa como un pavo real. Saya no se sintió tan fuera de lugar, solo quería estar fuera de ese lugar muy pronto. *** Pronto comenzó la boda. Saya se dio cuenta de que su hermana estaba casándose con un niño. Pensó en su marido, èl era el doble de su edad, pero ciertamente, no podía decirse que èl fuera como su padre. Sin embargo, para Saya la diferencia de edad entre Anika y el príncipe heredero, se notaba abismal. «Espero que Anika resista esto», pensó. Saya también notó a la princesa real llorar casi toda la boda. Luego de que fueron declarados marido y mujer por la ley de Dios, todos fueron hasta el gran salón para que comenzara la fiesta real. Saya y sus padres fueron a felicitar a Anika y a Elric. Anika abrazó a su hermana. —¡Viniste! Gracias, hermanita. —Espero que estés feliz. Saya sonriò. —¿Tú eres feliz? Saya asintió. —Lo soy. Saya saludó a todos, luego volvió a la mesa, necesitó un poco de aire, comenzaba a llegar la noche, y ya quería volver. Debía hacerlo antes del amanecer, y mientras los guardias no la vieran, pero tuvo miedo. —¡No quiero, madre! Por favor, no me hagas esto, no quiero dormir con ese hombre, ¡me da asco! Él me secuestró por su capricho, él abusó de mí. —¡Basta, Vera! Tienes que hacerlo, es la orden de tu padre, no hay nada que hacer. Si ese hombre ya te tocó, ahora le perteneces. —Saya escuchó eso, y cuando la reina la vio, se puso furiosa, las damas percibieron a la mujer, y se asustaron. La reina Marah fue hasta ella. —¡¿Qué haces?! ¿Por qué estás escuchando conversaciones ajenas? ¿Quién te has creído? —¡Lo siento! —exclamó Saya haciendo una reverencia. —¡Llévense a la mujer al calabozo, que le den cien azotes para que aprenda a no escuchar conversaciones ajenas…! Los guardias se acercaron. —¡Dejen a la mujer en paz! Aquí la única orden que se da es la mía. Los guardias hicieron una reverencia, y Saya también y la misma reina juntos a sus damas e hija. —Lady Saya, sea bienvenida, por favor, vuelva al salón. Saya asintió y fue hasta ahí, su corazón aún latía con miedo. Las damas se alejaron igual que los guardias, y Vera también se alejó. —¿Por qué me desautorizó? ¿Es la dama con la que dormirá esta noche? El hombre sonriò, pellizcó la mejilla de la reina. —No, con ella no dormiré, no por ahora. No te metas con ella, y deja de hacer el camino tortuoso, ya tuve suficiente de ti. El rey la soltó, la reina tocó sus mejillas adoloridas, casi sollozó. El rey Kadir se alejó de ella. Saya quería marcharse, pero fue tarde para decir que se iba, cuando el rey llegó a ella. —Lady Saya, concédame el honor de un baile. Ella se puso nerviosa, hizo una reverencia, no podía negarse, pero recordó a Savir: si èl supiera, seguro la odiaría. Tuvo que aceptar, o no saldría con vida. Bailaron al compás de la música. —Me dijeron que estuvo enferma, Lady Saya, espero que su salud sea buena ahora. La mujer estaba nerviosa, asintió. —Estoy mejor ahora. El hombre sonriò. —Disculpe a la reina, es un poco torpe. Me eligieron a una reina sin valor, pero lo arreglaré. Saya le mirò curiosa, pero guardó silencio, no debí hablar de màs. —Yo merezco a una mejor reina, ¿no lo cree? Saya titubeó. —La reina parece amarlo, después de todo es la reina. El hombre sonriò. —Pero, yo necesito algo mejor, y estoy seguro de que eso está por llegar, ¿no lo cree? De pronto sintió que el hombre la tomó de la mano con màs fuerza, algo había en ese hombre, algo que no le gustaba, y de pronto, una de esas escenas extrañas vino a su mente. «Saya se vio así misma en esa habitación oscura, estaba atada a la cama, totalmente desnuda, sintió la fuerza de ese cuerpo sobre el suyo, lo que le hacían era impúdico, era horrible para una dama». ¡Y era ese hombre! —¡Eres mía, Saya! Solo mía. Ella lloraba y gritaba. —¡Savir! —exclamó atormentada» Saya volvió al ahora, su mirada era inquietante, y su corazón latía muy rápido. —¿Lady Saya? ¿Está bien? Se ha puesto pálida —dijo tocando su rostro—, y ella se alejó como si èl quemara. —Lo siento… yo… me he sentido mal. El hombre tomó su mano y la llevó a un lado con sus padres. —Lleven a su hija con mi curandero, èl va a sanarla. El rey tomó a una la mano de Saya y ella solo quería alejarlo. —Se curará, Lady Saya, lo aseguro —el rey mirò a Lady Sallow—. Venga conmigo, ahora mismo, Lady Sallow, debo hablar un momento con usted. Saya estaba rebasada. —Debo irme con mi esposo, padre. —Hija… —Hice mucho en venir aquí. El hombre asintió, dijo que la enviaría en el carruaje, y ambos salieron de ahí. *** Lady Sallow estaba con el rey, estaba muy nerviosa, pero se controlaba. —Lady Sallow, tomé una decisión; en un futuro, me casaré con Lady Saya. Los ojos de la mujer casi salían de sus órbitas al escuchar al rey decir eso.

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