1| Una beca
El delicioso aroma del café recién molido era liberado mientras se escuchaba el zumbido de la máquina de espresso, los ojos grises de Paris observaban con atención mientras el líquido oscuro fluía de la boquilla metálica, formando un cascada dorada que caía en la taza debajo.
Cuando el botón verde se encendió en señal de que podía retirar la taza, Paris la tomó y la entregó al hombre frente a ella, quien impaciente golpeteaba el cristal del mostrador con sus dedos como si esa acción fuese a apresurar la salida del café de la máquina.
Paris mostró una sonrisa forzada al sujeto y luego de que este se marchara, soltó un suspiro y acomodó el mechón de su rojizo cabello detrás de su oreja.
Eran aproximadamente las cuatro de la tarde, “Urban café” era una cafetería ubicada en una avenida concurrida en New York, Paris la había comprado con la ayuda de su abuela, con la pequeña herencia que obtuvo por el fallecimiento de su padre, el lugar no era muy grande, pero le permitía solventar sus gastos y también los de Lane y Nick, quienes trabajaba para ella, rotando medio día cada uno.
—¡Paris! —gritó la voz de Madison, su mejor amiga que ingresaba eufórica a la cafetería, Paris observó a la pelinegra frunciendo el ceño por el escandaloso tono que había usado al ingresar, se veía muy emocionada.
—¿Ya fuiste a la universidad? Ya deben de tener el resultado de las becas —inquirió Madison, abriendo grandes sus ojos marrones.
“Metropolitan Art Academy”, era la mejor universidad de arte como también era la más costosa y Paris había aplicado un examen para tratar de conseguir una beca, Madison quien pertenecía a una adinerada familia estudiaba en esa universidad y estaba entusiasmada con la idea de que ambas cursaran el tercer año juntas en enero.
Paris hizo los labios en una línea, ella sabía que ese día daban el resultado, pero tenía nervios de que no hubiese sido aceptada.
—Vamos, estoy segura de que fuiste aceptada —dijo Madison con un movimiento de su mano. Paris retiró el delantal de color azul con el logo de su cafetería y acomodó su cabello, colocó el delantal en un perchero y observó a Lane. —Debo irme —dijo al joven rubio que trabajaba para ella en el turno de la tarde, mismo que se encargaría de cerrar la cafetería en la ausencia de Paris.
Ella y Madison abordaron un taxi y se dirigieron a la prestigiosa universidad de arte, cruzaron el corredor de las oficinas y acudieron hasta el área administrativa. —Buenas tardes —saludó Paris a la mujer en el área de costos, quien era la encargada de entregar los recibos de sus pagos a los estudiantes.
—Buenas tardes, saludó la mujer de cabello rizado, Paris le mostró su identificación y espero que la mujer revisara en su sistema el status de su solicitud de ingreso.
—¡Felicidades, Paris Humphrey! —dijo la mujer al observar en la pantalla de su computadora el resultado—, eres acreedora a una beca completa —culminó la mujer para después dar un pequeño salto por el grito que salió de la boca de Paris y de Madison, quienes se abrazaron al momento de escuchar la información.
Paris conocía a Madison desde años atrás, ambas acudieron al mismo colegio y su padre trabajó para el de Madison antes de fallecer en aquel accidente cuando ella tenía 17 años.
Ellas se separaron al ingresar a la universidad, pues la universidad de artes que ahora le otorgaba una beca, era la más costosa del país y sin la beca, Paris no podía costearla.
—¡Lo logré! —manifestó Paris con entusiasmo, mientras era presionada por el abrazo de su amiga. Dio las gracias a la mujer que le había informado el resultado y así mismo recibió una hoja con la lista de documentos que tenía que llevar antes del ingreso a clases que sería dentro de dos meses.
—¡Esto tenemos que celebrarlo! —expuso Madison, estaba tan feliz como si ese logro fuese suyo. Paris guardó en su bolso la hoja que le entregó la mujer, para después abandonar las instalaciones, una vez afuera, Madison insistió en que tenían que celebrar su aceptación en la universidad y es que no era para menos, pues para recibir una beca de tan prestigioso lugar, se tenía que contar con un talento verdaderamente grande y Paris era muy buena pintando.
—¿En dónde quieres celebrar? —preguntó Paris a Madison, esta lo pensó un momento y después mordió su labio inferior. —Vayamos a las vegas —sugirió con una mirada ladina. Paris frunció el ceño y soltó una risa, pensando que era una broma.
—No estoy bromeando —soltó madison con una expresión seria. Su padre tenía negocios que atender en Las Vegas y partiría al siguiente día. Madison estaba segura de que, si le pedía que las llevara, este accedería, pues casi siempre accedía a sus peticiones.
—Vamos, se que mueres por conocer la ciudad del pecado —instó Madison ante el mutismo de Paris. Ella resopló, era cierto, ir a Las Vegas sonaba tentador; Paris no era una joven aburrida, pero eran pocas las veces que podía tomarse un descanso y luego de tan importante noticia de verdad quería celebrar.
—Debo decirle a mi abuela —expuso Paris y se despidió de Madison quien de inmediato llamó a su padre para pedirle que las llevara.
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Antes de que Paris llegara a su casa ubicada en el vecindario de Astoria en Queens, donde vivía con su abuela paterna, recibió un mensaje de Madison, diciéndole que hiciera su maleta, pues su padre había accedido a llevarlas a ese viaje y partirían el viernes por la mañana. París sonrió y guardó su celular para sacar la llave que abría su puerta.
—¿Fuiste por el resultado? —preguntó Mariane, quien estaba de pie junto a la puerta, como si hubiese estado esperando la llegada de su nieta a la casa. Mariane no necesitó de una respuesta, pues en cuanto formuló su pregunta, los ojos grises de Paris brillaron, significaba que la habían aceptado. Mariane guio a Paris a la cocina, donde esperaba un pastel de chocolate sobre la encimera, ella al igual que Madison, estaba segura de que su nieta sería aceptada.
—Madi sugirió que celebremos —dijo Paris recargando sus codos en la encimera mientras hundía su índice en uno de los costados del pastel para probar la crema batida. Su abuela achicó los ojos y esperó más información.
—El señor Clare, aceptó llevarnos con él... a las vegas —agregó Paris con una sonrisita nerviosa. Paris no era una joven acostumbrada a salir de fiesta, no podía, pasaba sus días entre la cafetería y la universidad; desde la muerte de su padre era ella quien solventaba los gastos de ella y de su abuela quien sufría del corazón y rara vez se permitía hacer otra cosa que no fuera estudiar o trabajar.
—¿Cuál es el "pero"? —preguntó Mariane, mostrando las arrugas que solían formarse en su frente al arquear las cejas, tenia mas de setenta años y sabía que su nieta no estaba del todo convencida.
—¿Estarás bien? —cuestionó Paris, le preocupaba dejar sola a su abuela. Mariane sonrió, a ella no le gustaba sentirse una carga para su nieta, la quería como si fuese su pequeña hija y no quería que desaprovechara esa oportunidad.
—Vete, celebra y disfruta del viaje —declaró su abuela soltando un suspiro—, yo puedo cuidarme — siseó la mujer de cabello blanquecino. —Visita casinos y bebé un poco, pero no tengas sexo con un desconocido —dijo elevando su indice—, a menos que sea muy guapo o sea un millonario. —¡Abuela! —reprendió Paris con una sonrisa por sus ocurrencias. —Si vas a entregarle tu tesoro a un extraño, es mejor que el extraño tenga mucho dinero —bromeó Mariane para después soltar una risa.
Mariane sabía que París era una joven inteligente y talentosa, aunque ciertamente no tenía experiencia en cuanto a hombres.
Paris le dijo que estuviera tranquila, que no haría nada de lo que pudiera arrepentirse.
Mariane se dispuso a preparar la cena, mientras que Paris se dirigió a su habitación para hacer su maleta, sonriendo nuevamente por los comentarios de su abuela, pues no tenía la intención de pasar la noche con ningún extraño.