Voltee con sutileza para despedirme del chofer por haber sido tan amable, y paciente, sin embargo, él dando la espalda no me dejó despedirme. —¡Buenos días, señorita Emma! ¿Cómo has amanecido hoy? Salió a mi encuentro el señor Roger, con una corbata de rayas rojas con n***o que atrapaban la vista, y un entusiasmo más que obvio. Caminé al frente y lo saludé. —Bueno días, me disculpo por los minutos tardes. Y amanecí bién ¿usted? —recordé el sueño que tuve, lo que me recalcó que claramente no amanecí muy bien. —No te preocupes, lo bueno se hace esperar. Mi piel por alguna razón se erizó. —Estoy muy bien, y ansioso por ver cómo quedará nuestro catálogo y revista con la nueva imágen de nuestra increíble modelo. Me reí para tratar de ser amable, pues recordé lo que nos enseñaban en