KATRINA
De todas las posibles cosas que pasaron por mi mente, jamás se me ocurrió nada de lo que me encontraba a punto de ver. En verdad pensé que llegaría con algún tipo de látigo e instrucciones de lo que tendría que hacer, como comportarme, si podría hablar; pero en cuanto la música llegó a mis oídos y comenzó a moverse de esa forma tan espectacular, no pude, sino únicamente observar cada movimiento.
Después se acercó a mí de esa manera tan… sensual, supuse que ahí daría inicio para pasar al siguiente nivel, pero no, ni siquiera me dejo tocarlo, y es lo que más ansiaba hacer.
Ya casi cuando la canción se encontraba en sus últimos segundos, se arrancó el jodido pantalón de golpe y su enorme, gorda y venosa polla salto y apunto directamente a mí; no pude evitar mirarla y pensar en lo bien que se sentiría en mi boca y en mi coño, aun mucho mejor.
No podía esperar un minuto más, lo necesitaba ya sobre mí, aunque primero tendría que tenerlo en mi boca y probar cada gota que de esa asombrosa polla escurriera, considere que se negaría a obedecerme cuando lo llame con el dedo; sin embargo, me sorprendió, camino unos cuantos pasos y se detuvo.
Por su puesto que no desaprovecharía esa grandiosa oportunidad, por eso me hinque delante de él, e inicie sacando mi lengua, pasándola por la punta de su polla, estoy segura de que apenas entrara la mitad en mi boca, pero sin duda alguna lo haré gozar, a como dé lugar.
Después de unos cuantos minutos de haber jugado con su falo, supuse que finalmente ya lo tendría dentro de mí, no obstante, me equivoque; me pidió que me recostara y que abriera mis piernas aún más de lo que hace solo un rato las tenía.
Me tomo del pie y dejando pequeños besos desde la punta de este fue subiendo lentamente; en el momento que se acercó a la parte interna de mi pierna, la humedad de su lengua hizo estragos en mi entrepierna, ¡por Dios!, sé que lo está haciendo a propósito, pero ya no soporto más esta espera.
Una vez que llegó a mi coño y sentí su lengua en los bordes, me dejé ir como gorda en tobogán. Si mal no recuerdo, nadie, nunca jamás me había hecho gemir así de alto, creo que hasta le arranque unos cuantos cabellos, en realidad se los arranque, puesto que me quede con algunos de ellos en la mano, no quería que se moviera un solo centímetro de donde se encontraba ahora mismo. Obviamente, mis caderas iniciaron un vaivén, más tarde tome su mano y la coloque sobre mi clítoris, precisaba con urgencia mi liberación, y la verdad es que la mayoría de los hombres solo tocan por tocar sin en realidad saber cómo hacerlo.
Después de mostrarle como quería que me tocara lo deje solo, aunque más tarde me sorprendería al hacerlo de una manera realmente única y fascinante. De pronto quito su lengua de mi coño, quise reclamar, pero enseguida, me empalo.
Ahora, con el movimiento de uno solo de sus dedos y su polla enterrada en lo más hondo de mi ser, me sentí mucho mejor, así que mientras él me complacía, yo moví mis caderas para que él no hiciera todo el trabajo.
—¡Sigue así, no pares! —me encontraba a nada de explotar y esperaba que en esta ocasión no se detuviera, ni aunque fuera el fin del mundo, mis gemidos se convirtieron en casi gritos, un calambre empezó a recorrerme desde la punta de mis pies hasta llegar a mi entrepierna, Elliot también acelero su movimiento y termino unos instantes después de mí.
Por lo cansado que se encontraba se derrumbó sobre mí, lentamente comencé a sentir como su polla se ablandaba dentro de mí, yo por lo general, en cuanto terminaba de follar, me vestía rápidamente para irme cuanto antes del lugar o echar al tipo de mi cama; sin embargo, en esta ocasión, no tenía la mínima fuerza de mover un solo músculo de mi generoso cuerpo. Por eso me quedé recostada, ni fue sino hasta que Elliot se recostó a mi lado que remate con una frase que jamás considere decir alguna vez.
—Es lo mejor que he vivido hasta ahora —sentí como Elliot me observaba, a pesar de mantener los ojos cerrados, me moría de sueño y por más que trate de mantenerlos abiertos, el cansancio me venció.
Ya por la mañana, trate de moverme, pero al parecer alguien se hallaba sobre mí. Me encontraba a punto de darle un codazo, cuando recordé donde y con quien me encontraba, sonreí para mis adentros al recordar la noche que pase junto a Elliot, de solo recordarlo mi centro se volvió a humedecer.
Me removí un poco y Elliot abrió los ojos, ambos nos miramos, sin saber que decir; después sonrió y se acercó para besarme, obviamente le correspondí, este hombre es todo un sueño y tiene muchas cualidades que quiero descubrir.
—¿Cómo amaneciste? —sonreí ampliamente.
—Demasiado bien, diría yo.
—¿Te gustó la sorpresa de anoche? —esta vez reí un poco.
—Me encanto —me senté— la verdad es que jamás creí que fueras a hacer algo como lo que hiciste anoche, pero déjame decirte que fue todo un verdadero espectáculo. ¿Dónde aprendiste a moverte así?
—Te lo contaré otro día, con más calma, recuerda que hoy tienen una cita todas ustedes.
—Sí, lo recuerdo —me levanté y me dirigí hacia el baño— ¿me acompañarás? —sonreí de medio lado y Elliot se levantó rápidamente.
—Quizá tardemos un poco en llegar —se a lo que se refiere y la verdad, no me importa llegar unos cuantos minutos tarde, con tal de estar con este hombre nuevamente.
Aún faltaba la sorpresa que le teníamos a Ev, así que trataré que este encuentro sea rápido, pero siempre y cuando lo disfrute como la noche anterior.
En cuanto estuvimos listos, Elliot manejo directo a la mansión de Alex, donde me encontraría con las demás chicas. Sé que hablaremos de lo de anoche, me muero de ganas por contarles lo que Elliot se atrevió a hacer y la noche tan placentera que pase a su lado.
—¿Puedo pedirte un grandísimo favor Kat? —lo miré con la ceja alzada.
—Sí, claro, ¿de qué se trata?
—Sé que todas ustedes hablaran sobre absolutamente todo, pero si pudieras omitir lo del baile, te lo agradecería muchísimo —¿será que se arrepintió de haberlo hecho?, debió haber notado mi confusión, porque de inmediato me aclaró todo— por favor, no pienses cosas que no son, solo es algo que deseo mantener entre nosotros —sonreí al escuchar sus palabras.
—De acuerdo, seré una tumba.
—Gracias, y en cuanto a lo demás —, sonrió lobuno— puedes explicarles cómo es que es lo mejor que has vivido hasta ahora —hablo burlón, ahora recuerdo mis palabras, me avergoncé y reí— puedes explicarles como es que me pedías que no parara y todo lo que te hice sentir —esta vez, habló con demasiado orgullo.
—No seas idiota Elliot, solo lo dije para no herir tu ego — hablé con burla, aunque obviamente no lo decía en serio— además ya me encontraba muy cansada y… —dio un volantazo para estacionarse.
Me tomo de la cara con su enorme mano, me beso rápido y me mordió al final como una forma de castigo.
—Sé que lo dices solo para hacerme rabiar, pero no lo lograras, ahora será mejor que guardes muy bien nuestro secreto o…
—¿O qué? —pregunte, retándolo.
—O sufrirás las consecuencias de tu insubordinación y ten por seguro que no te gustara para nada lo que tengo en mente —de este hombre podría esperar cualquier cosa, podría contarles a las chicas, sé que no me echarían de cabeza, pero aun así no quería sufrir las consecuencias.
Tomo de nueva vuelta el volante y ninguno de los dos volvió a mencionar nada sobre el asunto. Cuando llegamos, los demás también empezaron a llegar, al parecer se habían puesto de acuerdo. Todas nos observamos con complicidad y una sonrisa de oreja a oreja. En cuanto entramos, al parecer ya estaba todo en la mesa y Evangeline finalmente se enteró de que Anne y yo nos quedaríamos a vivir definitivamente en Nueva York.