Rompiendo el contacto visual, Paris volvió a disculparse. —De verdad lo siento —dijo ella frunciendo el ceño preocupada, pensando que quizá tendría que comprarle una nueva camisa.
—Da igual, iré a secarme —respondió él con la voz mas calmada, lo cual sorprendió a Paris, pues hasta hace unos segundos parecía estar molesto.
—Déjame ayudarte —replicó Paris y él no se negó. Ambos caminaron hasta el baño de hombres, que por fortuna no estaba ocupado. De inmediato, Paris comenzó a tomar varias toallas de papel que salían del dispensador en la pared, acomodó su cabello detrás de su oreja y comenzó a secar el cuerpo de aquel sujeto del cual aún no sabía nada.
—Es inútil, hacer eso no quitará la mancha —dijo el comenzando a retirarse el saco, lo colocó sobre el lavamanos y procedió a desabotonar su camisa.
Paris presionó sus dientes de forma inconsciente cuando el hombre desnudó la mitad de su cuerpo, todo su torso estaba expuesto, los músculos de sus brazos eran aún más impresionante de lo que Paris había observado cuando estuvo en la fila y sus pectorales eran grandes y ni hablar de su abdomen perfectamente esculpido y firme.
—¡Ay, Dios! —dijo ella al contemplarlo, Paris jamás había visto un hombre con tan poca ropa y pensó que este era perfecto.
—Podría ser, pero prefiero que me llamen Sebastián —declaró él, con su voz gruesa, mostrando una sonrisa traviesa, lo estaba disfrutando.
Sebastián estaba molesto antes de aquel encuentro con Paris, pues otra mujer le había arrojado su bebida en el saco de forma intencional y cuando Paris volvió a ensuciarlo, su enojo aumentó, no obstante, cuando observó los ojos grises de la joven y su gesto avergonzado, su enojo desapareció, ella no lo había hecho apropósito y, además, su comportamiento le pareció tan seductor, como inocente.
Paris cambió de inmediato su gesto al escuchar el tono burlón que “Sebastián” como dijo llamarse, había usado y frunció el ceño.
—Lo que ocurrió fue un accidente, así que no toleraré que te burles de mi —manifestó viéndolo fijamente a los ojos, Paris podría ser inocente, pero jamás dejaba que nadie se burlara de ella, por la razón que fuera y esa sonrisa que vio en los labios de él, a ella le pareció una burla hacía ella.
—¿Cuál es tu nombre? —preguntó Sebastián con curiosidad, su noche no había sido del todo agradable, pero justo ahora parecía más amena. Paris lo dudó por unos segundos, pero después respondió:
—Me llamo Paris —informó elevando el mentón, enfocándose en sus ojos, para no ver la desnudez de su torso.
—De acuerdo Paris, no me estaba burlando de ti —declaró Sebastián sin desprender la mirada de la de ella—, además yo soy el afectado, soy yo quien debería estar indignado —sentenció arqueando una ceja. Paris volvió a romper el contacto visual y le arrebató la camisa de las manos, para darse vuelta y comenzar a lavarla en el lavamanos. Sebastián se colocó tras de ella con toda la intensión de ponerla nerviosa pues disfrutaba del sonrojo en sus mejillas.
Paris restregó la prenda con sus manos, pero la mancha que había dejado el mojito no desaparecía. Se sentía preocupada y ni siquiera era por tener que pagarla, podría darle todo lo que había ganado en el casino de ser necesario, pero esa actitud de él y la cercanía, la ponían nerviosa.
—Creo que esa mancha no saldrá —dijo él después de algunos minutos, Paris trató de ignorarlo, pero presionó sus ojos, era cierto, la mancha no saldría de esa forma.
—Te compraré otra —sugirió ella, pero él negó. —Esa es mi favorita – aseguró Sebastián. Paris intuyó que mentía, pero aun así no podía hacer nada. —Entonces te la pagaré —expuso ella con toda la intención de salir de ese dilema. —No quiero dinero —respondió Sebastián dando un paso al frente, acortando la distancia entre ellos, Paris tragó con dificultad, pero no se alejó de él, no quería que él sintiera que ella estaba nerviosa, aunque lo estaba y mucho.
—Dime como hacerlo y lo haré —dijo ella con seguridad y nuevamente vio esa sonrisa en sus labios, una sonrisa llena de lujuria, claramente no estaban pensando en lo mismo; Paris pensaba que podía conseguirle otra camisa, llevarse la suya para llevarla a la tintorería y entregársela antes de irse, pero Sebastián tenía en mente otros planes.
—Ten cuidado con lo que sugieres, no sabes lo que puedo pedir —siseó Sebastián dando un paso más y acortando la distancia por completo, el pecho de Paris comenzó a subir y bajar, sus latidos eran rápidos y sonoros, él estaba muy cerca.
—¿Qué quieres? —preguntó ella con una voz apenas audible, aquel hombre fuerte, guapo y alto, se había inclinado hasta que su rostro quedó a la altura del de ella. Paris detestaba que cualquiera invadiera su espacio personal sin su consentimiento, de ser otro lo habría golpeado, pero a él no, Paris cerró sus ojos un segundo y respiró hondo, el aroma de su colonia ingresó por sus fosas nasales, era delicioso, varonil y cautivador.
Le gustaba, Sebastián le había gustado desde que lo vio afuera de ese lugar y le gustaba más ahí frente a ella, tanto que no quiso apartarse, aun después de saber lo que él pretendía.
Sebastián colocó la mano en la cintura de Paris —Quiero esto. La acercó mucho más a él, hasta que sintió el roce de la tela de su vestido en su abdomen y plantó un beso en sus labios.
Los labios de Paris ardieron ante el calor que ambos expulsaban de sus cuerpos, porque los labios de Sebastián eran como el fuego siendo alimentado por combustible. Paris gimió cuando Sebastián tiró levemente de sus labios con sus dientes y aunque se cuestionó lo que estaba haciendo, no lo detuvo, necesitaba más.
Pronto, las manos de ella estaban rodeando su cuello, Sebastián presionó sus caderas y la alzó con facilidad, las piernas de Paris rodearon la cintura de Sebastián casi por inercia y se apretó mucho más a él cuando introdujo su lengua dentro de su boca.
Sebastián sentó a Paris en el lavamanos y se colocó entre sus piernas, la besó fuerte y apasionadamente como solo él sabía hacerlo. Paris era hermosa y Sebastián agradecía haberse encontrado con ella.
Lo que Paris estaba experimentando era nuevo, era una necesidad grande por seguir, sin importar nada, no sabía si se debía a la evidente experiencia que él mostraba en su desempeño, o si debía atribuirlo al alcohol que ella habia ingerido, pero Paris dejó que Sebastián besara sus labios y explorara el interior de su boca con su lengua, permitió que sus manos tocaran su cuerpo por encima de la ropa. Aunque estaba nerviosa, ella jamás había estado con un hombre y al sentir las manos de Sebastián sobre sus muslos comenzando a subir hasta colarse debajo de su vestido, lo detuvo, sin importar lo tentador que fuera, no quería que su primera vez fuera dentro de un baño.
—Espera —dijo Paris evitando que Sebastián siguiera. Este se detuvo de inmediato.
—Aquí no —dijo ella con seguridad, manteniendo su mirada fija en los ojos azules de él, quería hacerlo, jamás había experimentado aquellas sensaciones, aquella necesidad de estar con alguien y aunque era meramente algo carnal, quería hacerlo.
Sebastián ayudó a Paris a bajar del lavamanos con cuidado, se colocó su camisa dejando de lado que aún estuviese mojada, tomó su saco y salieron del baño, para ir a un lugar mucho más privado.