Capítulo V

1357 Words
Me preguntaba cómo es que esta carta había llegado hasta aquí, realmente me intrigada el hecho de que una carta de mi madre, con palabras tan exactas haya llegado a mi libro favorito como si hubiese sido ella misma, o ¿acaso sería así?, ya ni se que pensar... Desde que conocí al Diecisiete ya no puedo ver la cosas tan superficiales o simplemente literales. Diecisiete... Y... ¿Si todo fué un sueño? Porque siento que todo lo que vivimos parece, ahora, un sueño. Porque cada segundo que transcurre es para mí como un día entero infinito. Le marqué a papá. —¿Cariño, cómo has estado? Su voz familiar me calmó un poco el cuerpo. —Podría decirte que bien. Pero, hay algo que debo preguntarte... —¿Si? ¿Qué sucede? Escuché una música instrumental de fondo con cierto tono a******o. —¿Has puesto algo en mi libro favorito? —No, no toco tus cosas y cuando lo hago te aviso siempre, no te entiendo, hija. ¿Habrá sido Damian? —Dejaron un papel en mi libro. Quizá fue él. Le preguntaré. No quise explicarle lo que sería, ya que luego se iba a conmover demasiado, quería ahorrarme el cuestionario de preguntas y respuestas. Por un momento mi mente quedó en blanco, y acto seguido mis vellos se erizaron. Me levanté, y busqué a Damián. Dudé si preguntarle, pero le hice la misma pregunta que a mí papá, pero el tampoco tenía nada que ver con esto. ¿Habrá sido el Diecisiete? ¿Pero, cómo? Igual eso no tiene sentido... Mi mamá... Si tan solo pudiera verla otra vez y poder abrazarla, decirle que no me deje o me lleve con ella de una vez. Y la lluvia continuaba, cayendo para hacer de mi día uno perfecto para estar triste. Lo acompañe de llanto, lágrimas que no quise contener, pero que hizo que se viese más dramático por el lápiz de ojos y sombras y rímel que me había colocado Bárbara. Ni quise limpiarme, y así me quedé dormida. Imaginando como sería mi vida si mi mamá estuviese conmigo, y como sería ahora trabajar como modelo, sin poder contarle al Diecisiete de esta noticia tan importante para mí. Y me dormí, profundamente. Pude soñar algo. Abrí los ojos y estaba en la biblioteca de Shelby, ella me regaló un libro rojo llamado "Cambios", no entendí el porqué y tampoco me explicó. Solo lo tomé sin objeciones. Ella tampoco me dijo nada más. De pronto con su dedo señaló al frente de mi, y voltee. Estaba una sombra negra, una sombra de un hombre parada detrás pero a cierta distancia de mi. Me sobresalté en gran manera, pero me sujeté del mostrador, asegurándome que nada me pasaría. —¿Que quieres? Pregunté a la sombra, que se desvaneció como un humo disipado. Mis nervios me hicieron actuar sin pensar, me incline hacia atrás y mi visita quedó fijar en eso. No me respondió; sentí un soplido frío y agudo que penetró mis tímpanos. Me causó dolor, tanto en mis oídos y luego pasó a mi pecho. Me estaba presionando. —Shel... Shelby. Murmullo casi sin fuerza, sentía como si ella no me escuchaba. Quería gritar, pero no tenía fuerzas para hacerlo. —Joder... Caí al suelo, subí la mirada en dirección a aquella sombra que me asfixiaba y estaba a centímetros de mi. —No interfieras. —Millones de voces en una sola sombra frente a mi me dijeron esto. Traté de volver a mirar; cansada, iba a preguntar por el Diecisiete, pero me respondieron antes que pronunciará alguna palabra. —¡NO INTERFIERAS! —Gritó furiosa, como si deseara matarme pero algo se lo impedía. Mis brazos se comenzaron a tornar púrpura como especies de hematomas. Quería ver a Shelby, pero algo me lo impedía, obviamente ese algo era la sombra. La maldita sombra. Mi cuerpo se estremeció como si una ola me golpeara, envolviendome en una crisis de nervios. El impulso me hizo despertarme, y otra vez un sueño que parecía tan real, y algo muy significante. Quedé demasiado confundida. ¿Que no interfiera? Pero... ¿en qué? Sé que todo esto tiene algún significado, sin embargo me aterraba lo que podría significar. ¿Shelby en mis sueños? Lo que pienso es que pueda que tenga alguna relación con mi madre, es lo que puedo creer e imaginar. Es lo único en lo que puedo concluir. —¡EMMY DE MI VIDA! El grito tan entusiasta de Bárbara me hizo saltar en la cama. —¿Que diablos...? Casi me matas del susto. —Mi amor... Hoy debes ir bien presentada, ¿tienes tu outfit preparado? Divagué por un instante, hasta que reaccione. —Oh Dios mío, es hoy... Me levanté deprisa quitándome la pijama. —Okay... Entonces al parecer ni te acordabas. Fué al armario y comenzó a escudriñar en mis ropas. —Este es muy sexy, este muy informal, está muy "oye debes contratarme con urgencia, estoy desesperada". —Iba mandando cada conjunto a la cama. —Ya vas a hacerme un desastre, contrólate, loca. —¡Ya encontré el perfecto! Es que tienes la mejor amiga del mundo, baby. —Y es muy modesta. Salí del baño en toalla, todavía el agua no se había escurrido bien y dejé agua en el camino por donde pasaba. —Pero, ¿tu ni te secas o qué? —Estoy apuradisima, no me distraigas. —¡Chicas! Hay un carro afuera, un hombre pregunta por Emma. Bárbara y yo nos miramos preocupadas al escuchar la información de Damián. —¿Vieron a buscarte? —¿Vinieron a buscarme? Grité ansiosa. —¿¡Por qué tan temprano!? Ni siquiera me avisaron que vendrían por mi. —¿En serio? —Bárbara tomó mi teléfono, lo encendió y comenzó a leer— Buenos días, señorita Thompson. Le escribo para avisarle que nuestro chofer de transporte personal irá por usted a recogerla exactamente a las 8:00. Cada palabra que leía Bárbara era un puñal a mi sentido de la responsabilidad. Y esto no me iba a volver a suceder. —¡Ya! Ya casi estoy, ya casi estoy lista. —¿Le digo que pase? —Ofrécele café, dile que ya estoy bajando. —Exclamé. —Y apenas se está poniendo los zapatos... Hermana, no puedes seguir así, te van a despedir el primer día de trabajo. —YA CÁLLATE. —Me reí de los nervios. —Relájate, tienes hasta servicio de transporte privado. Que maravilloso... Bajé corriendo con mi bolso n***o. —¡Buenos días! —Dije apenas ví al hombre vestido de traje muy formal. Tanto que me recordó a un agente secreto del gobierno. —Buenos días, señorita. Su sonrisa era radiante, era una sonrisa cautivadora, muy atractiva. El se veía mucho mayor que Damián, quizá unos 28 o 30 años, cuyo traje ajustado a su cuerpo le hacía notar el trabajo que hacía entrenando arduamente para lograr ese resultado tan fino. —Me disculpo por hacerle esperar. —Esbocé una sonrisa un poco penosa. —No se preocupe, usted ha sido la más puntual en cuanto a todas nuestras modelos con las que hemos trabajado. Alcé una ceja sorprendida. —Bien... Que alivio, supongo. —Bueno, ¿nos vamos? —Vámonos. Me abrió la puerta de un Chrysler 300 y me sentí como si fuese una Miss Universo. Con la tanta atención que recibí, más que una modelo me hicieron sentir muy importante, cosa que me puso un poca nerviosa y eufórica. Íbamos escuchando música instrumental de Yiruma, un surcoreano que casualmente es mi pianista favorito. Y por fin llegamos, yo estaba comenzando a ponerme fría. Junté mis manos para darle calor, traté de no mostrar que estaba un poco nerviosa. Como si nada, el Diecisiete se plantó frente a mí, diciendo: —¿Un poco nerviosa? Te derrites de los nervios, pelirroja. Pero, solo fue mi miserable imaginación tratando de encontrar algún consuelo. Saludamos a los que estaban en recepción, y de ahí fuimos al ascensor. El lindo chofer me dejó hasta la puerta de la oficina del señor Róger.
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